Liz Ruiz
A mis amigos del Grupo de Hombres Trabajándose y a mis amigos que asisten
[dropcap type=»1″]Q[/dropcap]uerido Julio: No recuerdo cuándo fue la última vez que te hice una carta, debe tener décadas… Y desde hace varias semanas he pensado en hacerte esta porque de un tiempo para acá vi que te decidiste a hacer todo lo necesario por ser una mejor persona, un mejor ser humano y un mejor hombre. No sé exactamente por qué tomaste esa decisión, pero está de más decirte que me ha dado mucha alegría ver tu entusiasmo, sobre todo porque yo vivo de eso tanto profesional como personalmente. Es más, es la razón principal por la que decido seguir en este mundo.
Cuando trabajo todos estos temas de sexualidad, desarrollo humano y psicoterapia me sorprendo de la ausencia de los hombres heterosexuales. Es rarísimo que uno o dos asistan a algún taller y más aún, que estén ahí para aprender y no para demostrar lo equivocada que estoy. Los hombres heterosexuales están en el trabajo, en los bares o aprendiendo otra cosa, “más importante”; están cumpliendo sus roles de proveedor, cotorro valemadres y sabelotodo.
También hay otro punto que me abruma de este tema: los hombres heterosexuales no se trabajan porque creen no necesitarlo. No está en su educación analizar dónde están sus propios errores (siempre creen que la otra persona es la que está equivocada), esto hace que a la vez sea muy difícil para ustedes aprender algo nuevo (si todo lo sabes, ya no puedes aprender nada) y si de casualidad notas que estás cometiendo un error que debes modificar aquí viene la prueba de fuego: renunciar a tu privilegio para cambiarlo. ¿A qué me refiero con renunciar a tu privilegio? A que tú, por ejemplo, eres hombre, heterosexual, urbano, cabes muy bien en un estándar de belleza medianamente exigente, económicamente perteneces a una clase bastante acomodada y gozas de perfecta salud. ¿Qué podría preocuparte? ¿Qué discriminación podrías haber sufrido en la vida? Sin duda tu vida es infinitamente más fácil que la de una mujer lesbiana con rasgos indígenas con pocos recursos económicos que viva en una zona marginada. Y la gente, cuando tenemos una vida de ensueño, creemos que nos la merecemos y que quien no la tiene es porque no quiere. Y por este garrafal error los hombres muchas veces no comprenden lo que vivimos las mujeres en una sociedad tan machista y violenta como la nuestra. Creen que podemos dejar de vivir el acoso callejero, el feminicidio o la discriminación cuando queramos. Renunciar a tu privilegio es darte cuenta que tú vives una vida más fácil que la de otras personas y que tienes que ceder tus comodidades para que a les toque a lxs demás lo que les corresponde. Y esa es la parte más difícil.
Y me parece básico decirte que este camino no se le enseña a nadie. No le enseñes a la gente, inspírala. Es lo único válido que puedes hacer para compartir lo que tú estás disfrutando porque de otro modo corres el riesgo de ser el nuevo fanático del desarrollo humano, un policía de lo que según tú es correcto y lo que es indebido. Y algo muy importante es que no eres (ni llegarás a ser) el hombre ideal, ni te has ganado unas felicitaciones, no eres el hombre más bueno del mundo ni mereces que ahora todo mundo (y especialmente tu novia y tu mami) te aplaudan. Sólo estás cumpliendo con tu obligación que es respetar a los seres que te rodean. Es todo. Feliz viaje te desea con amor tu hermana.
Gracias por leerme (mi papá ya me regañó de que digo que en 15 días y luego me tardo. Perdón, es que tuve harta chamba y luego me fui a la playita, pero si me extrañan pueden leer aquí mis demás alegatos feministas. Soy psicoterapeuta y sexóloga de Puebla, y presido el Colectivo Equilátera A.C. de educación sexual y educación para la paz. (Por si te interesan mis servicios o quieres amenazarme de muerte por feminista, este es mi Facebook).