Capítulo I. Lucero trotavientos. Ni antes ni después de la suspensión giratoria Lucero describe a ciencia cierta cuánto dolor percibe, asimila o esquiva
Comenta le resulta
«apoteósico» «volar», a trote con el cuerpo suspendido desplazándose a un estado poco a poco vaporoso
–Yo no siento estimulación sexual; pero sí, la sensación de suspenderme insinúa no menos que la prolongación de un orgasmo, sin consumar el acto. Así lo veo. Deben ser las endorfinas liberadas
«¡Apacíguate Lucero!» imagino dictatoriales minúsculas bocas
abriéndose paso dentro de cada neurona. Afuera, nada
Hay punzadas de principio, durante la perforación. Al paso de
pocos minutos
cambia a ser cuestión de «credibilidad»; es decir –no sé si me explico bien pero–
a la cuarta o quinta vuelta
dejo de creer en el dolor. Juego el tropo de «trotar el viento»
Y evoca la noche del tatuaje inacabado sobre la espalda de Stella. Primero, la escena donde mueve un brazo fonocaptor a la pista del disco azul cuya espiral de mandala comienza en un volcán afuera
vuelto nube vuelta ave
vuelta ojo parpadeante
Se puso los guantes de látex. Depuró la tersa espalda-lienzo desde la raíz del cuello hasta el pronunciamiento de las nalgas
estelares
Fijó papel pasante con el diseño previsto. Calcó
palmo a palmo con jabón el esténcil de una mujer alada, desnuda en el universo
Es un ser angelical
que sale de la Tierra
cruza la Luna
busca llegar a Venus; girasólico, el Sol, a la altura del hombro
El ángel deja un vestigio de polvo sideral
–Oye Lucero, una preguntita: ¿Por qué te suspendes? –cuestionó la joven del tatuaje en proceso
–Para liberarme
♫ y de repente
estás muy sólo ♪
–Esa canción está padre, me gusta -así, tal cual, cambió de tema- tenía mucho sin escucharla
y la tienes en vinil
–Es música de la nostalgia
–En mi pueblo lo llaman chavorruquez
–Pues es preferible ser chavorruca, a una hipster que se obliga a escuchar esta música sin sentirla, por mera pose a veces momentánea
–¿A ti qué te hace sentir
o recordar, Lucero?
–¿Qué, la música o la suspensión corporal?
–La música. O ambas
«Creció en mi frente un árbol.
Creció hacia dentro.
Sus raíces son venas,
nervios sus ramas»
Octavio Paz
♪ Nadie es nada, solo adentro ♫
–Pues muchas cosas, Stella
que incluso no tengo presentes ahorita; unas sí, unas no, pero allí están en collage
ramificadas en la memoria. Recuerdo mis tiempos de secundaria, vivía en Tijuana;
me veo caminando con mis Dr. Martens y mi camisa de Use Your Illusion
por la calle Revolución mientras escucho Pobre de Ti en mis walkman o discman
Hay burros pintados de cebras, escándalo de spring breakers en las terrazas de los bares;
sucede el «Efecto Tequila»; vuelan canciones, otra música, máscaras, artesanías de infinitos colores; se escuchaba fuerte La Cuca; tuve una compañerita que sufrió bullying por eso de la «señorita cara de pizza»; una amiga que bailó November Rain en su fiesta de XV años, desinvitó a la fresa porque primero la vio llorar la separación de sus padres
pero poco después lloró más la separación de los New Kids On The Block;
el Chupacabras en Ocurrió Así de Telemundo; terminó el mandato de Salinas;
se levantó en armas el EZLN; firmaron el TLC; murió Kurt Cobain; mataron a Colosio y hubo un Aburto que después no se parecía;
Shoemaker-Levy 9 impactó Júpiter
y nació mi conflicto de enamorarme de otras niñas
Fragmentos ligados
líneas como nervios
♫ te desbarata el viento sin dudarlo ♪
Stella sonrió. Hizo un leve movimiento boca abajo en la camilla, como estaba, rodeándose los senos con los brazos cruzados. A Lucero le quedó impreso el gesto imborrable cuando la
joven volteó a verla de reojo
mientras apartaba su cabello
dejándose al descubierto la oreja
parte del seno derecho
La imagen del torso femenino en esa posición le dio inspiraciones nuevas. La atracción física siempre fue evidente -y lo mejor- recíproca. Interruptora de la obra, Stella, conservando la misma postura, pidió a Lucero un beso en sus labios, desde atrás
Presta cambió de posición. El sudor transmutó los tatuajes. Originalmente, Stella tenía en el vientre un Cristo afligido con la mirada puesta hacia el cielo; también
una rosal carente de rosas, lleno de espinas en el dorso lateral del brazo izquierdo;
había un tigre de bengala asomándose a la altura del pubis; había una majestuosa ave que desplazaba sus plumas hacia el torso lateral derecho, desde la altura del seno
rumbo al muslo. Lucero, en contraste, tenía en la muñeca derecha tatuado r=2GM/c2
fórmula para calcular el radio de los agujeros negros
Tenía un cráneo de fuego en el pecho y justo debajo, en el vientre
un demonio de grandes cuernos cercándole el par de senos
apenas por encima de un león de prominente melena
En el dorso lateral del brazo derecho, un ruiseñor abierto de alas
El disco dejó de girar
el brazo retornó a la base
Asiló estático
Lucero sigue. Lleva alrededor de veinte vueltas a 16 R.P.M. o menos. Ha olvidado en qué curso gira, si en sentido de las manecillas, a contrarreloj, no importa; ignora si Stella llegó a verla. De cualquier modo, no abrirá los ojos. Imagina el año de 1994. No hay dolor. Debería sentir quince dolores punzantes, quince agujas, gruesos ganchos, manecillas de saeta aferradas de la espalda directo al arnés giratorio; pero ella
fluye, flota, trota. Capítulo II. Amalgama. Imaginar el ‘94 la trasladó al día del tatuaje, la sensación de Stella en el cuerpo y la mezcla de tatuajes en ambas:
La muñeca derecha de Lucero detonó un agujero negro que absorbió planetas, absorbió la Luna y el Sol en Stella. No tan lejos, en el dorso lateral del brazo izquierdo en Stella, murió clavado el ruiseñor de Lucero. Nació una rosa roja
y nació un gigantesco Ligre corriéndoles ambos cuerpos
como si fuesen la sabana. El Cristo y el demonio
inclinaron ambos la cabeza para detenerse
cada cual con la corona de espinas o con el par de cuernos y evitar el roce mayor de narices y de bocas, a todas luces, sacrilegio transgresor de las buenas conciencias
Al deslizarse y acariciar el pecho de una
el torso lateral derecho de otra, el cráneo de fuego encendió las plumas del ave
Desde el público, la amante mira. Suena en el recinto Ave Fénix de Lucybell
–Junio de 2012
Quizás ahora quieras leer el cuento Planeta Hendrix
_______________________________
Foto de portada: Luis Colchado