Tomada de la revista colombiana El Malpensante
Antes que como periodista o escritor de crónicas, Alberto Salcedo prefiere definirse como un contador de historias nato. Es también un perseguidor. Se pasa la vida buscando historias, queriendo convertir en película cada cosa que ve, algo que pueda digerir y convertir en espectáculo para después contárselo a los demás. Su contacto con el arte de narrar comenzó en Arenal, el pueblo donde se crió, a dos horas y media de su natal Barranquilla. En las tertulias que tenían lugar al atardecer nutría la curiosidad por escuchar a sus mayores, vecinos y jornaleros de la finca de su abuelo que lo encantaban con el ingenio de sus historias. Diez juglares en su patio (1991), su primer libro, es justamente un tributo a los cantores raizales de la costa caribe, máximos exponentes de esa rica oralidad que lo asombró desde niño. Los golpes de la esperanza (1993), sobre el mundo de los boxeadores populares en Cartagena, fue su primera incursión en la temática del boxeo, que retomaría más adelante para realizar su perfil de más largo aliento: El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé (2005).
En busca de nuevos personajes y paisajes, a principios de los noventa Salcedo Ramos renunció a su trabajo como redactor en El Universal de Cartagena. En Bogotá escribió las diez crónicas de su tercer libro. De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho (1999) mostró que su curiosidad trascendía los patios de los juglares y los gimnasios, y podía abarcar historias de seres comunes y corrientes con destinos singulares por revelar. La biografía de Pambelé, fruto de una investigación que lo llevó a visitar tres países y a entrevistar a más de medio centenar de personas, lo consagró como reportero y proyectó su nombre entre los principales cronistas del continente.
Alguna vez Juan Gossaín le preguntó a Alberto cuándo iba a dar el salto definitivo a la literatura. La pregunta le extrañó: él siempre se ha considerado cultor literario de la no-ficción, de esa estirpe de periodistas narradores como Talese, Capote, Mailer y Wolfe. Si alguna duda cabe basta leer La eterna parranda, su más reciente libro, veintisiete crónicas publicadas entre 1997 y 2011. Allí abundan los personajes captados por su eterna curiosidad: juglares como Emiliano Zuleta y Diomedes Díaz, ex campeones de boxeo como Rocky Valdez, campeones sin corona como Bernardo Caraballo, un palabrero wayuu, un árbitro, un bufón de velorio, futbolistas, toreros y boxeadores fracasados, taxistas, travestis, cirqueros. Este libro nos presenta además una faceta crucial en su escritura: un puñado de estremecidos reportajes sobre protagonistas del conflicto armado en Colombia. Crónicas como “El pueblo que sobrevivió a una masacre amenizada con gaitas”, sobre los habitantes de El Salado, “Un país de mutilados”, sobre las víctimas de las minas antipersona, “El llamado de la chirimía”, sobre los reinsertados del Chocó, o “El enfermero de los secuestrados”, sobre el sargento William Pérez, ratifican a Salcedo Ramos como testigo de la increíble y triste historia de este país cándido y desalmado.
Dos recomendaciones para conocer a Alberto Salcedo: La historia de Las Regias, un equipo de futbol gay; y Cita a ciegas con la muerte, sobre dos trabajadores del Semefo colombiano