Remarcar con gis los rastros que las personas dejan en los parques y fotografiarlo, perpetuar materiales orgánicos como la lluvia en un papel, investigar sobre el valor de un símbolo patrio, recoger piedras y dibujarlas. Estas son acciones que podrían corresponder al trabajo documental o archivístico de un paleontólogo, un biólogo o un sociólogo, sin embargo, son ejemplos del proceso creativo de cuatro artistas poblanos.
El jueves 10 de noviembre los artistas Katya Mora, Sofia Abraham, Adrian White y Carlos Caravantes (moderados por el artista Alberto Ibáñez) participaron en la mesa de diálogo titulada Dimes y diretes en el Museo Amparo (2 sur 708) para hablar de sus más recientes producciones artísticas y cómo éstas se relacionan con el concepto del archivo.
La historiadora de arte Anna Maria Guasch tiene un texto titulado Arte y Archivo, en el que retoma consideraciones teóricas sobre el archivo que fueron motivo de reflexión de personajes tales como el historiador Philipp Ernst Spiess, el filósofo Walter Benjamin o el psicólogo Sigmund Freud.
Entre estas consideraciones, Guasch explica que se define al archivo como “un lugar neutro que almacena registros y documentos que permite a los usuarios retornar a las condiciones en las que éstos fueron creados, a los medios que los produjeron, a los contextos de los cuales formaban parte, a los contextos de los cuales formaban parte y a las técnicas claves para su emergencia”.
Entonces el archivo, a comparación de una colección o conjunto de documentos agrupados por criterios distintos a sus propios orígenes, funciona como un almacén de documentos que sirven para reconstruir el pasado “entendiendo que el presente y futuro están contenidos en este pasado”, o bien, como un dispositivo documental consecuencia de una “contraofensiva ante la amenaza de esta pulsión de destrucción u olvido de la memoria”.
El moderador y pintor poblano Alberto Ibáñez estableció durante la charla que el archivo tiene la capacidad no sólo de registrar sino de producir acontecimientos o hablar de la ausencia y la memoria. Y para aterrizar esas aproximaciones al terreno del arte, los artistas participantes hablaron sobre su trabajo pasado y actual en relación al archivo.
Sofía Abraham realiza su más reciente proceso artístico de la mano de un trabajador textil que se dedica a identificar defectos en las telas de mezclilla. A causa de la repetición mecánica durante tantos años, sus huellas dactilares se han borrado y Sofía lo ve como si sus huellas se impregnaran a las telas.
La investigación de Abraham apenas está iniciando y lleva un proceso en el que ha archivado trozos de telas defectuosas (los cuales también se archivan en las fábricas después de un largo proceso), fotografías de las manos del trabajador, o el sonido de la música de saxofón que este mismo personaje crea en sus tiempos libres.
En este proceso ha experimentado hacer composiciones pictóricas con los trozos de tela, sin embargo, aún no tiene definido el producto final de su investigación, aunque conforme archiva más, más claro se hará, como en sus trabajos anteriores.
En el pasado emprendió una investigación en torno al águila real mexicana, considerada como una especie en peligro de extinción. El resultado de su archivo desde la producción artística fue, primero, la eliminación del símbolo del águila en la bandera y después, se enfocó en su aparición en las monedas de diez pesos y con 100 de ellas esculpió una garra de águila en escala real.
En esta última creación, la intención de la artista era realizar una reflexión sobre el valor entre el símbolo patrio y la especie animal. De esa manera, su actual investigación puede desembocar en muchas conclusiones para producir historia, presente o futuro a partir de su archivo generado como artista.
Katya Mora es una artista interesada en la relación entre materia y energía. En sus producciones anteriores experimentó con celdas de energía que funcionaban a partir de compostas. Es decir, creaba pequeñas cantidades de energía a partir de la transformación de la materia orgánica.
Katya también llegó a medir la energía contenida dentro de betabeles, y mediante una máquina especial podía conocer la representación de la energía interna de los betabeles como gráficas. La artista estuvo en esa investigación durante tres años, hasta que comenzó a llevar el pigmento de la descomposición de materiales orgánicos al lienzo y le surgió la idea de hacer su serie Biografías.
En Biografías, Katya realiza pinturas a partir de entrevistas con personas y un análisis con la ayuda del Bazi, una especie de astrología originaria de China. Esta técnica utiliza cinco elementos de la naturaleza para describir el comportamiento y la naturaleza emocional y lógica de las personas: agua, fuego, tierra, metal y madera.
Esa es la relación que continúa explorando desde sus experimentos con compostas, aunque en el caso de Biografías el hilo conductor (la energía) es la memoria humana como archivo y la codificación sensible (artística) de esa información para realizar mapeos a través de la pintura.
Adrian White es un artista que trabaja principalmente con la idea del espacio vacío como un espacio contenedor.
Él explica que recolecta objetos para re-codificarlos y darles nuevos significando. Su proceso consiste en caminatas a lo largo del cerro Zapotecas en Cholula, donde recoge piedras fracturadas. Lo que el espectador conoce de su trabajo al finalizar el proceso son dibujos a lápiz de esas piedras, las piedras mismas con sus fracturas resaltadas por hoja de oro o el molde escultórico que llenaría perfectamente un agujero que el artista encontró en su camino.
Como lo describe el curador y artista Luis Calvo: “Para Adrián existe un juego entre lo visible y lo no visible. La ausencia como símbolo que contiene un potencial de significado la podemos observar en todos sus estudios, desde las piedras que van desapareciendo su perímetro para señalar las fracturas, a los pequeños volúmenes de resina y hoja de oro que funcionan en sentido contrario”.
Adrian explica que una de las propiedades de la materia es justamente que puede trabajarse con ella y tiene un poder de ensoñación, por lo que puede decirse que el resultado de su compulsión archivística, al final propone una reflexionan sobre la posibilidad de la materia incluso a partir de los espacios vacíos.
Desde 2012, Carlos Caravantes ha enfocado su trabajo fotográfico en la reflexión de las posibilidades para contar un suceso. Él sale a caminar y busca rastros del paso de las personas por calles y parques, para después remarcar con gis esas manchas, esas trayectorias que podrían contar un acontecimiento.
Carlos hace entonces dos tipos de registro: el gráfico (con el gis) y el fotográfico (capturando en imagen fija lo que acaba de trazar), en una especie de “tipología del suceso” como él mismo lo llama.
Otro de sus proyectos se titula La casa hueca, en el que escribe breves historias sobre las casas o departamentos donde ha vivido, que sean evidencia de su relación personal con el espacio, para que posteriormente, traduzca esas experiencias escritas en la construcción de un escenario o una atmósfera que pueda fotografiar.
El trabajo de Carlos Caravantes con el archivo establece relaciones no sólo entre los objetos físicos o con la memoria, sino con la experiencia, la emoción y la poética.
Alberto Ibáñez concluyó que todos los artistas invitados tienen una relación particular con el archivo. Los materiales son diferentes y los objetos de análisis también, pero en el proceso las reflexiones y los temas que se cuestionan tienen una estrecha relación: ¿Qué se recolecta? ¿Cómo se selecciona lo que se archiva? ¿Cómo se dialoga y cómo se produce con esos objetos, memorias o experiencias?
Para algunos primero es la recolección y después la producción, para otros es primero la experimentación y luego surge el archivo como una obra en sí.
Sobre el archivo como memoria, Carlos Caravantes concluyó que se construye a partir de una lectura del pasado (el archivo) y no de la memoria como tal, pues esta lectura no es exacta, sino la reconstrucción de eso que se recuerda.
Por su parte, Katya Mora explicó que el archivo puede ser el punto de partida para una investigación ya terminada que se traduce en archivos.
–La información per se no es un archivo. Cada uno hace una metodología para darle orden. Lo más interesante es reflexionar sobre cómo se hace esa traducción o el empleo de esa información. ¿En qué momento lo que recolectamos se convierte en archivo? Yo creo que es cuando lo logras integrar a la investigación, integrarlo desde el proceso. El archivo también es un procesamiento.