Lado B
Narrativas de la ausencia
Ocho mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos contaron su historia guiadas por la poeta Judith Santoprieto, para convertirse en su propia palabra a través de la narrativa o la poesía
Por Pie de Página @PdPagina
30 de agosto, 2021
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Norma Trujillo Báez

El viento jugaba con el improvisado salón adaptado en el jardín de una casa y hacía que volaran los pliegos de papel bond que fungían como pizarrón. De repente, una mujer dijo en voz alta: “Yo traje la foto de mi hijo, la ropa no. Me pongo a llorar”.

Estaba sentada allí, junto con otras nueve madres, esposas y hermanas de personas desaparecidas en el puerto petrolero de Coatzacoalcos, “para fluir pensamientos y expresar el dolor”.

Una madre resumió el sentimiento de todas: “Tengo el corazón dividido. En un lado está mi hijo desaparecido y en el otro, mis otros hijos, mi nieto. Hay un puñal y si me acuerdo de mi chiquito, el puñal se mueve».

Quizá el viento también ayudaba a formar el remolino de la mente de esas mujeres. Un remolino en el que aparecía la insolencia de la muerte, del dolor, de la pérdida constante, del esfuerzo por construir o reconstruir el momento en el que dejaron de ver a su familiar, como quien se pasa la vida armando un rompecabezas que no termina nunca.

Algunas determinaron que tenían que construir la memoria desde el amor, el respeto, la solidaridad, la igualdad, la hermandad y la empatía. Más allá del temor, porque las familias de personas desaparecidas en México siempre son estigmatizadas. La gente juzga a sus familiares y los asocian de inmediato con alguna actividad criminal. Se burlan de ellas. Por eso, escribir poesía o alguna prosa narrativa tendría que ser un acto íntimo, que partiera de eso que las une a sus desaparecidos y que confirma su experiencia con ellos.

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Otras consideraron que la escritura podía ser una fortaleza para sacar sus emociones. Para sacar la alegría oculta en el dolor. Y también el enojo.

De eso se trataba, entonces, la actividad. Las ocho mujeres sentadas esa tarde en el jardín de una de ellas reescribieron al sentido figurado una frase: TUS HERMOSOS OJOS.

Los ojos de los ausentes fueron entonces:

tus brillantes luceros

tus ventanas del alma

tu mirada penetrante 

tu mirada brillante…

Nace la palabra

Judith Santoprieto y el Colectivo Madres en Búsqueda Coatzacoalcos durante el taller de poesía / Foto: María Ruíz

La herida está abierta, aseguran integrantes del colectivo Madres en Búsqueda Coatzacoalcos. Y el dolor se hace más intenso cuando se acerca La Navidad.

En el invierno de 2020, año de la pandemia, las ocho mujeres asistieron al taller de Narrativas por la Desaparición Forzada, impartido por la poeta Judith Santopietro. La propuesta era liberar emociones. Que cada una de las participantes contara su historia, dejando de lado la premisa que se utiliza en la literatura o en el periodismo en el que otros cuentan sus historias. Aquí se trataba de convertirse ellas en su propia palabra.

Este proyecto de narrar la desaparición desde la propia voz de quienes buscan comenzó a gestarse desde 2012, cuando Judith Santopietro emigró a Estados Unidos después de sufrir un intento de secuestro.

“Al día siguiente de ese hecho, la Marina asesinó a mi sobrino en un operativo en Córdoba. Entonces eso me hizo irme del país y decidir que en algún momento quería escribir sobre lo que estaba sucediendo y comencé escribiendo un libro sobre la guerra, pero por ese proceso de trauma en el que mucha gente víctima de la violencia está inmersa, mi escritura se detuvo”, relata.

Migrante en Estados Unidos, Judith hacía talleres con mujeres indígenas migrantes en Estados Unidos, sobre los procesos que significaban migrar y hacer comunidad en el nuevo territorio que era Nueva York y New Jersey, de cómo se construía ese territorio a través de las historias, a través de la gastronomía, la lengua y como en conjunto con todos esos elementos se volvía a reafirmar una identidad no indígena.

En 2016 recibió las noticias de cómo Veracruz, su Veracruz, había conseguido un título nada halagador: “La fosa más grande de Latinoamérica”.

Las mujeres que buscaban a sus familiares habían localizado, cerca del puerto de Veracruz, un predio que servía de cementerio clandestino. Ahí se localizaron 22 mil fragmentos óseos, cientos de cuerpos sin cabeza, huesos quemados y 298 cráneos. Y era apenas la punta del Iceberg.

Judith leía esas noticias lejos de su tierra de Córdoba, y de alguna manera le detonó más emociones: “Lo de las fosas de Colinas de Santa Fe para mí fue devastador”, recuerda.

Cuando regresó a México, entró en contacto con Técnicas Rudas –una organización ubicada en Puebla, que busca aportar a los movimientos sociales y a la defensa de los derechos humanos a través de consultorías de fortalecimiento institucional, desarrollo de proyectos, investigación estratégica, y tecnología–, y le entró a dar un taller con familiares de desaparecidos.

Pero no pensó escribir desde su posición como escritora, en solitario, sino intentar la escritura comunitaria. Escritura colectiva, activa, que acompaña con el cuerpo, en el dolor, en el propio territorio.

“A Patricia Nieto, la periodista colombiana (que dirige el proyecto de Hacemos Memoria) la conocí en Texas. Ella decía que para hacer la entrevista había que entrar en empatía y estar en esos territorios. Se me ocurrió que para el proyecto de Técnicas Rudas debía echar a andar una metodología, en la que participaran los familiares de desaparecidos, que contaran sus historias, y creo que en el proceso del taller nos vamos dando cuenta de que la gente tiene capacidad de escribir, que en algún momento juegan con el lenguaje, logran creaciones estéticas que muchas veces desde estas posiciones de escritores/escritoras, periodistas no los podemos ver y lo minimizamos”.

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*Foto de portada: María Ruíz

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