Lado B
Bullying Homofóbico, historias que no se cuentan
Aunque hasta siete de diez lo han padecido, sólo uno lo denuncia
Por Lado B @ladobemx
04 de octubre, 2013
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Ámbar Barrera

@Dra_Caos

En 2012 se registraron al menos cinco mil muertes de menores de edad a consecuencia de acoso escolar en México, de acuerdo con información del Senado de la República. Mientras tanto, en Puebla, el Consejo de Pediatría Estatal estima que al menos tres de cada diez alumnos de educación básica han sufrido acoso escolar pero sólo 10% de los casos se denuncia.

Conocido como bullying, el acoso escolar es un comportamiento agresivo constante y progresivo entre niños de educación básica. El acoso puede ser verbal, social o físico, incluyendo amenazas, humillación pública y exclusión, con el fin de controlar y lastimar a otros.

“Durante la prepa nunca me hicieron nada a mí sola, pero cuando estaba con mi novia nos señalaban y se reían, criticaban a nuestras amigas por llevarse con nosotras como si se les fuera a pegar o algo. Una vez íbamos saliendo juntas del baño y un tipo atrás de nosotras empezó a decirle a sus amigos: ¡qué pinche asco, hasta van de la mano!” (Selvya, 18 años).

“En la prepa estaba dentro de la liga de futbol y mis compañeros se burlaban de mí, decían: ‘ahí viene la marimacha, háganse a un lado’. También se burlaban del resto de mis compañeras del equipo y a raíz de eso yo oculté que era lesbiana” (Mariela, 26 años).

En 2010, la Encuesta Nacional sobre Discriminación y algunas otras estadísticas de la SEP revelaron que los jóvenes del rango de edad de bachillerato son quienes más reconocen la diversidad, pero no necesariamente la respetan. Y el 52% de los adolescentes no estarían dispuestos a compartir el salón de clases con una persona homosexual.

Foto: Ambar Barrera

Foto: Ambar Barrera

En mayo de 2012 se realizó la primera Encuesta Nacional sobre Bullying Homofóbico, la cual arrojó que 56% de los encuestados sufrió más acoso en el nivel de secundaria. En el 77% de los casos el tipo de acoso refiere señalamientos y exhibición.

“En secundaria tenía una pareja pero ocultábamos la relación. Se dieron cuenta porque nos besamos en la escuela, sólo nos vio una profesora de química pero ella difundió la noticia. Los compañeros nos decían ‘maricones, putos, jotos’. Varios nos dejaron de hablar y uno intentó golpearnos. Algunos profesores le pidieron a la directora que nos corriera porque dábamos mala imagen. Sin embargo, una profesora de historia, antropóloga del INAH y que le daba prestigio a la escuela, intercedió a nuestro favor. Los compañeros nos dejaron de molestar y ya no se habló de corrernos. Todo eso me ayudó a salir del clóset porque me di cuenta de que el origen del problema fue que quise mantenerlo en secreto, entonces después pensé que si era más abierto respecto a mi orientación sexual y no lo negaba, pues las cosas ya no me iban a explotar en la cara como esa vez” (Pedro, 20 años).

Una investigación realizada por la UNICEF en 2011 revela que las víctimas del bullying pueden llegar a desear ya no asistir más a la escuela por temor a que las agresiones se repitan. Mientras que a largo plazo, las consecuencias del acoso escolar incluyen dificultades para relacionarse socialmente en nuevos ambientes y confiar en los demás, lo que a su vez desembocará en una tendencia al aislamiento, tener baja autoestima y continuar siendo vulnerables a nuevas experiencias de acoso, incluso ya en la vida adulta, permeando en el área laboral y las relaciones de pareja. Además, según dicha investigación, la víctima podría posteriormente convertirse en victimario al naturalizar y justificar los usos de la violencia.

“Cuando iba en primer año de primaria unos compañeros me decían maricón porque jugaba basquetbol y no me gusta el futbol. No dije nada porque me daba miedo que mis papás se enteraran que era gay. Dejaron de molestarme cuando estaba en quinto año, ya que conocí a un amigo que me defendía. Además llegó un compañero nuevo que era más obvio que yo y dejaron de molestarme a mí para molestarlo a él porque jugaba con barbies. En la secundaria aprendí a defenderme, a veces con golpes y otras insultándolos por sus defectos físicos” (testimonio anónimo, 22 años).

Profesores, los otros victimarios

“M” (quien prefiere mantenerse en el anonimato) tiene 15 años y hace un año, cursando el segundo grado de secundaria, sufrió bullying homofóbico por parte de una de sus profesoras.

“Estaba en segundo de secundaria cuando una maestra se dio cuenta de la relación que tenía con una de mis compañeras. Ella era mi novia. En general regañaba a todo el grupo, pero cuando nos tocaba a nosotras nos decía que ya estaba harta de la mancuerna que hacíamos y que no era tonta, que ya sabía lo que estábamos haciendo. Después nos prohibió tomarnos de la mano y estar juntas durante los recesos”.

En todos los casos en los que la profesora hizo ese tipo de comentarios discriminatorios, ni el grupo ni la pareja decían nada. La única ocasión que las abordó a solas, ellas decidieron negar que estaban saliendo.

“No dijimos nada porque nuestros papás todavía no sabían, hasta que la mamá de mi novia un día llegó por ella a la escuela y esta profesora aprovechó para contarle. Entonces sus papás le prohibieron salir conmigo. A mí ya me tenía nerviosa todo el tiempo, pero ese dolor me hizo crecer. Aunque debo admitir que hubo un momento en el que ya no sentía ganas de nada, pensaba que todo iba a lo mismo, a ser maltratada”.

Además del acoso directo hacia sus alumnas, la profesora solía hacer constantes ataques en contra de la homosexualidad en general durante sus clases.

Foto: Ambar Barrera

Foto: Ambar Barrera

“Decía que era asqueroso ver cómo muy descaradamente las parejas de gays se besaban en público, que eso no se debía hacer y que, encima de todo, eran unos y unas todos prietos”.

Para “M”, enterarse de las marchas y manifestaciones alrededor de la muerte de Agnes Torres fue un motivo para detener por su propia cuenta el acoso que estaba viviendo.

“Cuando me enteré de la muerte de Agnes, aunque no la conocí, me indigné con la actitud de la maestra y me fui dando cuenta de que lo que yo siento no es malo. Esa profesora daba clase de cívica y ética y nos dejó una exposición por equipos y ella asignó los temas. A nosotros nos tocó sobre Derechos Humanos y, como yo iba a dar las conclusiones, las centré a los problemas que coartan los derechos como el racismo, la exclusión por condición económica y la homo, lesbo y transfobia. Se quedó fría”.

Finalmente, el acoso cesó y meses antes de su graduación, aquella profesora se disculpó en privado con “M”.

Bullying hacia una persona trans

A finales de abril de este año, la Cámara de Diputados aprobó reformas a la Ley General de Educación para prevenir bullying y brindar la atención necesaria a los alumnos afectados por ese problema. Sin embargo, la mayoría de los casos sigue sin denunciarse.

En el caso del acoso escolar contra personas trans, la Encuesta Nacional sobre Bullying Homofóbico sólo ha revelado que un 66% del total de las personas trans encuestadas ha sufrido bullying, contra un 50% del total de mujeres lesbianas y un 74% del total de hombres gay.

Ceo es un hombre trans, tiene 20 años y es estudiante en la licenciatura en psicología.

“Ah, la secundaria”, suspira y sonríe un tanto sarcástico.

En la secundaria, Ceo aún no asumía su condición como transgénero ni tampoco su orientación sexual.

“En la secundaria ya entendía los insultos. De hecho, eso me causó conflictos conmigo mismo, tuve homofobia internalizada bien intensa, no quería saber absolutamente nada de nada que tuviera que ver con cosas no heterosexuales. Tuve mis etapas de apegarme mucho a la norma y vestirme como niña, pero nunca duraban, me decía: “¡o sea, no te hagas!” Incluso había quienes decían que aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y siempre va a ser la machorra que conocemos”.

Ceo pasó la secundaría entre insultos, empujones y la exclusión dentro de los grupos de los que formaba parte, como en la banda de guerra, donde era ignorado por un compañero cuando tenía que explicarle algo. La persona encargada de dirigir la banda se dio cuenta de lo sucedido y regañó al compañero de Ceo, lo que provocó que posteriormente las agresiones aumentaran a nivel físico. Y aunque Ceo estuvo a punto de responder con golpes a esos ataques, nunca lo denunció con los profesores o con su familia.

“Me ponían de todos los apodos habidos y por haber. Uno que la verdad ahora que lo pienso me da bastante risa es el de Mamá Lucha, pero en ese momento pues no fue tan gracioso”.

En su lucha interna contra aquello que no sabía definir aún, pero que sabía que no era “normal”, Ceo también practicó la homofobia.

“Alguna vez sí discriminé, bueno, muchas, pero no hacia alguien en específico sino a la situación. Decía: ay, no, ve esos maricas, corre, no se te vaya a pegar”.

Cuando entró a la preparatoria, Ceo creyó que toda esa situación había terminado. Conoció a un chico homosexual que se hizo su amigo y con sus anécdotas le ayudó a quitarse aquella homofobia interna y a empezar a vivir y definir su vida de manera más libre.

“El principal problema fue cuando entré a segundo. Los chavos empezaron a hacer gestos y sonidos de asco cuando pasaba cerca de ellos. Era una bolita como de 10 u 11 más o menos, algunos que ni siquiera iban en mi salón y que yo ni conocía”.

Ceo cree que empezaron a acosarlo de nuevo cuando se asumió como bisexual.

“Luego inventaron un jueguito. Al principio no me di cuenta, hasta que me dijo una amiga y ya me di cuenta en la entrega de un trabajo porque estábamos calificándonos. Cerca del escritorio, los primeros en calificar salían primero, entonces todos corren como abejas al panal y cuando yo me acerco todos se abren. Y yo dije, pues qué chingón, ya me califiqué, se me ocurrió tocar a alguien y todos haciendo ¡uh, te tocó! Una vez que eres consciente de lo que hacen pues es mucho más fácil notarlo. En educación física me esquivaban como si fuera un poste y no faltó a quien casualmente se le iban las pelotas contra mi cara”.

Ceo se vio obligado a cambiar de grupo donde tomaba karate por razones parecidas. En especial, uno de sus compañeros del grupo le atacaba de manera fuerte durante los entrenamientos.

“Sólo teníamos que marcar golpes pero él me golpeaba muy fuerte, entonces me decía: ¿qué pasó, no que muy valiente, no que muy fuerte? Pues no te dobles, ¿qué eres?, ¿estudias ballet o karate? Esa frase de hecho era típica en ese grupo”.

Mientras estaba con amigos o incluso frente a sus agresores, Ceo se mostraba indiferente, como ignorándolos, pero confiesa que en soledad no entendía lo que pasaba.

“Me molestaba mucho y además me sacaba de onda, pensaba: ¿tan malo es ser diferente?”.

Actualmente, Ceo vive su identidad trans sin preocuparse por el acoso en la escuela, pues desde que entró a la universidad ese tipo de agresiones no se ha repetido. También, siendo estudiante de psicología y después de haber vivido bullying durante ese largo periodo de su vida, propone algunas cosas respecto al tema.

“Considero que deberían hablarle a los niños del tema como tal, pues muchas veces en sus casa les empiezan a enseñar esas cosas de ‘tú eres machito y los machitos no lloran’, cosas como esa, y pues en las escuelas no hay nada que contrarreste eso. Se supone que hay una ley de antidiscriminación pero no se hace nada en las escuelas sobre eso y obviamente en las primarias nunca habla de homosexualidad. Alguna vez intenté llevar un proyecto de educación sexual para las escuelas como un trabajo en la preparatoria pero no les interesa, tienes que hacer muchos protocolos y luego hay que preguntarle a los comités de padres de familia y nadie quiere”.

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