Lado B
La remesa oculta
Y mientras los hijos sostenían la llamada trasnacional, Doña Juana caminó a su cuartito y debajo de la cama sacó una caja de zapatos con cuatro rollos de billetes, cada uno rodeado por una liga de hule y un papel con el nombre de cada uno de sus hijos. Mientras, Petra les decía a sus hermanos que “Mamá no quiere su dinero. Quiere que regresen”.
Por Marco Castillo @
13 de junio, 2018
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Marco Antonio Castillo

@MarcoAnCasMar

Doña Juana vive en Santiago Teopantlán, como a 1 hora de Izúcar de Matamoros, en Puebla. Teopantlán es una hermosa comunidad y reserva cultural de la mixteca, dado que su ubicación geográfica la convierte en una gran fortaleza que preserva gusto, lengua y organización de una tradición previa a la llegada de los españoles.

“El Medio Oriente de la mixteca” le dicen algunos migrantes a Teopantlán, por su fervor religioso, la gran cantidad de fiestas, iglesias y cargos de servicio comunitario, además de profundas desigualdades entre mujeres y niños con los hombres del pueblo, que son los únicos que se pueden sentar a la mesa y tomar decisiones. Los demás, miran la realidad desde un petate en el suelo, y desde ahí bordan artesanías de palma que bajan a vender a Izúcar por unos pesos. Cuando nos toca ir a trabajar allá, siempre nos enfría los huesos el anuncio a la entrada del pueblo que llama a denunciar con la autoridad cualquier persona de “fuera”.

Ahí, Doña Juana vive con una profunda fe en sus santos y gran amor por su tierra y sus costumbres.

Pedro, Arturo, y Domingo son hijos de Doña Juana y viven en Nueva York desde hace muchos años. Cada mes, cada uno de ellos envía una cantidad a su madre, producto de su arduo trabajo como migrantes en la gran urbe de hierro.

Un día, Juana se enfermó y sus hijos, preocupados, le dijeron a Doña Juana que usara algo del dinero que le han mandado para curarse. Pero nada. Ella no fue al Doctor.

Los hijos a veces me han dicho que se preocupan por ella, y se preguntaban por qué en todos estos años de remesas la siembra no crece, ni la casa se amplia, ni se renueva el guardaropa. Algo no cuadra, dice Pedro. Y menos si tampoco Doña Juana tiene dinero para curarse.

Y el misterioso destino de la remesa de los hermanos no se revelaría hasta que el día en que, enferma nuevamente, Doña Juana estaba en cama. Los hijos le demandaron que bajo cualquier costo fuera al médico, aún si el dinero de las remesas no existía. Ellos mandarían algo de emergencia. Ella dijo que estaba bien y no volvieron a llamar.

Horas más tarde, Pedro, Arturo y Domingo, pidieron hablar con Petra, su hermana, quien vive en México con su madre.

Con frustración, uno de los hermanos preguntó por el destino del dinero enviado a mamá todos estos años, insinuando que alguien se lo quitaba. Petra bajo la voz del teléfono y les dijo que ella sabía que mamá tenía ese dinero, pero no dónde.

Y mientras los hijos sostenían la llamada trasnacional, Doña Juana caminó a su cuartito, y debajo de la cama sacó una caja de zapatos con cuatro rollos de billetes, cada uno rodeado por una liga de hule y un papel con el nombre de cada uno de sus hijos. Mientras, Petra les decía a sus hermanos que “Mamá no quiere su dinero. Quiere que regresen”.

Y aquí un video que muestra la reunión anual de los vecinos y familiares de Santiago Teopantlán en Nueva York, donde comparten el pan, la bebida y el baile, haciendo del allá/acá en el rancho, un mismo lugar para honrar al patrono, que los mira desde su trono de cristal sin fronteras, decorado con letras de neón, como en las mejores fiestas del pueblo.

Postdata que exige justicia para los miles de niños y niñas separados de sus padres por parte de la policía fronteriza y el personal de migración en los Estados Unidos, y para Claudia Patricia Gómez González, asesinada por Donald Trump, a través de la Policía Fronteriza en Laredo, Texas.

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Autor Lado B
Marco Castillo
Marco Castillo es antropólogo y activista poblano. Actualmente es el Co-Director de Global Exchange y fundador de la Red de Pueblos Trasnacionales. Vive, trabaja y sueña entre Puebla y Nueva York.
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