Las extremas temperaturas y las fuertes lluvias que se han registrado en el último mes en la Ciudad de México están amenazando los cultivos, en su mayoría de temporal, que representan la fuente de ingresos y alimentos de familias productoras que viven en las alcaldías del sur de la ciudad.
Durante el mes de junio, el clima de la Ciudad ha variado de manera muy drástica. Durante los primeros días del mes se registraron fuertes granizadas que destrozaron cultivos de milpa que ya habían comenzado a crecer. Después vino la ola de calor provocando temperaturas de casi 33 grados centígrados, provocando estrés hídrico y quemando los cultivos.
Isaac Suárez, integrante de la Cooperativa “Construir en raíces”, explica que quienes mantienen y rescatan la agricultura tradicional en la Ciudad de México son familias productoras que realizan cultivos de temporal (dependen de la caída de lluvia en ciertos meses), y si bien siempre han existido condiciones naturales que no se pueden predecir, desde hace varios años enfrentan una “serie de situaciones atípicas que cada vez son más típicas”.
La Cooperativa tiene cultivos permanentes de manzanas, duraznos, tejocotes y ciruelas, cuyos árboles no lograron resistir al granizo de hace unas semanas, que alcanzó hasta 4 centímetros y devastó el 80 por ciento de la huerta. Las altas temperaturas están impactando la milpa, pues muchas plantas se han marchitado y las que venían germinando se quemaron. Ante esta situación la cooperativa decidió retrasar la siembra de amaranto y trigo.
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Los cambios drásticos del clima tuvieron un impacto directo en la economía de las 10 personas que integran la cooperativa, pero también un impacto emocional del que nadie habla, “los compañeros se pusieron a llorar cuando vieron el granizo, (esto te hace pensar) hasta qué punto puede ser el sistema resiliente ante todo lo que puede pasar”, contó Isaac.
Daniel Vázquez, fundador del Colectivo Rural Actopan y quien perdió por completo su cultivo de milpa en su huerta familiar, llama a estas condiciones extremas un “desastre natural” socialmente provocado, consecuencia de las “modas de consumo alimenticio” que ahora rigen en el sistema agrícola.
“Estamos acabando con todos los recursos, (ahora decimos) vamos a consumir aguacate y deforestamos toda la diversidad que existe para priorizar esos monocultivos”, señaló Daniel y explicó que, desde hace algún tiempo, debido al calentamiento global, familias de pequeños productores han modificado sus ciclos de siembra, atrasando o adelantando los meses de siembra, y cada vez más se “enfrentan el volado de que de repente caiga una granizada o una sequía inesperada”.
Daniel e Isaac coinciden en que la emergencia climática no se va a detener y afecta de manera más directa a los pequeños productores, que siempre se encuentran desarrollando conocimiento empírico sobre cómo construir sistemas agrícolas más resistentes, que puedan captar de mayor medida la humedad del suelo.
Para Daniel esta situación hace más evidente la importancia de preservar las semillas nativas y diversas, pues “como vamos sembrando año tras año, van sobreviviendo las más aptas, es lo que te va a dar la adaptabilidad genética”, es decir semillas que se van adaptando incluso a los cambios extremos que se están enfrentando.
Este trabajo ha sido financiado como parte del Bertha Challenge 2023 centrado en alimentación. Para saber más sobre este proyecto da click aquí.
* Foto de portada: Greta Rico, Bertha Foundation
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