Lado B
El viaje de Toño Renegado
¿Qué hace a un hombre dejarlo todo con tal de hacer rodar su motocicleta?
Por Lado B @ladobemx
27 de octubre, 2011
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  • Toño Renegado tiene algunas reglas cuando viaja: no para a dormir, casi no come; no pierde tiempo no toma cerveza.
  • El escudo representa sus raíces por el penacho adornado por 27 plumas que son el 27 de marzo, fecha de fundación.

Fotos @QuitzeFernandez

Quitzé Fernández

@QuitzeFernandez


Toño Renegado salió de casa para recorrer 5 mil 800 kilómetros en moto, venciendo desierto, montaña y costa, todo por cotorrearla de nuevo con sus carnales de todas partes de México. Para ello renunció a su trabajo de técnico electricista porque no le dieron permiso para viajar. Dijo a sus hijas y esposa que las amaba. Las besó: se persignó. Y apretó el acelerador por la autopista Saltillo-Torreón esperando aliento de quien encontrara a su paso…

…Ya todo es un recuerdo de asfalto y soledad; un cerrar de ojos en la oscuridad. Toño Renegado enseñó un mapa de la República Mexicana, apoyado en la mesa de un bar donde acostumbraba ir dos o tres veces por semana a escuchar rock y beber una cubeta de diez cervezas en compañía de Lys, su esposa.

Tras los acordes metálicos de Iron Maiden platicó que tenía tres años como presidente del Motoclub Renegado. Y este año festejarían el 25 aniversario en Mexicali, Baja California, recorriendo La Rumorosa: retando sus curvas; comiendo mariscos a montones y bebiendo cerveza como corsarios.

Pese a tener todo en contra, viajaría, lo necesitaba a causa de múltiples problemas personales. La vida misma.

—¿Y cuántos Renegados son en Saltillo?

—Nomás yo y otro, pero el otro no tiene motocicleta porque se le desbieló y se quedó sin trabajo. Yo soy el presidente, tengo que estar ahí.

Toño Renegado tiene 30 años, cabello largo: ojeras permanentes. Casi siempre viste un chaleco de mezclilla del motoclub, playera roja de manga larga y paliacate.

Tiene muchos recuerdos de carretera, fantasías, un norte del país violento que ha explorado tras horas y horas de sol: A mí lo que me interesa es rodar. Yo como quiera lo voy a hacer ¿No sé tú?.

Nos conocimos un 6 de enero en una entrega de juguetes que organizó el periódico donde trabajo en colonias populares. Motoclub Renegado y Gárgolas decidieron ayudar regalando juguetes en sus motocicletas.

—Los motociclistas somos agraciados. Encuentras gente hermosa en todo el país. No lo cambio por nada.

—¿Y no es aburrido el viaje?

—No, es una terapia. Vas cantando, de repente vas chillando acordándote de chingaderas.

La carretera le gusta pese a que es asesina por naturaleza; cuando va a un lugar no suele descansar. Maneja de noche, golpeando recuerdos en su cabeza: sin preocupaciones. Libre, robando casetas de cuota.

—No es justo que nos cobren igual que un carro, una moto no es vehículo pesado. Yo sé que está mal, pero deberían cobrar la mitad.

Toño Renegado es un bandido del asfalto, así lo ha obligado el sistema. No consume drogas. A veces cundo el rock le da permiso baila cumbia en tugurios de mala muerte hasta amanecer.

—Por una mujer no vas a pelear con un carnal. Nosotros andamos en nuestro rollo ¿Vas a viajar a Mexicali?.

Precisamente una noche de cumbia me invitó. Renegado tenía problemas en el trabajo, con el jefe; con todo, con todos. Poco dinero. Unas vacaciones que le negaron y que iban a servir para viajar.

—No renuncies, Toño.

—Yo quiero rodar. Como quiera iba a renunciar.

—¿Y tu familia?

—Ellos me apoyan, saben que esto es mi pasión. Yo paso por ti, me dices qué piensas. Y así te vas acostumbrando a la moto.

Nunca había subido a una moto grande, menos a una chopper, menos a una viajera. En las curvas cerradas se inclina hasta casi rozar el suelo. Estamos en la ciudad; el motor ruge. Las luces de los autos nos iluminan.

No traemos casco; subimos por un puente.

Vemos la ciudad con sus luces electrizando todo: bares de copa, restaurantes.

El viento difuminando la noche, meciendo los cabellos, acariciando la cara. Luego bajar una pendiente, rebasar una camioneta a más de 100: niños saludando a través de un cristal, señoras observando de reojo con rostro de espanto a un par que va por unas cervezas a hablar de la vida, de un sueño motorizado.

II

Juan Antonio Ramírez Neave es Toño Renegado. Nació y creció en Saltillo. Robusto, usa botas industriales, pantalón de mezclilla. Cree en Dios, pero se encomienda a San Judas Tadeo. Fuma Benson & Hedges mentolados.

Tiene una navaja y una motocicleta viajera Royal Star Venture, modelo 1999 que le compró a María Gumersinda Nájera Encina, More, del Motoclub Gárgolas, quien la vendió después de la muerte de su esposo.

—Es el plan, que Pedro Rivera Hilario siga rodando. Es el legado que nos dejó. Algún día podré decir “Misión cumplida”.

El trato fue que Toño pagara cuanto pudiera y como pudiera, por lo general mil pesos mensuales. Pedro Rivera, contó More, manejó motocicleta toda su vida. La Royal Star la adquirió en Monterrey.

—Compró otra moto. Tenía pensado vender la Royal Star. Dejó tres vehículos. Al no estar él, los muebles se iban a quedar. Quisimos que sus motos siguieran rodando.

Tuvieron tres hijos, Yajaira, Zoraida y Carlos Alejandro, quien murió el 18 de abril de 2008 a los 26 años en la carretera Piedras Negras – Laredo, cuando un automovilista que viajaba borracho se lo llevó de frente.

Seis meses después, el 25 de octubre, en medio de más de diez mil chopper’s Pedro Rivera sufrió un ataque al corazón en un evento en León, Guanajuato, tenía 50 años.

—La vida es así, Dios les dio la oportunidad de morir en lo que era su vida. A mi también me gustaría morir así.

More, de 53 años, contó que el sueño de su esposo era tener una motocicleta Goldwing viajera. La compró meses antes de morir, ahora la maneja Yajaira, mamá de Diego Armando Ruiz, quien a los tres años fue nombrado el biker más pequeño de Latinoamérica. Motoclub Gárgolas es familiar, más de 50 personas ruedan por la república.

A Toño lo conoció en el camino, cuando no se apellidaba Renegado y pertenecía a Espartanos.

—Para Toño es más fácil viajar porque nada más es él, dice Vámonos. Y le pega hasta que llega a un lugar.

Toño Renegado tiene algunas reglas cuando viaja: no para a dormir, casi no come; no pierde tiempo no toma cerveza.

—Yo quiero que la gente conozca lo que somos, el motociclismo es una pasión, es un estilo de vida, no es un hobbie. Nos esforzamos por hacer lo que nos gusta.

—¿Qué es lo que representa el viaje como persona?

—Me doy cuenta que soy algo importante en el mundo, es crecimiento para mí, siento que no tengo límites, no tengo fronteras. La gente tiene miedo ir a la frontera, quiero demostrarles que aún hay gente buena, siempre encuentras gente buena en carretera que te va a ayudar ¿Vas a ir?

La mañana del 26 de abril, Allen González, de Nuevo León, pasó a Saltillo por Toño Renegado, quien después de rezar con su esposa prendió el motor de su motocicleta, amarró una maleta, se puso guantes, casco y lentes para tomar carretera.

Era un día fresco, sin nubes. Bajo un cielo azul claro partieron la autopista con sus motocicletas. A las dos horas de viaje el sol empezó a calentar las chamarras de cuero y sus playeras de manga larga. Robaron dos casetas de cuota recibiendo reclamos, ahorrándose 171 pesos.

Por momentos levantaron la velocidad a más de 150 kilómetros por hora, vieron el llano de orilla de la carretera. Las palmas del desierto; los poblados desamparados y los señalamientos baleados por bandas de narcotraficantes..

…Yo iba con ellos.

III

La casa club de Renegados en Torreón es una propiedad en la colonia Laguna Sur, el presidente es Buyo, había salido para Mexicali un día antes. Ahí estaban Fausto Natera, Luis Rodríguez, Larry, Samuel Morales, Greñas y Jorge Luis de la Fuente, Flander de Nuevo León, además de Juan Antonio Saavedra, Yani, de Tampico, Tamaulipas.

Yani y Flander también habían renunciado a sus trabajos para estar en el 25 aniversario del motoclub.

Kilómetros antes de llegar a Torreón la moto de Toño Renegado sufrió un desperfecto en las balatas, tenía que cambiarlas. Allen y los demás se adelantaron para ganar tiempo.

—El club se caracteriza por eso, hay que rodar. Si te descompones hay que echarla a jalar. Este pedo es despapaye, pero también se requiere responsabilidad.

El plan de Toño era reparar las balatas y esperar a que Emanuel Saavedra, Chato, 26 años, de Torreón, echara a andar su motocicleta Suzuki modelo 1980. Todo el día y parte de la noche trabajaron en ellas, consiguieron refacciones, bebieron caguamas, idealizando el encuentro con los carnales.

Los Renegados se dicen Carnal. En el camino Carnales somos.

Ya era un día perdido en Torreón. La noche comenzó a caer en la Comarca, más no el calor. Toño y Chato trabajaron toda la madrugada para salir a las 10:00 de la mañana del día siguiente.

Fue un viaje largo, la motocicleta de Chato fallaba constantemente de los carburadores y había que parar, emplear mecánica. Rodar tranquilos.

El viaje de tres horas se convirtió en siete, la primer parada a comer fue en Camargo, en casa de Chico, donde también llegó Armadillo, ambos Renegados que  no pudieron viajar. Fueron otras dos horas de espera, de conseguir piezas para la moto de Chato.

A Toño le urgía llegar para la junta de presidentes; compartir ideales.

—Estamos defendiendo al país, no dejamos que entren motociclistas de Estados Unidos. Ayudamos para que no entre el motociclismo malo, allá son pandillas.

—¿Qué les dicen en las juntas?

—Nos reiteran el orgullo de ser Renegado, para entrar son muchas pruebas. Tienes que rodar. Tener espíritu de motociclismo.

—¿Y las mujeres?

—En el club no hay mujeres, sólo como acompañantes. Puede sonar machista, pero es para evitar malos entendidos, por cuestiones de mujeres puede llegar a separarse un club.

La moto de Chato volvió a fallar en Ciudad Delicias. La tarde estaba acabando. Se quedó ahí, en casa de Mike, otro de ellos reparando su vehículo.

Toño siguió su camino, no vio hacia atrás, sólo abrazó a Chato: Vamos retrasados, hay que pegarle de noche para llegar.

Fue una noche helada por las carreteras de Chihuahua. Cruzamos la sierra con temperaturas extremas y un cielo cubierto de estrellas blancas en un camino negro. Hubo que emplear la poca ropa que cargábamos para engañar al viento, cubrirnos el rostro con paliacates para no respirar el frío, pensar en tantas cosas viendo la masa densa fragmentada por la luz del faro de la motocicleta.

Puro asfalto, soledad y la nada de alrededor.

Las lágrimas en la oscuridad no eran un recuerdo, sino un resfriado.

Nuevo Casas Grandes era lejano.

IV

Como buen presidente de un motoclub Toño Renegado tiene groupies, pero es un mandilón. Siempre y a cada momento telefoneó a Lys, quien en realidad se llama Francisca Lizeth Marines Aldaír, 26 años. La conoció hace siete años cuando trabajaban en una fábrica: se enamoraron. Fue la primera boda chopper en la ciudad.

—Siempre lo apoyo en todas las decisiones, sean buenas o malas.

—¿Y qué va a pasar con la familia?

—Ya veremos lo que hacemos. Tenía demasiadas broncas en el jale.

Ella trabajaba en el centro de copiado. Todos los días coincidían en su departamento, en el comedor. A veces en la calle. Empezaron una relación los últimos días de abril de 2004.

El papá de Lys no estaba de acuerdo en ese hombre de mezclilla, cuero y motocicleta que soñaba carreteras, portaba navaja y retaba a la autoridad.

Finalmente se casaron un 19 de marzo de 2005, ella de blanco, él con smoking y moño, pero arriba de la motocicleta. Tuvieron dos hijas: Eva Yadú y Mixtli Lizeth. Formaron una familia junto a Cristina Alejandra, hija de Lys que Toño decidió criar.

La boda fue singular, recuerda Lys, Toño pertenecía a Motoclub Espartanos; Camellos estaban organizando un evento donde fueron más de cuatro mil motociclistas.

Los testigos de honor fueron unos Policías Estatales que trabajaban cerca del evento: Ya con la pinche emoción no sabía ni qué, sonrió Lys.

No le dan celos que Toño Renegado ande en eventos de motos, lo cual es sinónimo de mujeres que se acercan, alcohol, bares, playas, grupos de rock, cumbia.

—Después de todo es el presidente, se le van a acercar mujeres, lo que pase allá, allá se queda.

A Toño Renegado no le conocí ninguna mujer, ni en el camino, ni en el evento.

V

Kilómetros antes de llegar a Nuevo Casas Grandes Toño invadió carril vencido por el sueño, sucedió metros antes de llegar a un puesto de revisión de la Policía Federal Ministerial. El frío era intenso.

Alguien o algo lo despertó.

A Toño se le vinieron muchas teorías locas de las cuales hablaría después en Imurís, Sonora con El Niño del Tambor.

Esa madrugada tal vez dormimos cuatro horas dentro de las instalaciones de Bomberos, quienes vieron pasar a la gente de Monterrey que se nos adelantó en el viaje.

Los bomberos Elli Trejo, Pedro Moncada, Raúl Ramírez y Jesús Manuel Morales desearon suerte antes de platicar que tuviéramos cuidado con los retenes de bandas de narcotraficantes. Regalaron café, galletas y bendiciones.

El camino siguió, gris y caluroso, lleno de montañas y llanos ardientes, hasta que paramos en los límites de Sonora y Chihuahua, donde Toño rezó a un altar de la Virgen de Guadalupe, observó un cañón rodeado de cerros pelones, sintió la última ventisca del invierno volando su cabello, encendió un Benson & Hedges, dijo mirando eso, que fue todo: Es poesía sin palabras, aquí arreglas el mundo.

Hubo un silencio. Luego decidió hacer un ritual que aprendió de un chamán que tiene un negocio de tatuajes en el centro de Saltillo, una persona originaria de la sierra de Guerrero que prefiere no decir su nombre: su apodo es Tigre, Tigre es. Invoca espíritus indios en un temazcal en la carretera antigua a Arteaga.

Como no había tabaco puro deshizo un cigarro, lo esparció en los cuatro puntos cardinales aventando las partículas al aire, flotando como algodones dentro de un ventarrón. Invitó a hacer lo mismo, encendimos otro tabaco. El humo infló el pecho, recorrió garganta y salió por la nariz…

…Lo que ese hombre hizo fue pedir protección de los espíritus. Estaba reportándose a los cuatro rumbos, se estaba alineando, contó tiempo después El Tigre, antes de convencer de entrar a un temazcal para purificarme.

—Es como dar sin pedir algo, nuestros viejos así hablaban con los espíritus.

Tigre contó que hace algunos años fueron unos Renegados a que los metiera en el Temazcal. Fue precisamente el año que Toño fue apellidado Renegado, después de una junta nacional. Aquella vez, dijo, nació una hermandad porque Motoclub Renegado y él creen en un camino rojo, de la sabiduría… el camino del fuego.

—Es un camino indígena. Sus colores, sus ideales coinciden con lo que creemos nosotros, aunque haya sido la visión de un hombre muerto.

Porque el fundador de Motoclub Renegado, Antonio Álvarez, Toñón, murió en un accidente en 1990. El escudo representa, me platicó Javier González, Chibuya, Secretario de Mexicali, sus raíces por el penacho adornado por 27 plumas que son el 27 de marzo, fecha de fundación.

—El color rojo es la guerra para nosotros, representa defender lo nuestro, nuestras raíces.

Y Tigre aleccionó que todas las tribus coinciden con los mismos colores…

VI

Imurís, Sonora nos recibió con un corredor donde asaban carne. El parrillero platicó que un día antes unos motociclistas de Monterrey habían comido en su local. Hasta ahí llegó Luis Maldonado, Espiral, un trotamundos con el rostro tatuado originario de Magdalena de Kino que venía llegando de Parras de la Fuente, Coahuila.

—¡No mames! ¡Eres El Niño del Tambor!

—Sí, así me puso un periódico de allá.

—…Este… Yo te puse así.

Sucede que semanas antes de salir, Luis andaba en Parras en El Estanque de la Luz danzando y cantando con un tambor, invocaba espíritus malignos: traía un frasco con mariguana, alcohol y peyote. Gente que pasaba por el lugar avisó a la policía, después de golpearlo lo detuvieron.

El periódico popular donde trabajo cabeceó la noticia en portada.

Y Niño del Tambor se le quedó.

Desde adolescente decidió recorrer la República Mexicana. Su abuelo le enseñó magia negra, ocultismo. Tiene figuras diabólicas en las manos, que hizo con fuego.

Nació hace 29 años.

Usa gorra para el sol y lentes; cabello largo.

Botas para caminar.

Ha visto el mar, desierto; hielo, serranías y llanos verdes.

No quiere dejar de caminar.

Un día se alocó y salió de casa.

Vende tambores. Canta cosas raras.

Un día se topó a Los Zetas en despoblado.

Le gusta meterse a cuevas y hacer hechicerías.

Se enamoró en Quintana Roo; no quería atarse a alguien.

Niño del Tambor compartió la mesa, adivinó que Toño Renegado tenía algo, como poderes ocultos. No lo veía a la cara.
Platicaron acerca de la libertad, de rodar, de lo miserable que suele ser el mundo.

También hablaron sobre magia y fantasía.

Toño recordó una vez que iba hacia Los Cabos, el calor del desierto era sofocante y no había dormido. Fue perdiendo la visión en el asfalto y manejó dormido algunos metros. Un águila que volaba bajo se emparejó a su paso. Despertó.
Un brujo indio le confió que era una señal divina que le advirtió que no debía morir, como lo sucedido antes de llegar a Nuevo Casas Grandes, cuando la moto hizo algo extraño y despertó.

Niño del Tambor se despidió como un amigo, agradeció que alguien lo comprendiera: En el camino todos somos iguales, contestó Toño Renegado.

Estoy seguro que me volveré a topar a Niño del Tambor en algún lugar.

Y le haré un perfil como este

VII

Salieron de Hermosillo para conocer a Los Renegados y tener una sucursal del motoclub. A Ulises García, El Maniaco y Francisco Javier Cortés nos los topamos en Caborca, en un mini súper donde nos surtimos de bebidas.

Si me dicen que No, pues seguiré esperando, pensó El Maniaco: nueve años de motociclista, 32 de edad. Es instructor en un gimnasio.

—Me llama mucho la atención el nombre: Renegados, el color rojo, la hermandad que hay. Allá en Hermosillo somos de camarada, amigos. Ellos se dicen Carnales.

Francisco Javier, de 45 años, con apenas 24 meses rodando fue de ida y vuelta a Canadá hace un año.

Juntos seguimos el camino, la noche volvió a caer. Bordeamos la frontera, al menos veíamos las luces del otro lado del muro. Toño maldijo a la patrulla fronteriza y el motociclismo de pandillas.

Llegamos a una hora incierta a Mexicali, carnales de todo el país andaban por la ciudad patrullando sus calles. El hotel sede, al menos donde hospedaron a los que venían de fuera, estaba ubicado en el centro histórico. Lugar de paso para migrantes, asaltantes, asesinos o viajeros renegados sin destino.

El Maníaco, Francisco Javier, Toño Renegado y yo nos instalamos. En un bar hablamos del camino; de todo lo que esconde.

VIII

Despertar después de casi tres días de viaje en moto sin parar es volver a nacer, más cuando tienes la certeza que pudiste morir y que algo fuera de este mundo te salvó.

Viajar es cansado, si no amarras bien el casco el aire lo puede volar, si no usas máscara o algún pañuelo que cubra el rostro un mosquito se puede embarrar.

Usar chamarras y mezclilla no es vanidad; es necesidad ante una posible caída.

El calor no se siente arriba de una moto aunque estés a 40 grados.

El frío es cruel en pecho y manos.

Cuando uno viaja durante horas y horas llega al destino cubierto de moscos, con el cuerpo dolorido y los ojos ardiendo. Es un tanto tedioso tener que cargar combustible en cada gasolinera.

La capacidad del tanque de la moto es de 21 litros.

Son necesarias las botas para amortiguar el peso del vehículo.

Toño Renegado usa llaveros y estampas religiosas como amuleto.

IX

¿Cómo estás, carnal?, recibió Allen González con un abrazo antes de partir a un restaurante en La Rumorosa, donde pusieron una placa conmemorativa del 25 aniversario del motoclub.

Preguntó sobre el viaje y sus contratiempos; contamos que siempre seguimos sus rodadas.

Más de 150 motociclistas andaban en caravana, todos saludando de abrazo; todos carnales.

Vive hoy, hermano… Nomás. Aquí no hay preocupaciones, dijo Allen antes de subir a la moto.

Y no hubo más, porque La Rumorosa y sus carnales hicieron olvidar a Toño Renegado que no tenía trabajo y había que regresar con la familia para pagar deudas que adquirió durante el viaje.

Las curvas con espíritus ansiosos, barrancos de acuarela y cementerios de autos fueron ahora el paisaje.

Jorge Luis de la Fuente, Flander, 10 años de motociclista, decidió abandonar el trabajo para estar en el aniversario, se hizo Renegado por hermandad, unidad y conciencia que los caracteriza cuando de motociclismo se habla.

Trabajaba de chofer; tiene una hija y a Sandra Marisela, su esposa. Ella cargó con los gastos del viaje.

—Pedí permiso de ausentarme una semana, me dijeron: Si quieres tómate todo el tiempo que necesites. Y pues me vine.
Mientras que Juan Antonio Saaavedra, Yani, de 30 años, trabajaba de jefe seguridad en un bar. Viajó con poco dinero. Se despidió de su hija de nueve años.

—Se pusieron rebeldes, no me quisieron dar el permiso y me vine. Tenía trabajando seis años.

—¿Vale la pena renunciar a todo por este viaje?

—En algunas cosas sí, como el trabajo (risas). Pero esto es lo nuestro.

Yani platicó que vio de todo, desde tormentas de arena hasta una balacera saliendo de Tamaulipas. Lleva tres años como Renegado, los mismos que tiene de presidente.

A esas alturas del viaje a Yani se le había acabado el dinero, la decisión era comprar aceite para la moto o beber cerveza. Recibió una llamada de su esposa, discutieron. Se enojó.

Recordó que la conoció llegando de Guadalajara, cuando venía bajando de la moto. Andaba borracho y lleno de moscos. Así lo quisieron: Soy bien huilo, soy andariego y borracho. Así me conocen. Que no se queje.

Toño Renegado escuchó su historia, respondió con un largo Simóooooon, así dice cuando piensa, cuando afirma, cuando no entiende. Y fue a gastar un vale de despensa para comprar un paquete de 24 cervezas y compartir.

Yani no aguantó más: Voy por una cheve, me voy a gastar lo del aceite.

X

Hubo de todo en los eventos, me refiero a música, comida, hermandad. Toño Renegado se la pasó contando y escuchando carreteras, imaginando paisajes y hablando de mecánica y sucesos fantásticos.

Pese a no tener dinero la pasó bien. Siempre hace algo para salir adelante, como en 2007, cuando fue nombrado presidente en una junta nacional en Saltillo.

Aquella ocasión tenía que recibir con todo a sus carnales, empeñó su moto en 10 mil pesos, con lo que compró 400 cervezas que se acabaron en un día.

Cuando los Renegados se enteraron no lo dejaron gastar más, al acabar el evento uno a uno lo apoyó económicamente con lo que pudieron: Lo chido del club es que te entienden, dijo.

A Mexicali llevó herramienta de electricidad para venderla y consiguió un préstamo. Lys vendió un viejo auto volkswagen que tenía, consiguió otro préstamo y se lo mandó en depósito bancario a su esposo.

Una de las llantas con la que viajó estaba lisa, sus carnales se cooperaron para comprarle una nueva. A los cuatro días llegó Chato, de inmediato se unió a la fiesta y recorrieron Tijuana, Tecate y Puerto Peñasco.

Vieron el mar, sus acantilados. Las playas y las gaviotas hurgando comida.

Me despedí de Toño Renegado en Mexicali, tuve que regresar a casa por cuestiones de trabajo: tragedias, muerte, sangre.

La última noche que lo vi fue cuando tuvieron la junta nacional, donde les llamaron la atención exigiéndoles poner en alto el espíritu de motociclismo. Toño Renegado estaba sentado, bebiendo y escuchando un grupo de heavy metal en un parque donde congregaron al motoclub.

Recorrimos por última vez el centro histórico, brindamos, tuvimos cuidado con los asaltantes, saludamos a prostitutas y padrotes; músicos y vendedores de droga, quisimos ir a los bares de copa, pero no había dinero. Recordamos consejos, esposas, amores, amigos, familia, trabajo.

Entonces volamos, partimos el asfalto de los bulevares con los puños en alto, metros más adelante, atrás de nosotros, a un lado, por toda la ciudad había Renegados haciendo run run en sus motos.

Mexicali era rojo, su noche, su amanecer…

Epílogo

Toño Renegado regresó con Chato cruzando el desierto de Sonora y la sierra Tarahumara, manejaron día y noche parando dos veces a dormir. Visitaron a El Maníaco en Hermosillo, fue anfitrión por vez primera como Renegado al ser aceptado como presidente.

Maniaco en todo momento apodó a Toño como Gordo.

En San Luis Rio Colorado encontraron a una señora de Yucatán que fue abandonada por polleros en su intento de cruzar la frontera. La ayudaron llevándola a Sonoyta.

Lys recibió a Toño con una comilona de carne asada a la que me invitaron, ahí contó muchas de sus peripecias.

No volvió al bar donde planeamos la huída porque golpeó a un fulano que buscaba cortejar a su esposa.

Siguió con su navaja, San Judas Tadeo y su atuendo eterno.

Lo último que supe de Toño Renegado era que no encontraba trabajo de técnico electricista, se cortó el cabello para varias entrevistas.

Pero no dejó la moto.

Finalmente se fue con un contratista: lava camiones y saca basura en Petróleos Mexicanos.

Está contento. El otro año piensa ir a Tijuana al 26 aniversario.

Renunciaría otra vez a todo.

Siempre que veo una moto me acuerdo de Motoclub Renegado.

Y sonrío.

Volvería a subir a una motocicleta sólo si vamos para el sur.

Se lo firmo a los carnales.

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Autor Lado B
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