Y la estrella de la jornada fue Damián Alcázar, quien recibió un homenaje por parte de los organizadores del Festival Internacional de Cine de Morelia.
El actor michoacano es uno de los referentes del cine mexicano, y su presencia estos días ha sido constante. Este martes, en el teatro José Rubén Romero platicó frente al público y los medios de comunicación acerca de su carrera y recibió una escultura conmemorativa bautizada como Ojito por su trayectoria en cine, teatro y televisión.
A la par, se lleva a cabo una muestra de algunos de sus trabajos más reconocidos, como La leyenda de una máscara, cinta de 1986 dirigida por José Buil donde se parodia la imagen del ídolo luchador, particularmente el Santo. La retrospectiva también incluye trabajos como Dos crímenes (Roberto Sneider, 1994), basada en la novela de Jorge Ibarguengoitia; Un mundo maravilloso (Luis Estrada, 2006), se segunda colaboración con el también director de La ley de Herodes; Bala Mordida (Diego Muñoz, 2009) y El último comandante, cooproducción entre Costa Rica y Brasil del año pasado. También se incluyó el cortometraje Cruz, de la directora Kenya Márquez, que este martes presentó su Ópera Prima, Fecha de caducidad, donde actúa el omnipresente Alcázar.
Los recuerdos de infancia de Paula Markovitch
Son diez los largometrajes mexicanos en competencia, cinco de ellos ya han sido exhibidos: el ya mencionado Fecha de caducidad, Nos vemos papá, dirigido por Lucía Carreras; Los últimos cristeros, de Matías Meyer y Las razones del corazón, del veterano realizador Arturo Ripstein. Pero hay uno que destaca por encima del resto, se trata de El premio, debut de la argentina Paula Markovitch, que viene de participar en la edición 61 del Festival Internacional de Cine de Berlín, uno de los más prestigiados del mundo.
La cinta narra la historia de Cecilia, interpretada por Paula Galinelli Hertzog, una niña de siete años que vive con su madre en una choza en la playa de San Clemente Tuyú, Argentina. La mujer, a quien sobriamente interpreta Laura Agorrea, se esconde del ejército tras la desaparición de su esposo, y trata de darle un poco de normalidad a la vidas de su hija inscribiéndola una escuela cercana.
Destaca la excelente actuación de la pequeña protagonista, al igual que la de los niños que la acompañan en la escuela; sobrios, verosímiles y por momentos muy divertidos pese al tono melancólico de la cinta. Cuenta la directora que Galinelli fue elegida a sólo tres días de arrancar el rodaje. El resto de los niños habían sido escogidos en un taller que realizó Markovitch previamente.
La directora vivió en ese pueblo durante su infancia y estudió no solo en la misma escuela, sino en la misma aula que los personajes. La autora dice que desde niña tuvo ganas de escribir algo que sucediera en ese sitio, y que hablara de la ausencia del padre y de la melancolía propia de ese sitio. “Lo primero que escribí fue algo que estaba relacionado con mi experiencia con las tormentas –elemento presente desde el inicio de la película-. Era la voz de una niña en la tormenta”, comenta acerca del origen del guión. La lluvia y el mar sirven a la perfección para acentuar la soledad y desesperación de la madre.
Acerca de la ausencia del padre y lo poco que se revela acerca de su historia y la razón por la que huyen de los militares comenta, “nunca quise hacer una acento en la anécdota”. El trabajo con las niñas estuvo lleno de improvisación aunque se tenía desde el guión la intención dramática de cada secuencia.
Próximamente llegará a cartelera esta cinta que se perfila como una de las favoritas para ganar el festival.
EL PEPO