Spoiler alert: si no has visto las temporadas 1 a 3 o la reina Charlotte vas a encontrar detalles que podrían cambiar tu experiencia, si quieres ve los episodios y regresa a enterarte del chismecito.
La serie de Shondaland y Netflix salió desde 2020, pero yo no la vi hasta este año. Me interesó la temporada 3 porque la protagonista sale un poco de la belleza hegemónica, es decir, alguien que cumple con los estándares de belleza impuestos a las mujeres. Penélope Featherington, interpretada por Nicola Coughlan, es blanca, de ojos azules y pelo rojo, también es baja de estatura y rolliza. Por lo que vi en los adelantos, Penélope despertaba pasiones y, dado que es muy raro que en series y películas una mujer gorda lo haga, me animé a verla.
Fue interesante mirar como Penélope evoluciona y esa confianza, sin duda, la hace más sensual, conquistando a Colin Bridgerton (la serie se llama así porque trata de esa familia), de quien ella ha estado enamorada desde su infancia. Sin embargo, había cosas que para ese momento no entendía, así que las vi las temporadas anteriores y al terminar me quedé con varias ideas en la cabeza, que hoy les voy a compartir, como diría Lady Whistledown, queridos lectores y lectoras.
Lo primero es que Bridgerton coquetea con el feminismo, aunque no llega a ser un producto totalmente feminista. ¿A qué me refiero con eso? Bueno, en muchos de los momentos de las tres temporadas y la Reina Charlotte se deja de forma muy evidente la condición de desigualdad y opresión de las mujeres, también de las sexualidades no normativas. Hay personajes que reflexionan y hablan de ello.
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Eloíse, la quinta de ocho crías Bridgerton, alega con su hermano Benedict (el segundo): “te digo que sí es un logro: asistir a la universidad, si fuera un hombre yo podría hacer eso y no quedarme a ver a mi madre mostrar con orgullo que a un hombre le gusta la cara de mi hermana”. Cuando está en busca de un marido Daphne Bridgerton (la cuarta) dice con cierta ironía a su hermano mayor, Anthony: “no tienes idea de qué es ser mujer, de cómo se siente que tu vida se reduzca a un solo momento. Esto es para lo que fui educada, esto es todo lo que soy, no tengo otro valor”.
También vemos a madres, padres y hermanos arreglar matrimonios sin consultar a las mujeres, aunque éstas protesten no son escuchadas. Su vida, al final, no les pertenece es un bien familiar y que conforme a esos intereses será comerciada. La propia Lady Danbury, quien en buena parte de la serie se muestra como una mujer poderosa e independiente, admite que sus padres la casaron con un hombre mayor y que durante todo su matrimonio no disfrutó del sexo. Aunque la palabra violación no se menciona.
También llamó mi atención la representación diversa, con ello me refiero a que como integrantes de la alta sociedad de Londres hay persona afrodescendientes, asiáticas, indias y, desde luego, blancas. Además, hay personajes con discapacidad, sin que se les muestre de una forma asistencialista, y personas de la diversidad sexual. En la serie el pintor Henry Granville dice a Benedict: “estoy enamorado de Lord Wetherby, vivimos en constante peligro, yo arriesgo mi vida todos los días por amor”.
Puede ser que muchas personas piensen que la diversidad en la producción está demás, pero me gustaría comentarles que de acuerdo con el Hollywood diversity report 2024, elaborado por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), la población negra, indígena o de color está subrepresentada en la industria cinematográfica. Lo mismo ocurre con las personas con discapacidad y las mujeres. Así que la representación sí importa, eso es un punto bueno para la serie.
Un punto favorable es que en las relaciones sexuales entre protagonistas, exceptuando a Lady Danbury, hay consentimiento como debe de ser: una decisión libre y consciente para relacionarnos de manera física, afectiva y emocional con otra persona. Los hombres esperan una señal de las mujeres para avanzar, pero no sólo eso, les preguntan si están de acuerdo con seguir. El personaje de Simón Basset, esposo de Daphne, intercambia algunas frases durante su noche de bodas: “¿quieres que me detenga?”, “¿cómo te sientes?, ¿te gusta esto?”. Un punto fundamental, porque el consentimiento sexual puede ser retirado en cualquier momento.
Se me ocurren más cosas qué recuperar de Bridgerton, por ejemplo, hay personajes de mujeres que son dueñas de su destino y no necesitan de un hombre para tener éxito, como la modista Genevieve Dealcroix. También el hecho de que la sincera amistad entre mujeres es una de las cosas más valiosas y poderosas, no sólo por cómo se apoyan Eloíse y Penélope, sino la forma en que comparten Lady Danbury, Lady Bridgerton (la madre Bridgerton) y la reina Charlotte sus problemas y soluciones. Hasta Cressida Cowper, antagonista de Penélope, se suaviza con la amistad de Eloíse y confiesa: “sí ha sido difícil encontrar esposo y ha sido aún más difícil encontrar una amiga, no he tenido muchas amigas desde mi debut (ante sociedad para buscar marido), la temporada se interpone entre las jóvenes poniéndonos unas contra otras”.
Terminaré esta parte de las cosas que considero aciertos de la serie con otro punto importante: la crítica a la masculinidad hegemónica (hay quienes le llaman tóxica) por un hombre. Quizás no es tan constante o intensa, pero el hecho de que exista ya es algo. Colin, después estar con sus amigos en el burdel y el club de hombres, les dice: “es agotador, ¿no creen?, la necesidad impuesta de actuar con desenfado ante la única cosa en la vida con un significado genuino, ¿no les parece solitario?”. Se refiere al sexo, pero también a la relación que tienen con las mujeres en general, el verlas como objetos de adorno en sus casas o de deseo con las amantes.
¿Compromiso o simple coqueteo?
Pasando a los errores, el principal, desde mi punto de vista, es la exaltación del amor romántico. Antes de profundizar en esta parte dejemos claro a qué me refiero con “amor romántico”, de acuerdo con Marcela Lagarde es un concepto que encierra la idea de “amor puro” y donde se comparten intereses, donde las mujeres lo dejan todo por amor y se consagran a su ser amado, mientras los hombres se consagran a sí mismos y a sus objetivos. Lagarde abunda “mujeres y hombres aman, y lo hacen de maneras diferentes, con la creencia en la universalidad del amor y en que el amor es para unas y otros la vía privilegiada de la felicidad. Sin embargo, el amor encierra recovecos de dominio que generan desigualdad, lazos de dependencia y propiedad, así como privilegios e inequidad que generan frustración, sufrimiento e incluso daño”.
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Como lo dijo Kate Millet, “el amor ha sido el opio de las mujeres como la religión de las masas”, y es que gracias a ello gran parte del trabajo de cuidados y del hogar no es remunerado, porque se piensa que las mujeres deben hacerlo por obligación, pero también por amor. Además, como plantea Lagarde, el amor es el motor de vida y sentido de la existencia de las mujeres, en nombre de ese amor se perdonan muchas cosas, no sólo infidelidades y mentiras, sino otras formas de violencia aún más graves y que a muchas le has ha costado la vida. Y esto es grave, porque de acuerdo con Estudio mundial sobre el homicidio 2023, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), a nivel mundial el 55% de las mujeres son asesinadas por su pareja o miembro de su familia.
Es por ello que digo que la serie coquetea con el feminismo, pero no se compromete realmente. Por ejemplo, de qué sirve que Eloíse lea a Mary Wollstonecraft, una de las precursoras del movimiento feminista y hasta acuda a una reunión de mujeres que luchan por la igualdad, si no se involucra más porque le da miedo que eso “arruine” a su familia, ya que es mal visto que se relacione con “los plebeyos”, es decir, personas sin títulos nobiliarios y más aún si son “radicales”. Es contradictorio que por un lado Eloíse diga: “quiero una vida diferente y en verdad creo que soy muy capaz de algo más, aún si no me permiten tener otra cosa”, si al final sabemos que acabará enamorándose y casándose como el resto de su familia.
Otra parte que me resulta especialmente chocante es la reproducción obligatoria, también asociada con esta idea de amor impuesta: el fruto del amor son las hijas e hijos. Por ejemplo, aunque Daphne aceptó al inicio que no tendría hijos con su esposo Simón, quien juró a su padre abusivo no tener descendencia, y vivían una vida sexual plena, acabó casi obligándolo a tenerlos. Hijas e hijos de la reina Charlotte se lo reclaman: “esta carrera es cruel, es lo único que te importa, Georgie está de luto, su hija murió, no le has mostrado ni un momento de verdadera gentileza, ni consideración o compasión, de hecho, con ninguno de nosotros has mostrado compasión. ¿Sabes con cuánto ahínco hemos trabajado para proporcionarte un valioso heredero?”.
Aunado a esto, Bridgerton sigue teniendo muchos estereotipos de género: hombres que se agarran a golpes a la menor provocación, donde sus espacios de sociabilización son generalmente los burdeles y los clubes de hombre, donde por supuesto hay bebidas alcohólicas y mujeres. En contraste, a las “damas” se les muestra como envidiosas, chismosas y banales. Si bien entiendo que es un producto que pretende ilustrar lo que ocurría en cierta época, más o menos el año 1813, no lo hace con un apego riguroso y podría jugar con otros modelos de masculinidad, principalmente.
Para ir cerrando, la última cuestión que me parece importante criticar son los privilegios y mandatos de clase. Toda la seria refleja lo que ocurre en la “nobleza”, vemos muy pocas escenas de la gente común y corriente, para nada sus problemas y sus anhelos. Ocurre lo mismo que con el feminismo, Bridgerton juguetea con una crítica a los privilegios de clase, pero no lo hace en serio. Theo, un impresor que se relaciona brevemente con Elóíse, le dice: “debí saberlo, que usted no podría ser diferente a las otras señoritas. Está bien, señorita, se asomó a mi vida para poder sentirse un poco mejor sobre sus privilegios de nacimiento”. También unos colegas de Benedict en la escuela de arte comentan: “hablan de la guerra en el extranjero para distraer de la inequidad en casa”, “no necesitan una guerra para distraerse, la tal Whistledown basta para que alejen la mirada de las necesidades del pueblo”.
Todo este choro para decirles: está bien disfrutar de las series, películas y demás productos de entretenimiento, pero nunca dejemos de hacerlo con una mirada crítica, feminista, antirracista y anticlasista, porque en medida que lo hagamos y lo externemos se incentivan contenidos mejores, más pensados y con una narrativa digna para todas las personas.
EL PEPO