Lado B
El árbol de la esperanza es una madre buscadora
Un antimonumento vivo y de memoria que no ha dejado de incomodar a los gobiernos emanados de la derecha política
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
16 de diciembre, 2022
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Diciembre es el mes que relacionamos con la familia, con las fiestas, con la navidad, el año nuevo, con estar con nuestros seres queridos. Pero eso cambia cuando desaparece una persona: la navidad, dicen muchas madres buscadoras, es sinónimo de ausencia, es un recordatorio del dolor y de la falta de una persona amada.

Por eso muchos colectivos de familiares de personas desaparecidas empezaron hace años a hacer un acto de memoria en un llamado “árbol de la esperanza”, que consiste en colocar fotografías e imágenes de quienes no han regresado a casa como una suerte de recordatorio, de memoria viva y en movimiento, y un acto de búsqueda. En diciembre de 2019, un año después de haberse fundado el colectivo “Voz de los desaparecidos”, las buscadoras poblanas decidieron sumarse a este memorial temporal inspiradas en sus compañeras de otros estados. 

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La fundadora del colectivo, María Luisa Núñez, dice que el poner el árbol implica resignificar la memoria de los que no están, y a la vez apropiarse del territorio, de los espacios públicos que les permiten visibilizar el grave problema de las desapariciones. Aunque en Puebla las autoridades han insistido constantemente en negar este fenómeno en el ámbito local, es un hecho que ocurre.

Podemos remontarnos hasta Mario Marín, el famoso “gober precioso”, cuyos escándalos evidenciaron la colusión de la trata de personas (sobre todo mujeres) en el corredor Puebla-Tlaxcala, delito que lleva décadas ocurriendo ante gobiernos municipales, estatales y federales que lo permiten. En fechas recientes recordemos que todo este 2022 el gobernador Miguel Barbosa constantemente ha minimizado las desapariciones en Puebla, diciendo que las mujeres se van con el novio y retando públicamente a los colectivos a que “prueben” que las personas ausentes sí están desaparecidas y no se fueron por su propia voluntad.

También el nuevo ayuntamiento de la capital poblana, encabezado por el panista Eduardo Rivera, lleva dos años consecutivos quitando las fotografías del árbol de la esperanza: en 2021 retiró las imágenes, provocando el enojo de familiares y protestas para finalmente, a regañadientes, volverlas a colocar. Y este año optaron por otra estrategia: podaron las ramas de los dos árboles que están justo frente a la entrada de la Galería de Arte del Palacio Municipal de Puebla, a unos metros de la puerta del Ayuntamiento, en pleno zócalo, y dejaron las copas muy altas, a casi tres metros, para que no hubiera ramas para colgar las fotografías.

Claramente, eso no detuvo a las familias. Desde que lo colocaron, el sábado tres de diciembre, han recibido visitas y rondines desde trabajadores del ayuntamiento, cuerpos de seguridad pública, y personas sospechosas vestidas de civil.

Para el colectivo, que el ayuntamiento haya quitado las fotografías y llegue a amedrentarlos tiene un doble significado que también es simbólico del actuar del gobierno: en primera, porque no les gusta afrontar la realidad, que sus promesas de campaña se quedan en sólo eso, en palabras al aire. En segunda, que para las autoridades el que esté el árbol es desagradable, es una “mala imagen” que haya fotos de personas desaparecidas en el pleno corazón de la ciudad, porque visibiliza una situación que no han logrado prevenir, ni erradicar.

“Eso significa también para ellos el actuar de ellos. Que no han entendido nada, que no han aprendido absolutamente nada de la vida, de lo que realmente vale la pena y lo que significa estar vivos, llegar a casa, encontrar a su familia completa, no han entendido absolutamente nada. ¿Cómo les hacemos entender?”, dice la fundadora del colectivo.

Con el paso del tiempo, quienes integran “Voz de los desaparecidos” han hecho conciencia de que poner el árbol también es una acción de búsqueda. “Hemos obtenido información de personas que nos llaman y nos dicen, oye pase en el zócalo, vi la fotografía de tal persona, y de esa persona sé esto, aquello, y nos llega información que se traduce en pistas para encontrar a los desaparecidos”, cuenta María Luisa.

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Foto: Marlene Martínez

Pero al mismo tiempo el “árbol de la esperanza” es un mensaje hacia la ciudadanía para que sepan lo que pasa en Puebla, porque pese de la gravedad de la crisis de desapariciones, muchas personas no saben que esto sucede, ni que es un delito: “entonces mucha gente no denuncia, no dice, no busca, se quedan callados”.

Este antimonumento vivo, de memoria en construcción, es una manera de decir a quienes tienen un familiar desaparecido que aquí está alguien que puede escuchar sin cuestionar, y acompañar en la medida que se pueda. Hay personas que han llegado en estos días a partir de ver las fotos, que se han acercado al colectivo y se han sumado para el acompañamiento. “El árbol es eso: visibilizar, que la gente sepa que lo está ocurriendo, y que quien lo está viviendo sepan que no están solos.”

Este año, a falta de ramas, las familias colocaron alrededor de los dos troncos una estructura de alambre, recubierta de guirnaldas verdes haciendo alusión a las ramas de un árbol de navidad, donde colgaron fotografías y un tendedero. Desde las cartulinas plastificadas hay hombres, mujeres, niñas, adolescentes, niños, que sonríen, o que miran fijamente, que esperan regresar a casa. 

El árbol que eligieron desde 2019 tiene muchos años, tiene raíces bien agarradas a lo profundo del suelo, a las entrañas de la tierra, y pese a que lo podan, le quitan las ramas, a que lo ensucian, se mantiene de pie. Y eso, dice María Luisa, es lo que significan las madres, padres y familias buscadoras: mantenerse de pie, con las raíces aferradas al suelo, con la esperanza de poder encontrarles algún día.

El árbol de la esperanza es una madre buscadora.

 

Foto principal: Marlene Martínez

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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