Francesca Dennstedt
Emiliano Monge menciona que “hay dos narcoliteraturas: la policiaca y la literaria”. Yo sería más extrema: está la pésima narcoliteratura y la literaria[1]. Eros díler pertenece para mí al primer tipo porque el texto está lleno de errores que van desde el plano gramatical hasta el asunto de que el libro realmente no nos cuenta nada: es decir, no hay un fondo. Voy a enumerar los más evidentes:
1.- La división de capítulos es absurda: no ayudan ni a crear un significado, ni obedecen necesariamente a un corte de escenas. Mucho menos, se puede decir que la intención es crear una estructura novedosa. Más bien dejan ver que el autor nunca se preocupó por crear una estructura sólida, entendiendo sólida como algo que es coherente en sí mismo. Por ejemplo, en el capítulo 29 no queda claro quién está hablando por teléfono con el protagonista y esto sucede por simple descuido. La división de la novela sólo causa confusión y complica la lectura.
2.- Las frases mal escritas: “Compramos un ochito de Pacífico. Brindamos, la pulmonía agitó la melena del viento con había [sic] una fiesta en la sierra, las metralletas tronaron, había perico y licor, muy a gusto la pasaron. Rólon loco. Yoselyn, bellísima, soltó su chongo y se entregó a la brisa marina”. Si asumimos que con “una fiesta en la sierra” se refiere a la canción de Los tucanes de Tijuana, la forma adecudada de introducirla sería evitando la conjugación del verbo haber y colocando el título en cursivas. Además, pasa de un plural colectivo a un sujeto singular sin ninguna cláusula de subordinación, haciendo todavía más obscuro el significado de la pulmonía. Es claro que hay un uso idiomático del lenguaje que apela al ambiente y nos sitúa en un lugar geográfico, pero que por esta clase de defectos gramaticales, impide la transmición del significado.
4.- El uso constante del cliché: Eros díler es un diccionario del lugar común de la literatura, especialmente de la norteña. Un ejemplo: “vagina ardiente y jugosa… Sus ojos se pusieron en blanco. Sus labios se abrieron como una flor bajo la lluvia: brillantes, lúbricos, gozosos hicimos el amor sin condón”.
La enumeración anterior sirve para dejar en claro dos cosas. Nadie que haya leído literatura norteña, o tenga un mínimo conocimiento de autores cuyo mérito literario es representar la violencia, se creerá el argumento de que lo interesante del texto está en el lenguaje violento. No hay violencia en su lenguaje –a menos que con eso se refieran a que atenta contra la idea de escribir; es decir, la idea de transmitir un mensaje- y mucho menos, podemos decir que es una buena imitación de lo representativo del norte. Ni los errores ni el uso constante del cliché, se pueden defender argumentando que son cuestiones de estilo porque no son congruentes ni obedecen a ningún tipo de lógica. Además, no suman nada a la obra, más bien hacen que la lectura resulte tortuosa.
Carlos Velázquez escribe que “el principal orgullo de la condición norteña es su cualidad violenta, sexista y sin sentido, casi casi hip-hop”. En sus cuentos, siempre busca la manera de utilizar estas cualidades para crear una literatura inclasificable, donde lo deforme se une con lo absurdo y con una realidad fuera de control, donde el ritmo verbal y las dosis de humor consiguen hacerte reír a carcajadas, aunque la historia se fundamente en un carácter sexista. De nuevo, Eros díler falla en este punto: la violencia de género que se representa en la novela no es lo suficientemente violenta como para resultar interesante ni lo suficientemente crítica para resultar defendible. Esta violencia bien se puede resumir a una estrategia para, y como se menciona en la bioblibliografía[2], “ligarme a una morrita. Quería mostrarle lo machín que soy”. Vivimos en el siglo XXI: la buena literatura sexista y violenta no es aquella donde se hace el amor sin condón. En fin, me da la sensación de que estoy ante un narrador que no se tomó la molestia de conocer el mundo que narra. Quiero decir, Melville nunca cazó una ballena y, sin embargo, escribió Moby Dick. Es curioso, los pocos autores que he leído de los ochenta tienen este problema: el lector nunca termina por creerle al narrador, el cual se empeña en narrar un mundo que no conoce, que no se atreve a conocer y que tampoco sabe fingir que lo hace.
No vale la pena seguir discutiendo por qué Eros díler me parece una novela lamentable. Sólo me gustaría escribir sobre un último punto: el protagonista es un poeta que gasta el dinero de su beca en drogas, alcohol y sexo –que bonito es el cliché-, “un poeta reconocido por el Estado. Un joven creador mantenido por el gobierno”. A estas ideas, que pertenecen al plano de la ficción, se suma la biobibliografía que sirve, principalmente, como testimonio de que el autor ha ganado premios, becas y que tiene diferentes colaboraciones; en fin, sirve para legitimar su creación literaria. Me resulta sospechoso y, de cierta manera, confirma la idea de proyecto retorcido: por qué necesitas, con tanta desfachatez, legitimizar tu obra si ésta ya está publicada -cosa que me parece un primer paso para logar dicha legitimización-; ¿los premios y becas realmente garantizan la calidad literaria? Esto hace más evidente mi postura inicial: pareciera que para ser escritor en México basta con ganarte una beca del FONCA, que el Estado te reconozca como tal, tener menos de 35 años; y si además, tienes la suerte de nacer en un estado con poca creación literaria, es prácticamente un hecho la publicación de tu libro. La biobibliografía se me hace el colmo del descaro ¿hay alguna otra razón para que esté ahí? Voy a ser súper maliciosa, pero esto tipo de recursos me hacen sospechar que las nuevas generaciones de escritores coahuilenses quieren seguir la idea de la literatura como reality show de algunos de sus mentores, lástima que esta idea sólo se lleve en el plano real y no en el texto. En fin, cierro con una frase de lo que es la literatura para Aramayo que bien puede resumir todos los puntos tratados: “la literatura entonces es una experiencia, una aventura, una posibilidad de peligro. El lenguaje es violento. Transforma. He aprendido a ladrar y enamorar”.
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[1] Por ejemplo, Carlos Velázquez.
[2] La biobibliografía es una especie de biografía curricular que está al final del libro y que es independiente al párrafo biográfico obligatorio de las editoriales que, normalmente, se encuentra en la solapa del libro o en la contraportada.
Francesca Dennstedt (Tijuana, 1988) es estudiante de Literatura en la Universidad de las Américas Puebla. Ha publicado crítica en la revista Separata. Revista de pensamiento y ejercicio artístico. Ha participado en diversos talleres de creación literaria. Actualmente trabaja en una tesis sobre la poesía de Luis Felipe Fabre.
Ver comentarios (6)
"Transmisión".
¿Poca creación literaria en Coahuila? Creo que necesitas investigar más.
Hola Daniel Herrera, podrías mostrarme dónde digo que Coahuila tiene poca creación literaria? Menciono que es más fácil publicar si tienes la suerte de nacer en un estado con poca creación como parte de mi postura inicial que bien puede o no, incluir a Coahuila. Ahora bien, creo que comparado con el resto de México si tiene poca creación o más bien, si hay creación literaria es muy poca la que sale fuera del estado y por ende, es muy difícil conocerla. Creo que en la librerías de Puebla si encuentras tres coahuilenses actuales es mucho.
Saludos y gracias por leer.
Fran: no dices Coahuila, pero estás hablando de un autor coahuilense, por lo tanto se sobreentiende.
Comparado con el resto del país toda ciudad nacional tiene poca creación literaria, tu comparación es desproporcionada, así no se puede hacer crítica. Y, una cosa más, si tu medida de la literatura nacional es lo que encuentras en las librerías poblanas pues entonces sí que te quedas corta. Para hacer una crítica hay que investigar más allá de las posibilidades locales. De nuevo, si vamos a eso, pues en las seis librerías de Torreón casi no puedo hallar autores poblanos actuales, entonces, en Puebla no hay casi creación literaria. Es una afirmación fuera de foco. Si por cualquier razón llegara a hablar de libros actuales poblanos o de la ciudad que sea, no me quedaría con lo que encuentro en librerías locales, esa investigación, precisamente, es parte de hacer crítica.
Saludines.
Eso mi Fran
Buenos puntos a discutir ... aunque yo diría que es la puritita verdad