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El problema sigue creciendo: hipopótamos a la venta en Colombia
A finales de octubre, un hombre fue atacado por un hipopótamo y casi pierde el brazo. Sin embargo, no es el único caso de agresiones por parte de esta especie introducida por el narcotraficante Pablo Escobar, a principios de los años ochenta. Hoy en día se estima que podría haber hasta 100 animales libres que ponen en riesgo a la gente que habita en el Magdalena medio
Por Mongabay Latam @
30 de noviembre, 2021
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Diana María Pachón

El 31 de octubre de 2021, día de Halloween, John Aristides Saldarriaga, o ‘Chispún’, como es conocido en Doradal (Antioquia), sintió detrás de él la muerte en forma de hipopótamo y de unas dos toneladas de peso.

Dice que estaba pescando en el lago de la vereda Las Brisas junto a dos amigos. No era la primera vez que pescaba allí a pesar de la presencia de la peligrosa especie. Su filosofía era: “ni tú me molestas, ni yo te molesto”, y con ese pensamiento lanzaba la caña y en pocos lances, según él, capturaba tilapias, bocachicos y tucunarés para venderlos en el pueblo.

El día del ataque no vio en las aguas al animal. Pensó que se había marchado a otro lago, y con esa seguridad se acercó a la orilla, solo, sin sus amigos. Lanzó el nylon y esperó un rato. De repente, a pocos centímetros de sus pies emergió el hipopótamo. Apenas vio esa mole tan cerca y agresiva tiró la caña de pescar y, como alma que lleva el diablo, empezó a correr por los pastizales cenagosos y a rezar para no ser presa de las fauces de la bestia monumental.

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El pesado cuerpo del hipopótamo, capaz de correr a unos 40 kilómetros por hora, emitía un pum, pum, pum asustador con sus pisadas, un sonido similar a los latidos del corazón —como describen todos aquellos que han tenido el infortunio de huir de esos animales—. Saldarriaga, ya exhausto, pero sin dejar de correr, giró el rostro para ver la distancia entre el hipopótamo y él. Por no estar pendiente de su camino dio un traspié y cayó.

La cría se pierde en la profundidad del agua y luego vuelve a salir. Humana y animal se persiguen y se abrazan. / Foto: Diana María Pachón

Al levantar la mirada observó sobre él la jeta rosada de colmillos sobresalientes, y para evitar que le triturara la cabeza puso los brazos en forma de cruz. La mordida le penetró el brazo derecho rasgando la piel, rompiendo músculos y nervios hasta llegar a los huesos. Lanzó un grito desgarrador y lloroso para pedir auxilio a sus amigos. Ante la gritería, el hipopótamo, con el brazo del hombre todavía en las fauces, lo levantó y luego lo arrojó por los aires como un muñeco, lanzándolo varios metros más adelante. Mareado y con el corazón convulsionado aún por el miedo, John Saldarriaga asomó la cabeza entre la maleza. El hipopótamo lo estaba observando en el mismo lugar de donde lo lanzó. Luego de unos segundos en los que uno miraba con terror, y el otro con rabia, el animal dio la vuelta y regresó al lago.

“Si hubiera querido me tritura de un mordisco, y chao vida, pero me miraba como queriendo decir: ‘esta te la perdono, pero si vuelves te mato’”. Con la convicción de esa amenaza, Saldarriaga se juró no volver.

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Los amigos, después de ver el espectáculo, socorrieron al herido, que estaba a punto de desmayarse por la cantidad de sangre derramada, lo subieron en una moto y lo llevaron hasta el puesto de salud de Doradal. Debido a la gravedad de las heridas y la insuficiencia de recursos médicos para atenderlo, fue trasladado al hospital de Rionegro, ciudad ubicada a 170 kilómetros de distancia y muy cerca de Medellín.

Al parecer, sí fue una advertencia porque la mordida, que puede alcanzar un peso de 126 kilogramos por centímetro cuadrado, no fracturó los huesos. Lo más grave del ataque fue la infección producida por la contaminación bucal del hipopótamo, por eso Saldarriaga fue recetado con antibióticos para atacar el proceso infeccioso, y a diario las heridas eran limpiadas y suturadas.

Debajo de la cama. Ese es el lugar preferido por la pequeña hipopótamo que fue separada de su madre por el tráfico ilegal hace varios meses. / Foto: Diana María Pachón

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Expansión, ataques y tráfico de hipopótamos

En Doradal, corregimiento del municipio de Puerto Triunfo, corrió el rumor de que el herido pretendía capturar una cría para venderla. En la zona es de conocimiento público que se trafica con estos animales pero la Policía de la zona lo niega. Dicen que no han recibido ninguna denuncia. Sin embargo, al menos seis crías han cruzado frente a la estación de Policía escondidos en camionetas o camiones, manifiesta uno de los traficantes.

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Al consultar al Ministerio de Ambiente, la entidad no se pronunció sobre este tema y le dio la vocería al Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt. Una experta le explicó a Mongabay Latam que el trabajo del Instituto se enfoca en entender las consecuencias de esta especie para los habitantes y el ecosistema. Por su parte, la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare) —autoridad ambiental de la zona— dice que ha denunciado la venta de hipopótamos ante la policía de Doradal, pero hasta el momento no se ha hecho nada.

El ataque a John Saldarriaga no es el único reportado. El 20 de mayo de 2020, un hipopótamo atacó a Luis Enrique Díaz en el corregimiento Estación Pita, también de Doradal. Según el hombre, estaba llenando de agua una bomba para fumigar cuando del río emergió un hipopótamo resoplando de furia al sentir invadido su espacio. El campesino intentó correr, pero fue embestido.

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Después de un año, Díaz apenas sale de su casa para recibir el sol y se oculta rápido para evitar la mirada de los curiosos que desean ver cómo queda una persona después del singular ataque. No puede trabajar. Su hermano lo cuida de las entrevistas y por eso nuestro diálogo es corto. El hombre recuerda el peso de las patas sobre su cuerpo, las costillas rotas, el pulmón perforado y la fractura de una pierna.

En el lago en el que Chispún fue atacado no es usual la pesca. Las aguas son densas y quietas. Los pescadores avezados van al río Magdalena, la arteria que cruza casi todo el país de sur a norte, hasta desembocar en el mar Caribe.

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Además, según David Echeverry, biólogo de Cornare: “las heces de los hipopótamos sumadas a las continuas salidas y entradas al lago aumentan la carga orgánica y pueden acelerar el proceso de eutrofización”. En términos coloquiales, las aguas se convierten en una sopa verde y espesa por el exceso de nutrientes. Esto tiene como consecuencia la desaparición de muchas especies. Echeverry también afirma que Saldarriaga fue “muy aventado por meterse a pescar justo en ese lago donde hay una hembra con cría”.

Madre e hijo ahora habitan un lago aledaño al del ataque, junto a otros cuatro hipopótamos. Si la grande se sumerge, la pequeña hace lo mismo. Si la grande saca los ojillos, la pequeña también. En las noches se pasean por la zona y regresan al amanecer. La madre se mantiene alerta ante la presencia de cualquier humano.

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En el lago no hay policía ni ejército que evite la entrada de turistas, pescadores o curiosos, apenas hay unas señales de tránsito instaladas hace una década, y ahora desvencijadas con la figura borrosa de un hipopótamo y la palabra “peligro”.

A principios de los ochenta, el conocido narcotraficante Pablo Escobar mandó a traer de África un macho y tres hembras para completar el sueño de tener el mayor zoológico del mundo. Cuando el capo de la droga murió abaleado en Medellín, en 1993, los hipopótamos abandonados, sin murallas, ni veranos mortales, se multiplicaron y luego colonizaron otros lagos a cientos de kilómetros. Se han visto en Barrancabermeja, ciudad ubicada a más de 200 kilómetros de distancia. Luego de crecer, reproducirse y esperar la muerte, hoy los expertos estiman una población de casi 70 animales libres en caños y ríos.

Aún no hay muertos por cuenta de ataques de hipopótamos en Colombia pero, ante la libertad de la especie y la curiosidad de la gente, el peligro es latente. Por eso Cornare, en octubre de 2021, inició el plan piloto para aplicar GonaCon, un anticonceptivo para machos y hembras. Según David Echeverry, en una semana 24 ejemplares recibieron la dosis por medio de dardos.

 

 

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*Foto de portada: Para la hija del traficante, las crías de hipopótamo son mascotas pasajeras a las que cuida y con las que juega todos los días. / Diana María Pachón

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