Lado B
Elsa Benítez está de mal humor
¿Por qué la modelo mexicana se mantiene en la cima del éxito?
Por Lado B @ladobemx
23 de mayo, 2013
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La historia de cómo una alta y tímida niña sonorense conquistó las pasarelas y las cámaras y ahora conduce temperamentalmente un reality show de modelaje en la cadena Sony.

 

Diana Amador*

@unadiana

Elsa Benítez estaba furiosa, incómoda con su vestido y malencarada. Ese día ella prefería estar en México, a tres mil kilómetros de ahí, grabando un comercial. Pero no, su manager Glenda Reyna la obligó a viajar a Costa Rica para participar en un concurso de modelaje. Habían discutido y alzado la voz, se habían amenazado mutuamente con dejarse. “Finalmente”, dice Glenda, “la llevé casi de las greñas y ganó. Yo sabía que iba a ganar”. Lo que no sabía es que aquél concurso la lanzaría como una modelo internacional que a los pocos meses fue contratada en Estados Unidos, después en Europa, y que hoy sigue siendo la reina de las pasarelas en México.

Elsa recuerda ese concurso, cómo se sintió intimidada por las chicas que le llevaban años de ventaja en la carrera, cómo lamentaba no haber cumplido con un contrato publicitario para una marca cuyo nombre prefiere olvidar. Glenda recuerda esa competencia porque, asegura, fue entonces que vio a “esa gran estrella que estaba a punto de nacer”. También fue el día en que se le reveló por completo el carácter de la súpermodelo en potencia. “Quería quedarse en el DF por necia, porque convierte su disciplina en necedad, en caprichos. Hizo todo lo que le dije, pero de malas. Entonces me asusté porque ella misma podía ponerse el pie y hacerse fracasar. Quince años después, todavía me asusta”, dice quien fuera una de las primeras modelos latinoamericanas en conquistar el extranjero.

Benitez, dice, le debe todo a Glenda. “Ella me enseñó todo, me hizo poner los pies en la tierra, me regañaba cuando tenía que hacerlo. Tener a alguien así de fuerte y directa cuando estás aprendiendo, es lo mejor que te puede pasar”, agrega la modelo y cuenta entre risas que no le gustaría ser una de las participantes de México’s Next Top Model y tener que enfrentar el juicio de Reyna cada semana. Lo cierto es que cuando las cámaras se apagan, la exmodelo y manager apenas puede controlar los caprichos de la diva. Y aún ella, en más de una ocasión, tiene que disculparse en su nombre porque “uno hace lo que puede, pero con Elsa a veces se necesitan milagros”.

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Las 80 personas que se encargan de la grabación de un día de expulsión del reality México’s Next Top Model, no pueden trabajar. El escenario está montado, las aspirantes a modelos están apartadas en una habitación, los jurados están listos y un sobre ya tiene escrito el nombre de la joven que dejará el concurso esa tarde. Pero Elsa Benítez tiene dolor de cabeza. La grabación que debió empezar al mediodía se retrasa, dos, tres, casi cuatro horas.

Desde 2009 la súpermodelo mexicana es conductora de la adaptación del show producido por Tyra Banks, America’s Next Top Model. Antes, había aparecido fugazmente en videos musicales pero ésta era su primera oportunidad de conquistar la pantalla chica. Hubo tropezones y fue duramente criticada por su poca naturalidad frente a los reflectores. “Elsa tiene cualidades que ha adquirido y desarrollado con los años”, dice Óscar Madrazo, protagonista de otro reality show, Fashion Hunter, “era muy distraída y voluntariosa, pero fue aprendiendo y le tomó años. Hoy es una mujer disciplinada, comprometida, y así como pulió su carrera como modelo lo está haciendo como conductora”.

En el estudio de grabación, la modelo se mantiene alejada del resto de los empleados y del jurado en una casa rodante inaccesible. Nadie la molesta, ni la apresura pese al retraso. Glenda Reyna se filtra en su fortaleza para tratar, sin éxito, de convencerla de empezar a grabar. “Se siente mal, contra eso ni yo puedo”, dice.

Sólo hay alguien que la acompaña día y noche y come a su lado: su maquillista de cabecera desde hace 20 años, Eduardo Arias. “Si quieres convencerla de algo, convence primero a Lalo, él se encarga de lo demás. Es como su Pepe Grillo, su conciencia”, confía alguien de la producción, el mismo que se disculpa porque Elsa no permite tomar fotografías del backstage y nadie que no sea Lalo puede obligarla. El equipo de producción la ha visto estallar más de una vez, abandonar el set, correr camarógrafos, negarse a grabar durante varios días, repetir escenas hasta 27 veces, lanzar objetos por el aire y negarse a comer porque no consiguieron los alimentos precisos que ella pidió. Elsa Benítez es la pesadilla de cualquier encargado de relaciones públicas: cancela shottings y entrevistas de última hora, se niega a hablar con los medios y sólo autoriza a los fotógrafos de su confianza. Trabajar con ella no es sencillo, dicen, pero es la única opción.

Nadie más que Elsa podría conducir un proyecto tan ambicioso como la serie de Sony. Nadie ha tenido una carrera tan exitosa y vertiginosa como la suya. Acababa de empezar en 1996 cuando estuvo en la portada de Vogue Italia tres veces. Después vinieron  Marie Claire, Elle, Glamour, Mademoiselle, Cosmopolitan, GQ, Harper’s Bazaar y, en el punto cúspide, la edición dedicada a los trajes de baño en Sports Illustrated. En poco tiempo ocupó 33 portadas en total. Se convirtió en la imagen de Dolce & Gabanna, Chanel, Valentino, Christian Lacroix, Versace, Fendi, Christian Dior, Karl Lagerfeld, John Galliano, MaxMara, Salvatore Ferragamo, Carolina Herrera, Oscar de la Renta y otras firmas y diseñadores que quedaron hipnotizados por su porte, como ninguna otra mexicana lo había hecho antes. “No es que nos guste trabajar con ella, es que es la mejor y no tenemos de otra”, dice un testigo de la producción.

Podrá ser complicado grabar a una diva del modelaje tratando de conducir un show, pero el reality ha alcanzado una audiencia de 12 millones de personas en América Latina. Todos atentos a lo que Elsa y sus discípulas tienen que mostrar.

“Hay otras modelos en México con carreras muy importantes. Pero ninguna tan reconocida como Elsa. Creo que es el ejemplo perfecto de lo que debería aspirar cualquier jovencita con ganas de modelar. Ella es la mejor maestra porque ha sido la mejor alumna”, dice Antonio González de Cosío, el experto en moda que viajó desde China para grabar el programa y esta tarde está aquí, a las afueras del DF, esperando como todos a que Elsa salga de la casa rodante.

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Elsa-BenitezIntEntre vuelos y shottings, Elsa Benítez pudo encontrar el amor. En 1999 se casó con Ron Seikaly, basquetbolista profesional de la NBA, doce años mayor que ella. Cinco años después se divorciaron sin dar muchas más explicaciones, aunque los tabloides aseguraron que las infidelidades del atleta eran constantes.

“Pasar más de dos semanas lejos de tu pareja es el límite, pero hay que aprender a hacerlo y no siempre funciona”, dice Elsa al respecto y no ofrece muchos más detalles sobre su vida amorosa pasada, incluido el supuesto romance que sostuvo con Roberto Slim, hijo del magnate mexicano.

A Elsa le cuesta trabajo enumerar a su círculo más cercano y regresa a su familia, a su hermana y su madre con las que mantiene contacto permanente. A Glenda Reyna no la conquistó sólo con sus largas piernas y sus facciones perfectas, sino también por su gran desapego, “su gran facilidad para despojorase, alejarse y renunciar a lo que le estorba en su carrera. Eso es determinación y tener huevos, que son clave en esta carrera”, dice. Y sí, Elsa parece desapega. Después de cinco minutos rascando en su memoria, no encuentra el nombre de quien haya sido su amigo por más de un año. Sólo sonríe, mira a la cámara que le lanza un flash y pide responder otra pregunta.

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Sus largas piernas la levantan 1.80 metros. Sus medidas son 91-61-89 y equilibran sus 56 kilos a unos centímetros de la perfección. “Me fue difícil vivir de mi belleza”, admite Benítez, “tengo caderas de mexicana y tienes que ser un palo para las pasarelas. Tienes que estar a dieta siempre. Eso es lo más difícil, así que trato de balancearlo con mucho ejercicio, pero cómo cuesta”.

Este cuerpo que la llevó a la fama, durante años fue un lastre que la convirtió en una niña tímida y retraída. Magda Ortiz, quien fuera su vecina durante su infancia en Hermosillo, la recuerda callada y con una actitud que podía confundirse con la arrogancia. “No jugaba ni hablaba con nadie, no sabíamos si porque se burlaban todos de su estatura o porque era muy creída. Yo creo que se sentía insegura porque era mucho más alta que cualquiera de su edad”. Elsa no sólo tuvo que lidiar con esas burlas, sino también con la belleza de su hermana Dora que la opacaba siempre. “La que estaba haciendo su carrera de modelo era Dorita. Todos decían que ella era la más guapa, la más alta y la que en verdad tenía oportunidad. Elsa la acompañaba a los desfiles y así aprendió, pero no nos imaginábamos que era ella la que iba a tener éxito”, dice su tía Conchita Yáñez en un programa dedicado a la top model y transmitido en la televisión sonorense.

Y Elsa lo sabe. Su mejor amiga, su hermana Dora, es dueña de una belleza impresionante. Y cuenta cómo su padre se lo repetía constantemente. “Tú estás muy fea para ser modelo, me decía. Nunca confió en que iba a lograrlo, pero igual lo intenté con el apoyo de mi madre”, dice Benítez.

Cuando era apenas una adolescente sus padres se separaron y ella viajó a la ciudad de México persiguiendo su sueño. En uno de los concursos en que participó, “Super model of the World”, conoció a quien hoy es su amigo y compañero de trabajo: Óscar Madrazo. “Me habían dicho que era una chica muy tímida y no me lo creía hasta que la conocí. Pero cuando tiene una cámara en frente se convierte en esa leona que es en verdad”, cuenta quien participa también preparando a las aspirantes de modelo en el programa de Sony Television.

Y tiene razón, cuando Elsa Benitez modela bastan unos segundos para entender por qué es la reina de las pasarelas, por qué es la única modelo mexicana que ha conquistado todos los mercados y todas las portadas. No importa la ropa que use, es sólo un accesorio que se posa sobre su cuerpo perfecto que se desliza con naturalidad ante los flashes y aún en las posiciones más incómodas. Sólo se detiene unos minutos para tomar agua, respirar profundo y que le reacomoden su peinado, pero Elsa no para, da una buena foto tras otra, otra y otra. En la sesión fotográfica que presencié, 15 personas en el estudio guardaban silencio y admiraban a esa ninfa que se adueña de todo lo que toca. «Es imposible no amarla», dice Eduardo Arias. Y niega que la modelo sea difícil de tratar, al contrario, «es la más simpática, pero la gente no la conoce. Por eso tiene pocos amigos, porque se rodea de la gente que la sabe apreciar.  Es una mujer sensible que ,ante todo, valora la confianza y la discreción», y entonces ya no dice más. A lo lejos, Elsa le sonríe con complicidad, como si ahí no hubiera nadie más.Lado B. Periodismo 3.0

 

*Diana Amador. Dizque periodista, cartógrafa experta en extraviarse, pesimista profesional y aprendiz de ornitorrinco. Este texto fue publicado originalmente el 21 de marzo de 2013 en la revista digital Diez4, se reproduce con autorización de los editores.

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