Lado B
Abzurdah: El amor vende más
La especialista Carolina Duek analiza lecturas imprevistas para entender qué pasa en la película con los ideales de belleza, delgadez y amor más allá de cómo se venda la historia
Por Lado B @ladobemx
24 de junio, 2015
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Abzurdah, con más de medio millón de espectadores a dos semanas de su estreno, volvió a tematizar la anorexia, la bulimia, el amor adolescente en medios y redes con un efecto esperable. En este ensayo, la especialista Carolina Duek analiza lecturas imprevistas para entender qué pasa en la película con los ideales de belleza, delgadez y amor más allá de cómo se venda la historia. Además, explica cómo se construyen operaciones de identificación que invisibilizan procesos cruciales de la enfermedad. ¿Es inocente creer que el suyo es sólo un relato que no va a tener impacto alguno? ¿Es la historia de una recuperada? ¿O una justificación de que, como dice su slogan, “el amor duele”?

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Carolina Duek | Revista Anfibia

@revistaanfibia 

Cielo quiere morirse. Pide a una psiquiatra pastillas para dormir. Finge perder la receta y obtiene otra caja. Quiere suicidarse. Toma alcohol, ingiere las pastillas, se corta, sangra. Antes de eso dejó cartas para quienes la quieren (pero no la entienden). En una foto de su ex, Alejo, dejó asentado que era su culpa, que por él estaba muriendo. Pero se salva, cómo no. Se salva y escribe un best seller y sobre él se filma una película exitosa.

Vende cientos de miles de ejemplares y de entradas en pocos días. 

¿Qué atractivo hay en ese relato para que medio millón de personas pague la entrada para verla? ¿Es, acaso, la historia de una “rescatada”? ¿De una arrepentida? ¿Como se da la identificación?   Una anoréxica camino a controlar su trastorno alimenticio cuenta su historia en primera persona. Expone sus dudas, sus angustias y su primer gran amor y desamor. Múltiples espacios de identificación -potencial- se suman a una película con un guión sólido y con productores y distribuidores que saben lo que quieren vender. ¿Una historia de amor? ¿La historia de una recuperación? Un relato en primera persona, “basado en un hecho real”, nos promete situaciones “fuertes”.

Nos preguntamos por los riesgos, los límites y las potencialidades de un producto masivo que aborda temáticas complejas. Para responder a la pregunta, construimos un texto que, desde el análisis del libro y de la película como “productos” nos lleva al diálogo con especialistas y con espectadores y lectores que nos van a contar sus experiencias y miradas sobre Abzurdah.

Así trataremos de entender cómo se reciben ambos textos.

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II-  

En el libro Abzurdah, sobre el que se basa la película, Cielo se presenta a sí misma como una chica “de clase media alta”. Vivía en La Plata y nunca se sintió “normal”. La historia nos ubica en el complejo universo de los trastornos alimenticios, las relaciones amorosas adolescentes, la incomprensión de los padres y los problemas para establecer vínculos consistentes y duraderos con amigos: “Por el momento, sólo diré que no es un libro fácil. Es un libro ‘jodido’. Y si no estás dispuesto a leer cosas jodidas, andá a la librería, cambialo y que seas feliz con Charles Perrault. Yo no soy Cenicienta, ni Hansel, ni Gretel. Soy más bien el lobo. Un lobo confundido, ultrajado y autodestructivo”

Este tono, esta advertencia un poco soberbia aparece también en la película. La relación entre el libro y la película es próxima en algunos puntos y lejana en otros. Entre ambos componen “Abzurdah” como producto mediático.

La historia del personaje “confundido, ultrajado y autodestructivo” despega luego de que una amiga le “robara”, a los doce años, a un chico, Cocol, con el que la protagonista estaba obsesionada (la obsesión será una de las llaves para todo en esta historia). En un chat grupal, al que se conectaba mediante dial-up (la película muestra muy bien los ruidos inolvidables que algunos hemos escuchado mientras las computadoras intentaban conectarse a la red), conoce a “Hogweed” [Alejo en la película, Alejandro en el libro], diez años mayor que ella. Se proponen ser “hermanitos” pero no lo pueden sostener: Cielo tiene 14 años y Alejo 24 y un departamento propio al que van la primera vez que salen solos.  

De ahí en más aparece un desajuste severo entre las expectativas de la protagonista y la de Alejo: él no quiere una “relación de novios normal” y ella sólo lo quiere a él, todo el tiempo, sin pausas ni grietas. Una obsesión: los días de Cielo se ordenan en torno de sus planes con él, de los intercambios por chat y de los proyectos. Imprime las charlas que tienen online, las guarda, atesora, lee y relee. Está segura de que “lo ama con todo su cuerpo”.  

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Ella le pide que deje de escribirle para siempre. Está muy angustiada. Alejo accede. Cielo desespera. Y decide que no está lo suficientemente flaca para que a él le guste. Debe adelgazar.  

El libro comienza antes que la película con el relato de Cielo, una chica de doce años que pesaba 64 kilos; los padres la mandaban al nutricionista. Esta parte de su pasado no aparece claramente en la película (salvo en un reproche a los padres al final) pero funciona como teatro de operaciones para todo lo que viene después: una chica excedida de peso, “gorda”, dice en el libro, marginada de los grupos de amigos de la escuela, decide que si adelgaza puede lograr su socialización e inserción a pesar de no ser “normal”. Cielo se siente diferente aunque no quede claro muy bien por qué. Está convencida de que “encajar” la va a ayudar a tener amigas y a “gozar” de los beneficios de la socialización: salidas, encuentros y pertenencia a grupos deseados. Adelgaza y, ya con un peso saludable, deja tranquilos a propios y ajenos: sus padres se relajan, sus compañeros la incluyen, empiezan a llamarla por teléfono, el ring que ella deseaba tanto escuchar.  

Pero Cielo sigue adelgazando de manera radical. Y se corta con tijeras, cuchillos y con la pequeña navaja que desenrosca de los sacapuntas. También arma el blog “mecomoami” -tan citado cuando apareció el libro en 2006 y, si bien fue dado de baja, existen adaptaciones en Tumblr, Facebook y blogs, en donde hay consejos para sostener ayunos, para fingir comer en familia. Tanto en el libro como en entrevistas, Cielo aclara que ella se dirigió siempre a chicas que ya “tienen” el problema. No lo alienta, dice; sólo acompaña y da consejos a quienes se lo piden. Ana y Mía, las “diosas”, son dos nombres elegidos para la Anorexia y para la Bulimia a las que muchas prometen “devoción y obediencia” (pero también son muy útiles para evitar que los servidores den de baja esas páginas). Hoy miles de páginas y grupos de Facebook vigentes siguen asesorando sobre si sirve o no comer chicle o cuántos vasos de agua tomar por día. Algunos van más allá y sugieren presentarse como militantes anti-anorexia para que “nadie sospeche”. “Ya comí en casa” o “Comí en lo de Pilar” son dos de los tips que aparecen más frecuentemente para lidiar con las preguntas de padres o amigos respecto de cenas y almuerzos no comidos en tiempos de ayuno total.  

Guillermina Rutsztein, Doctora en Psicología y especialista en trastornos alimenticios, afirma que hay un acuerdo en establecer que “el trastorno alimenticio es una enfermedad multideterminada, donde los factores psíquicos, biológicos y socioculturales están en un punto máximo de relación y de entrecruzamiento, tanto para desencadenar como para mantener la enfermedad”. Algo que, como veremos, se omite en Abzurdah.  

Diversos estudios indican que los trastornos alimentarios se presentan cada vez en edades más tempranas y perduran hasta edades cada vez más avanzadas (Rutsztein et al., 2008). Cecile Herscovici sostiene que en la obsesión por la comida y el peso puede “tener atracones, ayunos, vómitos autoprovocados, actividad física compulsiva u otras conductas centradas en la comida. Esto le genera una preocupación constante que tiñe su existencia y condiciona su estado de ánimo” (1996 cit. Rutsztein, 2011).   Marcela Guralnik, médica especialista en nutrición (M.N. 114.011), sostiene que los trastornos alimenticios (en especial la anorexia) suelen representarse en lo estético y se perciben en muchos casos como una condición “superficial”. La naturalización de la delgadez “esperable” en las sociedades occidentales es tan fuerte que muchas veces se tarda mucho tiempo en identificarlo, como sucede en la película.

“Los trastornos alimenticios son alteraciones psiquiátricas que no están relacionadas con lo nutricional. Hay que tener una base de patología mental para tener un trastorno de este tipo”. Agrega que más allá de lo que digan las recomendaciones y sugerencias en la web, “no cualquiera va a ayunar de golpe porque lo digan en un blog”. En muchos casos puede existir una atracción hacia un modelo de cuerpo pero eso no supone que cientos de miles de lectores de sitios de internet (y de libros) vayan a comenzar masivamente ayunos a base de agua y dos manzanas diarias. 

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Eugenia Suarez y Esteban Lamothe son los protagonistas del film. Ambos son jóvenes y tienen un importante poder de convocatoria. La cantidad de entradas vendidas (medio millón en menos de dos semanas) suma un elemento más: la tematización. La anorexia, la bulimia, el amor adolescente y su consecuente desamor comienzan a aparecer en los medios de comunicación masivos: en los comentarios en Facebook, en Twitter, en fotos en Instagram, la presencia de “Abzurdah” como producto masivo es innegable.

También aparecen chicas que se tatúan el título de la película porque se sienten identificadas con la historia, testimonios en Twitter que sostienen que en escuelas secundarias (no identifican cuáles) se está leyendo el libro en la clase de Educación Cívica.   Fotos, tatuajes, comentarios, opiniones, lecturas y escuela son los elementos que aparecen en el entramado de película y libro. Pero hay otro lado, un lado “b”, al que también se accede muy fácilmente y por las mismas vías que a las fotos y a los comentarios. Este lado “b” es el que aparece como clave para entender qué pasa con los ideales de belleza, de delgadez, de amor y de desamor que se leen en ambos productos masivos. Stuart Hall y David Morley (entre tantos otros) identificaron la recepción como una instancia clave en la que los sujetos y los productos mediáticos se encuentran. Así, abordar los procesos de recepción no es sólo ver qué ocurre en ese encuentro sino cuáles son los condicionamientos, la trayectoria social, cultural, educativa, política de los sujetos, de qué modos sus opiniones, elecciones y decisiones son una parte articulada de su experiencia social.

La existencia de lecturas “desviadas” (decodificaciones negociadas u oposicionales, diría Stuart Hall, al hablar de la distancia entre los procesos de codificación y los de decodificación) del libro era previsible porque no hay forma de que todos los sujetos lean del mismo modo un mismo mensaje. Es inocente (¿o “jodido”, en términos de la autora?) creer que la suya es sólo una historia para contar y que no va a tener impacto alguno por fuera del relato. En este punto radica, a la vez, la riqueza y la dificultad de los análisis en recepción.

En un blog puede leerse: “Estoy terminando de leer Abzurdah, la historia de una anoréxica, Cielo (protagonista de esta historia real) tenía un blog llamado mecomoami, el cual fue cerrado por varias denuncias de gente en contra nuestro, así y todo pude leer un par de tips muy útiles y me gustaría compartirlos”.

[quote_box_left]Extracto del texto originalmente publicado en Revista Anfibia. Click aquí para seguir leyendo. [/quote_box_left]

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