Liz Ruiz
“La derrota es liberadora, pues sin la exigencia de ganar no queda más que aprender y disfrutar.”
[dropcap]E[/dropcap]xiste cierta adolescente en mi vida que conocí gracias a cierto trabajo. La verdad es que convivo con varias adolescentes y busco hacerlo porque me encanta. Tal vez sea porque yo misma amaba ser adolescente y hasta la fecha tengo mucho cuidado en conservar mi adolescencia en mi forma de ser. Esa chica me recuerda mucho a mí, con sus ideas firmes y su curiosidad por saber más de la vida. Cuando la veía a diario y hablábamos de algún tema relacionado con el erotismo me decía que quería casarse virgen, pero ahora resulta que ya lo está dudando y que tiene hasta prospecto para cambiar de parecer. Me recordó mucho a mí a los 15 años, cuando también vivía ferozmente convencida de que lo ideal, no solo para mí sino para cualquier mujer, era casarse virgen. Muchas personas se sorprenden ahora cuando les comparto esto, pero trabajar con adolescentes me ha hecho darme cuenta de que, si bien la idea de la virginidad hasta el matrimonio ya no es tan popular, de ninguna manera es un esquema superado. Lo que sucede muchas veces cuando la sociedad evoluciona es que hay cada vez más mensajes contradictorios, pues los nuevos no sustituyen a los anteriores, sino que coexisten, y queda en el criterio de cada quien irlos desmenuzando para llegar a una conclusión personal. Así que el tema de la virginidad todavía está para masticarse.
Todos los mensajes sobre sexualidad que enviamos a las niñas, adolescentes y jóvenes es sobre la reproducción, que sirve como amenaza para evitar que tengan relaciones. Criticamos y nos burlamos de las adolescentes embarazadas, quitándole por completo la responsabilidad a los adolescentes que participaron (los cuales, con estos mensajes aprenden que la responsabilidad en el erotismo recae 100% en las mujeres). Incluso, uno de los mensajes más comunes que escuchamos al empezar a menstruar es “aguas, porque ya te puedes embarazar”. La chica que me inspiró esta columna me platicó que su maestra le dijo que cuando las mujeres tenemos relaciones sexuales en la adolescencia, le guardamos rencor para siempre a ese hombre al que “le entregamos nuestra virginidad”, (¡Qué romántica mujer!).
Lo que me interesa compartirle en este momento a las adolescentes, a las niñas (incluida mi hermanita de dos años), y a las madres y padres de niñas, adolescentes y jóvenes, es que el placer es un derecho. El placer es parte de la belleza de nuestra existencia, de lo sublime que llegamos a experimentar en la vida cotidiana. Conforma incluso una parte de nuestra felicidad. Y sin embargo, constantemente lo rodeamos de miedos y amenazas, relegándolo solo a ciertas circunstancias en las que se permite. ¿Pero quién tiene derecho a permitir o no el placer ajeno? Cada mujer debe tener la libertad de elegir cuándo y cómo experimentar ese placer, debe tener la información y educación adecuada para gozar de su cuerpo y debe tener a alguien de confianza que le enseñe a hacerlo.
Si no tienes ganas de tener relaciones sexuales, si no se te antoja o no te gusta nadie para hacerlo, está perfecto. Cada una elige su momento. Si quieres hacerlo desde muy joven, si quieres hacerlo solo porque tienes ganas, si tienes curiosidad por el sexo y los orgasmos, también tienes excelentes razones para iniciar tu vida sexual. Es un derecho que las adolescentes disfruten su cuerpo, que se masturben para conocerse y conocer el placer, que elijan una buena pareja sexual y un buen momento para iniciar su vida sexual. ¿La responsabilidad? Claro, es parte inherente de la libertad. Pero debemos promover ambas. Una “educación” sexual sin responsabilidad es tan coja como una sexualidad sin libertad. ¿Por qué privilegiamos el miedo sobre el placer?
Disfrutar nuestro cuerpo es un derecho de las mujeres, tengamos la edad que tengamos. Podemos disfrutarlo solas o en compañía, con hombres o con mujeres, con mucha actividad o con poca. Eso depende de cada quien. Una verdadera educación sexual implica reconocer que las chavas tienen derecho a coger.
Gracias a quien me ha tenido la confianza para buscar orientación en mis reducidos saberes. Tus preguntas me nutren y me alimentan el corazón. J Nos leemos en 15 días, pero si me extrañan pueden leer aquí mis demás alegatos feministas. Soy psicoterapeuta y sexóloga de Puebla, y presido el Colectivo Equilátera A.C. de educación sexual y educación para la paz. (Por si te interesan mis servicios o quieres amenazarme de muerte por feminista, este es mi Facebook).