Álvaro Hernández

@jose_alvaro

Aunque la mayoría de quienes integramos el proyecto de Aldeano pasamos ya la treintena, generacionalmente nos definimos como “ochenteros”.

Esto significa que musicalmente nos tocó crecer con las insufribles baladas de Estela Nuñez, José Luis Rodríguez “El Puma”, Pimpinela, Lucía Méndez, Napoléón, y otros intérpretes de triste memoria que preferimos no recordar; pero también que nos educamos en los inicios del movimiento de Rock en tu idioma, que asistimos a los primeros conciertos masivos que se permitían en México; que transitamos con asombro del vinil al disco compacto, y que años más tarde, nos inscribimos a esa escuela de música que fue para nuestra generación la estación chilanga –hoy desaparecida– Rock 101.

Así que después de todo, consideramos que no nos fue tan mal.

La música es importante durante el proceso de elaboración de una revista.

Marca los tiempos de la edición y de la corrección, pero también el estilo del diseño. No han sido pocas las veces que una canción ha influido más en el estado de ánimo de la portada, que los contenidos mismos de nuestra publicación.

Nuestra lista –no podía ser de otro modo– comienza con una canción de Caifanes, que convertimos en himno de nuestro proyecto editorial.

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Luego, se dejan ver los gustos o –yo diría más bien– debilidades, de nuestro equipo editorial. Presuntos Implicados, cortesía de nuestra diseñadora, Laura Álvarez.

María Daniela y su sonido láser, aportación del equipo de editores.

Celso Piña, a propuesta de nuestra área de ventas.

Y finalmente, una joyita de Las Ultrasónicas que nos alegra las jornadas de cierre de edición, cuando los ojos se cierran de cansancio y ya no hay más café para seguir trabajando: “El rock de la pájara Peggy”.

Es verdad, somos ochenteros, pero también eclécticos.