Lado B
Cómo matar a un periodista sin una bala
Cuando se habla de crímenes contra periodistas siempre es una tragedia, pero no se dice que el principal agresor de la prensa suelen ser los propios medios
Por Ernesto Aroche Aguilar @earoche
28 de agosto, 2017
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Susana Sánchez Sánchez

@multiplesvoces

[dropcap]¿C[/dropcap]ómo somos los humanos en el neoliberalismo? ¡Desechables! Prueba de ello son los trabajos que tenemos, donde el Estado brilla por su ausencia en las medidas de protección social (donde las pensiones, la atención sanitaria o la protección ante posibles enfermedades o accidentes eran responsabilidad de los empleadores y del Estado); el trabajador se enfrenta a los contratos de corta duración, donde la seguridad para la permanencia indefinida da risa, lo de hoy es que las empresas le den al trabajador una patada por el culo con un discurso bonito o con un contrato que se renueva cada tres meses.

Estamos a merced de la flexibilización del tiempo laboral y eso repercute en el tiempo familiar, de ocio, íntimo y reflexivo. En este sentido, ¿qué calidad de vida tendrán los periodistas? Sobre todo porque a diferencia de otros trabajadores no tienen horarios fijos, su día laboral puede empezar a las seis de la mañana y terminar a media noche, en parte porque es más usual que los reporteros trabajen para dos medios y hagan una chambita extra; y si hay eventos el fin de semana, también van, no paran. En nombre del trabajo y la vocación, a veces se autoexplotan, nunca ponen el no por delante, además ¿quién se atrevería a sabiendas que detrás hay un grupo amplio de gente que está dispuesta a ocupar su lugar sin un día de descanso?

En todo este trajín, los periodistas se alimentan mal, bien porque no tienen horarios para sus alimentos o porque su dieta suele estar entre tacos, tortas, refrescos, cervezas o la comida rápida; los periodistas con estos hábitos tienen gastritis asegurada. Claro, la gastritis puede empeorar con la edad, pues el reportero además de una mala alimentación, acumula más responsabilidades laborales o personales. Solventar los gastos de una casa, un automóvil  o la manutención de ellos mismos o sus hijos conlleva cierto grado de estrés, pero cuando el ingreso económico es poco frente a sus responsabilidades financieras, el estrés crece y con ello la angustia, el nacimiento de una posible depresión o las probabilidades de un infarto por desgaste.

Cuando hablan de los crímenes contra periodistas siempre es una tragedia, pero no se dice que los principales asesinos a cuenta gotas de los periodistas suelen ser las empresas para las cuales trabajan, donde el Estado les hace segunda, pues en vez de que les exija a los empleadores las medidas dignas para sus trabajadores, éste se hace de la vista gorda y la empresa también, entonces el trabajador no sólo se estresa por su trabajo, sino por su seguridad, por pagar dónde vivir o por sus gastos médicos, todos ellos servicios que debe contratar y solventar él mismo.

¿Quién, entonces, mata a los periodistas sin una sola bala?

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Autor Lado B
Ernesto Aroche Aguilar
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