Ernesto y Joel llegaron desde Zacatecas para participar de la XXXV Marcha Histórica del Orgullo LGBTTTI en la ciudad de México. Vestidos de negro, con accesorios de policía y una enorme bandera arcoíris que ondearon todo el tiempo, los novios marcharon muy delante de la manta “oficial” de inicio, ésa que rezaba “Marchamos para protestar” y que supuestamente indicaba el punto de partida de todos los contingentes.
Tomados de la mano, sonrientes, Ernesto y Joel acapararon en todo momento los lentes de los fotógrafos y aprovechaban para besarse y “demostrar nuestro amor, a eso venimos”. Joel lleva una década asistiendo a marchar al DF. Le gusta porque es un evento multitudinario, mucho más grande que el de Zacatecas, aunque en esta ocasión lamentó que hubiera “muy poca gente” en comparación con otras ediciones.
Los mismos años de salir a protestar lleva Adriana, una mujer trans que también marchó en la vanguardia de la multitud. Ataviada con vestido negro de escote pronunciado y falda de tul, y escoltada por un joven con traje de marinero y lata de cerveza en mano, Adriana se encontró con una marcha que quedó por debajo de sus expectativas.
–Estuvo un poquito menos animada, hizo falta un poco más de música. Creo que ahorita la organización no se hizo como debería de haber sido.
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La marcha número 35 se anunció desde el inicio como aquélla que reivindicaría su carácter de protesta, como ésa que dejaría atrás los excesos festivos, el house a máximo volumen, los desnudos. Se acabaría ese carnaval que –dicen– sólo fomenta más el prejuicio de quienes ya nos aborrecen. “Marchamos para protestar”, fue el lema.
“En estos 35 años hemos dejado caer el movimiento de manera estrepitosa, le hemos apostado al dinero y al voto rosa, como si fueran las panaceas y nuestra dignidad y derechos estuvieran en un mercado de compra y venta entre empresarios y partidos políticos, entre becas y programas gubernamentales, el activismo se ha prostituido”, reza uno de los pronunciamientos publicados en la página de Facebook del comité organizador.
Aunque las ganancias políticas han sido claras –sobre todo en el DF–, la situación general continúa siendo desfavorable, por eso la necesidad de reivindicar la lucha, la indignación ante la desigualdad, la rabia por los crímenes de odio, por la homofobia cotidiana, esa rabia que motivó a marchar a los primeros contingentes de personas homosexuales y lesbianas en 1979.
“En el espíritu original del Movimiento de Liberación Homosexual palpitaba la conciencia de que vivíamos en una sociedad opresiva a la que hay que transformar dentro de nosotros mismos y en nuestro medio. No se trataba de domesticarla ni de limarle los dientes al cuchillo de nuestra existencia para que la sociedad nos aceptara”, dice el mismo documento.
Así las cosas, el comité organizador indicó en un comunicado desde el 17 de junio que los carros alegóricos debían “moderar el sonido de la música”.
La indicación en realidad aplicaba para los pocos vehículos que habían decidido participar del evento, pues previamente los organizadores habían solicitado una compensación económica –de 5 mil pesos, según indicaron fuentes periodísticas– para circular en la marcha. Muchos antros, que año con año enviaban sus carros, se negaron a pagar y marcharon a pie.
Pero el conflicto es añejo. El año pasado, incluso, hubo dos marchas: una con los empresarios y otra con los activistas. La primera más festiva, con más música; la segunda más solemne, recordando lo que resta por ganar y lo que se ha obtenido… como si fuera imposible hacer las dos cosas en una sola marcha.
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Llegó el día: 29 de junio. A las 11 de la mañana ya se aglomeran los asistentes alrededor del Ángel de la Independencia.
Una imitadora de Lady Gaga canta en la tarima mientras los voluntarios de Censida reparten lubricantes y condones. La activista Julia Klug, disfrazada de arzobispo, muestra una bandera del Vaticano con calzoncillos infantiles pegados encima, mientras a su lado se congrega un contingente de vaqueros gay del Estado de México.
Por allá se ven los osos, un hombre en tacones blancos y lentes de contacto rosas, mujeres con tehuanas. Disfraces hay de todo: Marilyn Monroe, Mario y Luigi, vulvas, Batman y Robin, los ya clásicos ángeles, personajes indescifrables. El ambiente es festivo, ameno. La gente se sonríe, se hacen bromas, piden fotografiarse con los mejores disfraces.
Por el micrófono llaman a la prensa. Hay que registrarse. Sólo algunos consiguen pulseras que permitirán el acceso para entrevistar a los artistas que se presentarán en la plancha del zócalo una vez terminada la marcha. No importa, Eugenia León canceló.
Piden que a las 12 nos concentremos alrededor de la “manta oficial de inicio”, la que encabezará la marcha, porque “habrá declaraciones”, pero no saben dónde estará colocada.
El paseo sigue, la zona donde se colocaron los vaqueros con sus caballos empieza a oler mal. A un lado de la glorieta un grupo de policías decomisa una bolsa, sus dueños la reclaman pero cuando los uniformados les indican que deben acompañarlos, reviran: “no, no es mía”.
–Llevaba mil pesos de mercancía –lamenta uno cuando los agentes se han ido.
Las banderitas de arcoíris cuestan 20 pesos; las bolsitas de plástico con tequila y jugo dentro, sólo 15.
Por fin dará inicio la marcha, los camarógrafos se enfilan para grabar “las declaraciones”. Los vaqueros ya han puesto música y deben callarlos para iniciar la lectura, que en realidad se trata de una breve declaratoria leída por Alonso Hernández, coordinador de vigilancia del comité organizador.
–Estamos marchando contra el bullying social que millones de hombres y mujeres del colectivo LGBTTTI en México sufren a consecuencia de la falta de leyes, de la falta de políticas pública, a consecuencia de que los gobiernos siguen discriminando y tratando a estos colectivos como ciudadanos de segunda clase. Sabemos que la legislación puede ser y debe de ser perfectible. Por esto y otras razones más marchamos para protestar. Por esto y por todos nuestros muertos marchamos para protestar. Marchamos para protestar porque no se ha ganado muchísimo a partir de estos 35 años y queremos la igualdad plena en derechos y obligaciones.
Y avanzan.
Los hombres y mujeres que van cargando la manta de inicio buscan hacerse paso por Paseo de la Reforma pero la multitud ya se ha conglomerado en ese espacio y es imposible pasar entre la gente que permanece parada, platicando, sin enterarse que la marcha ha comenzado, o incluso otros contingentes que parecen venir marchando en sentido contrario, pues apenas van en su camino hacia el punto de salida.
Los organizadores deben recurrir a una camioneta de la Secretaría de Protección Civil del DF que abre camino mientras la gente se repliega en las aceras y camellones.
Por altavoz y ante la indiferencia de todos, un joven dice: “todos deben ir atrás de la manta de inicio”. Es un caos.
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Más de una semana antes del evento, el comité organizador informó en un comunicado que quedaría estrictamente prohibido el consumo de alcohol durante la marcha. No sólo eso, derivado de pláticas con el GDF, los organizadores habían acordado prestar “mucha mayor atención” a los vehículos participantes, “para que éstos no repartan alcohol en lo absoluto”.
En caso de infringir la regla, “las autoridades correspondientes harán lo conducente para hacer cumplir la reglamentación de convivencia ciudadana”.
Ya durante el día del evento, sólo un establecimiento Extra ubicado en Reforma y Florencia continuaba vendiendo cervezas cerca del mediodía. La dependienta prefirió no revelar una cantidad estimada del alcohol vendido durante la mañana. Los Oxxo, por su parte, incluso cerraron con llave sus refrigeradores horas después del paso de los contingentes.
Por la tarde, el Gobierno del Distrito Federal comunicó que la marcha había culminado con “saldo blanco”. En el mismo boletín se informaba que habían sido desplegados mil 756 elementos y 190 patrullas para resguardar el paso de los manifestantes. Y también que habían sido detenidas 269 personas “que ofrecían accesorios diversos, alimentos y bebidas embriagantes en vía pública”.
Así el “saldo blanco”: más de 200 detenciones.
Las notas que produjeron diversos medios de comunicación se basaron en el documento del GDF. “Saldo blanco tras marcha gay en DF”, encabezaron. La nota no fue la exigencia de derechos, la nota fue que nadie se mató.
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Para cuando la marcha llegó al monumento a Cristóbal Colón ya había tomado forma. Algunos continuaron marchando por delante de la manta de inicio, pero eran pocos. La gente se ordenó en contingentes y apresuró el paso. Los ánimos subían.
Había funcionado el uso de los vehículos de Protección Civil y de los dos hombres que se transmitían instrucciones por radio. Uno se identificó como trabajador de la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal y el otro, con tono prepotente, buscó en todo momento que los fotoperiodistas no se acercaran demasiado a la manta de inicio, sin mucho éxito.
Al llegar a la Alameda, uno de los organizadores tomó el altavoz y pidió un aplauso para todas las personas LGBTTTI asesinadas en crímenes de odio.
De la marcha reivindicatoria, ése fue el momento más fuertemente político. “Un aplauso por todas las trans que dieron la vida por nosotros (sic)”, gritaba al hacer mención de algunos nombres. El sonido de los aplausos retumbó entre los mirones que se juntaron a ver el paso de los travestis, de las adolescentes que se besaban, de los disfraces.
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“Las actimismas acusan a las mercachifles de hacer de la marcha un carnaval, en la que las jotas vamos semiencueradas, mariconeando, brincoteando y bailando en los camiones con la música de moda (…). Por supuesto, ignoran que el carnaval tiene su parte de transgresión”, escribió Sergio Téllez-Pon en una columna publicada dos días antes de la marcha.
Alejandro Juárez Zepeda, por su parte, coincidió en que la marcha se ha convertido “en una especie de fiesta popular en la que los asistentes construyeron un espacio de socialización e identificación”, pero criticó las prohibiciones de los organizadores al considerar que “lo inconcebible entonces era que, tras perder su carácter contestatario y ser absorbida por la lógica del mercado, deviniera en un acto prohibicionista y moralizante, como el que se plantea para esta XXXV edición”.
Al respecto, Félix Mendoza, miembro de Scouts Gays de México e integrante de la organización de la marcha, explicó en entrevista con Reversible que “la marcha en años anteriores se había enfocado a publicidad y este año se rescató el luchar por los derechos, en manifestarse y reclamar a la sociedad los derechos. Y ya no se usó como una plataforma publicitaria, más que nada”.
–Hubo descontento de algunos grupos. Se publicaron incluso algunas columnas criticando esta postura. ¿Cómo les argumentas?
–Más que nada pienso que son intereses personales o empresariales los que pueden causar ese descontento, porque sí llegó un momento en el que la marcha perdió por completo su objetivo, que era luchar por los derechos. A lo mejor ahí está el descontento, porque perdieron una plataforma publicitaria un poco fuerte.
–Sin embargo, algunas de las personas que mostraron su descontento fueron activistas, no sólo empresarios.
–Más que nada, las organizaciones que estuvieron al frente de la marcha son asociaciones civiles, enfocadas al apoyo social y a la integración de la comunidad gay. No hay influencia empresarial. No sabría decirte a qué nivel, pero sí es muchísimo menos que antes. Ahora no hubo carros de antros, más que nada hubo manifestación y participación de grupos de la sociedad civil.
–¿Qué organizaciones participaron esta ocasión?
–Mira, no soy muy conocedor porque no soy de aquí de la ciudad de México.
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Según cifras oficiales, emitidas por el Gobierno del Distrito Federal, a la XXXV Marcha Histórica del Orgullo LGBTTTI asistieron 80 mil personas.
No importaron las prohibiciones, las reivindicaciones. Quienes salieron a marchar, marcharon como mejor les pareció: con disfraz, sin él, solos, en pareja, entre amigos.
Poco importó a la gente los pleitos entre organizadores, activistas o grupos políticos. La marcha trascendió a su comité organizador y la hicieron, como siempre, sus asistentes: los que la ven como una fiesta, los que la ven como un evento de protesta, los que creen que es ambas cosas a la vez y los que afirman que una no se excluye con la otra.
De asuntos de pleitos y prohibiciones… a Ernesto, Joel y Adriana, eso les vale. Ellos salen a marchar porque son gays y trans, y saben que vivir su diversidad es difícil, pero hacerlo así, de pie y no de rodillas, es mejor. Para terminar la entrevista, Adriana me confía:
–Hace varios años, cuando yo empecé a venir a la marcha, de hecho era así, sin tanto disfraz. Ahora se toma como carnaval y antes era por los derechos que estábamos exigiendo. ¿Pero no se pueden las dos? O ir ni muy callados ni con tanto escándalo. Yo marcho para que todos salgan del clóset.