Lado B
Amores prohibidos de un periodista
En esta pelea constante por ser un profesional, algunos periodistas mexicanos se topan en el camino con algunos “amores prohibidos”, bastante reconfortantes por momentos, pero públicamente inaceptables.
Por Susana Sánchez Sánchez @
12 de febrero, 2017
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Susana Sánchez Sánchez

@multiplesvoces

[dropcap]A [/dropcap]nivel profesional, ¿cuál es el amor de un periodista? ¡El periodismo!, claro. ¿Qué implica ser periodista? De acuerdo con Ryszard Kapuscinski, alguien inmiscuido en esos menesteres es buena persona, investigador, empático con  la gente y con gran capacidad para  explicar a las audiencias lo que pasa, a pesar de que el director del medio de comunicación se oponga. ¿Hay periodistas así? ¡Por supuesto!, el mismo R. Kapuscinski fue uno de ellos y en México cada vez hay más gente que comulga y práctica esos principios, generalmente desde el periodismo de investigación; sin embargo en el trajín diario, entre el ser y el hacer, hay todo un océano de separación, es decir, depende del entorno que cada periodista enfrente, a nivel individual y social, para ejercer su profesión.

En esta pelea constante por ser un profesional, algunos periodistas mexicanos se topan en el camino con algunos “amores prohibidos”, bastante reconfortantes por momentos, pero públicamente inaceptables. ¿Cuáles son esos amoríos?

El boletín: Es una herramienta usada por las empresas o instituciones para darle a conocer información a la prensa y ésta a su vez a las audiencias. El emisor del boletín dice lo absolutamente necesario sobre algo particular de la empresa; el trabajo del periodista estaría en indagar más allá y  cotejar datos, pero en la práctica a veces los reporteros se olvidan de ese detalle y parafrasean el boletín y lo publican con su nombre.

Chacaleo: Un periodista suele tener una agenda apretada y no puede ir a todos los eventos, así que de vez en cuando echa mano del chacaleo, es decir, le pide a un colega que le pase audios, fotos, vídeos o textos de un evento al que no pudo asistir, con el fin de armar un producto periodístico. La bronca es cuando esa práctica se hace hábito entre algunos periodistas.

Filtraciones: Hay gente que de primera mano sabe cosas de alguien o tiene datos socialmente relevantes y se los da a un medio de comunicación. Lo ideal sería que la mesa de información de un medio, a pesar de que la fuente sea “confiable”, hiciera una investigación y evaluara la pertinencia de publicar la información.

Chayo: Algunos funcionarios o empresarios para no ser afectados a nivel mediático, ofrecen dinero a los periodistas a cambio de su silencio o discreción. Claro que el chayo se ha ido afinando con el paso del tiempo, ahora no es únicamente una oferta explícita de dinero, puede ser el sorteo de un viaje o la cobertura de un evento recreativo, léase ir a turistear, y no hacer ni píos de preguntas, sólo decir lo maravilloso que está un lugar o servicio, como si en el rubro de Turismo, por ejemplo, no hubiera nada qué preguntar.

Banditas: Perdón por mi falta de creatividad, pero no sé cómo nombrar a los grupos que se crean dentro del periodismo para chacalear, filtrar o aislar a todos aquellos periodistas nuevos o que no comulgan con las ideas de las banditas. La división gremial implica lealtades a un grupo, aunque éste cándidamente pueda estar sustentado en la simple idea de “aquellos de ese grupito no me caen bien”… ¡Sí que son pasionales algunos periodistas!

Arrobar: La red social twitter es una excelente plataforma para poner en circulación la información periodística de manera inmediata; sin embargo algunos periodistas le dan un uso poco profesional, pues quieren pedir declaraciones oficiales desde esa plataforma, arrobando al @funcionriox y preguntándole su opinión acerca de “x” tema. ¿Esos periodistas no tendrán mucho tiempo o son en extremo perezosos? Supongo que hay muchas otras vías para investigar, antes de llegar a esos extremos desidiosos.

Reportear desde un mismo lugar: Basta tener el teléfono móvil de una figura pública para que el periodista desde la comodidad de su casa haga una entrevista, cuando ambos interlocutores viven en la misma ciudad.

Ante estos amores prohibidos (y otros que me falten), ¿habrá periodismo de calidad? ¿Con quién hace el amor (¡qué romántico!) el periodismo diariamente: con las audiencias o con sus intereses particulares y/o los de su empresa?

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