Sabíamos que era prácticamente inminente, la pregunta era cuándo. De cualquier forma creo que nunca se está verdaderamente preparadx para este tipo de noticias.
Fue por eso que, cuando Emmanuel Macron anunció por cadena nacional el jueves 12 de marzo por la noche que las escuelas y universidades de toda Francia cerrarán a partir del lunes 16, Marjorie solo atinó a gritar merde… Malinali, nuestra hija de 3 años y jefa de la Brigada de la decencia desde hace un mes, le gritó desde su cama que pidiera perdón, como corresponde.
La reacción de Marjorie condensó un cálculo que quizá muchos otros adultos no han hecho: la contingencia durará alrededor de dos semanas a lo que se sumarán las dos semanas de vacaciones de Pascua que inician el 6 de abril en la región de Occitania. Serán largas jornadas en las que los papás y mamás tendremos que ser más creativos y pacientes que de costumbre… o confiar en la sabiduría infinita del algoritmo de Netflix.
Primero, el 29 de febrero, las autoridades cancelaron las concentraciones de más de 5 mil personas en espacios cerrados. El 8 de marzo, la restricción fue para las actividades que “no fueran indispensables para la continuidad de la vida de la nación” y que congregaran a más de mil personas. El viernes 13, a menos de 24 horas del anuncio del presidente Macron, su primer ministro, Edouard Philippe, cambió una vez más esa cifra: máximo 100 personas en un solo espacio cerrado o abierto, mientras que en algunas regiones con mayor número de contagios, el límite sería de 50 almas. Tomando en cuenta que en 24 horas hubo 800 nuevos casos de infectados, para un total de 3 mil 661 en todo el territorio, las medidas nos parecen totalmente justificadas.
A pesar de estar de acuerdo, algo no nos cuadra. ¿Por qué esos cambios progresivos en las cifras?, ¿es que el gobierno jugó a la lotería sin tener la más mínima idea de las medidas a tomar o, más bien, conocedor del carácter testarudo del pueblo galo, entendió que imposiciones drásticas e inmediatas que atentaran contra el savoir vivre francés provocaría una trifulca al más puro estilo de la aldea de Ásterix?
Al final, se tomaran las medidas que fueran, las críticas se habrían hecho presentes. La temperatura social empezó a aumentar en octubre de 2018 con la aparición de los chalecos amarillos, y tomó un par de grados más con las movilizaciones contra la reforma a la ley de jubilaciones.
Sin pretender que la vida se detenga de golpe y que todo el mundo se encierre en sus casas, en estas primeras horas seguimos viendo cierta desconfianza ante las recomendaciones del gobierno.
Así, sea por fidelidad a teorías de la conspiración o por un espíritu de contradicción, en nuestro entorno seguimos teniendo a gente que apenas hoy nos invitó, con todo y niña, a inauguraciones de bares, a pasar la tarde en un buffet o a festivales para recibir la primavera porque, claro, todo es solo un pretexto para ocultar los malos manejos de la economía global.
De todas las cosas que nos preocupan de este encierro no están, por el momento, el abastecimiento de comida, agua, gel antibacteriano, máscaras médicas o de papel de baño. Tampoco el seguir minuto a minuto el programa de actividades pedagógicas que la Directora Marjorie ha desarrollado para la Escuela Doméstica “Mártires del 12 de marzo”.
No. El reto será tener una conversación de adultos al respecto de la contingencia sin generarle angustias a una niña que cada fin de semana pide ir a la escuela para ver “a la maestra bonita” y cuya rutina se verá severamente afectada. El reto será hablar de China – porque seguro será mencionada – sin que esa misma niña, de nuevo erigida en jefa de la Brigada de la decencia, nos acuse de haber dicho una “mala palabra del idioma de papá”.
Somos precavidos pero sin entrar en pánico. Aunque hoy hicimos compras de chocolate y cerveza más abundantes que de costumbre, la histeria por hacer reservas no se ha apoderado de nosotros. Eso, claro, si no consideramos el asalto a la biblioteca de la universidad, previendo su cierre indefinido y por ende el corte a nuestro suministro de novelas gráficas, música y películas. Por eso, para continuar con este espíritu zen, mañana veremos El Marciano, con la esperanza de que esta historia sobre un ser humano aislado en un territorio hostil nos de algunas ideas sobre cómo sobrevivir a nuestro encierro.
[quote_box_center]Marjorie y Alonso viven en Nîmes, Francia, en la región administrativa de Occitania. Desde el 12 de marzo viven en el continente que la OMS considera el “epicentro de la pandemia mundial”. Encerrados en casa con su hija de 3 años, buscan combatir sus impulsos suicidas a través de estas crónicas.[/quote_box_center]
EL PEPO