Lado B
Corrigiendo a la naturaleza: hombres transexuales
Nacer en el cuerpo equivocado
Por Lado B @ladobemx
07 de septiembre, 2012
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Mely Arellano

@melyarel

Nacer en una sociedad como la nuestra, plagada de moralinas y preceptos religiosos, y donde la normativa social está definida por una mayoría heterosexual sólo nos deja dos opciones: nacer hombre o nacer mujer.

En cualquiera de ambos casos, nuestro comportamiento –rol de género– se rige por el sexo biológico con el que llegamos a este mundo aunque no necesariamente nos identifiquemos con él.

La transexualidad es precisamente este fenómeno: nacer en el cuerpo equivocado.

Aunque pareciera que para corregir esta falla de la naturaleza lo más difícil sería luchar contra la genética del organismo, resulta que no. La medicina, la ciencia y la tecnología posibilitan hoy en día hacer una reasignación de sexo y el cuerpo humano, noble y perfectible como es, simplemente se adapta. Lo más complicado es, como en la mayoría de estos casos, desafiar a los convencionalismos sociales y a un sistema jurídico construido a la medida de la moral de una mayoría.

La elección que queda por delante es decidir si se quiere vivir bajo un sistema que ‘genitaliza’ a las personas imponiéndoles un género o enfrentar los prejuicios y el rechazo de una ‘mayoría’ incapaz de adaptarse a las distintas realidades que conforman la sociedad.

Reversible ha documentado en este su primer número, cuatro casos de la que quizá sea una de las identidades sexuales más invisibles (menos visibles) dentro de la diversidad, la más olvidada: Los hombres transexuales.

Cuatro individuos que encerrados en un cuerpo con genitales femeninos buscan corregir este yerro de la naturaleza que les dotó de la fisonomía equivocada. Después de todo, la masculinidad puede re-construirse, lejos, muy lejos de los convencionalismos sociales.

***

A*

Tengo 20 años y estudio Psicología. Soy un chico diferente, en primer lugar, porque nací en un cuerpo de mujer.

Foto: Raúl Bravo

Desde que estaba en el kínder no sabía cómo relacionarme con mis compañeros y mis compañeras, no me latían las cosas de niñas. Entonces hacía payasaditas, los hacía reír. En la primaria jugaba con mis amigos voleibol, futbol, videojuegos, y me sentía muy a gusto aunque distinta.

En algún momento quise relacionarme bien con todos y todas, pero las niñas me decían “vete con los niños, con tus cosas de niño”. Y pensaba “¿no me puedo ni acercar a ustedes?, ¡por Dios!”. Me sentía mal porque, digo: ¿qué el sexo, el género, lo determina todo? ¡Lo que importan son las personas!

También era muy incómodo usar la falda del uniforme y que me dijeran que me peinara, pero lo tenía que soportar.

Cuando entré a la secundaria conocí a nuevas personas y fue la primera vez que me gustó una chava que iba en 3º. Ella nunca lo supo, fue un amor platónico. A la hora del recreo me recargaba en el barandal y junto con dos amigos comparábamos quién era guapa y quién no. Asumían que era parte de ellos, como una hermandad, y eso era muy lindo.

Sé que se usa el término lesbiana pero a mí no me gusta, siento que no encajo ahí.

Una vez se me acercó un chico y me tomó de la cintura, dejé que lo hiciera porque no quise restringirme, pero en algún punto ya quería golpearlo, no de cachetada, sino de golpe de puño. Mejor me fui.

Me gustaba mi mejor amiga pero no me hacía caso, cuando le dije me dejó de hablar por un rato. Sufrí un poquito, luego anduvo con un tipo pero después fue mi novia. Ni siquiera terminamos, fue una de esas historias tipo Romeo y Julieta. Es la chava más bonita e inteligente con la que he andado. Éramos una parejita bien ejemplar, nos peleábamos el primer lugar en el cuadro de honor. Sin embargo ella le quiso decir a sus papás, le dije que esperara, que no estaba de acuerdo, pero lo hizo y fue un caos. Un lunes ya no apareció, la cambiaron de escuela.

Cuando yo le dije a mi papá que me gustaban las chicas me preguntó si ya había tenido relaciones con algún hombre, me dijo que lo intentara y que me arreglara. Nunca me ha gustado la ropa de niña y quise probar, usé blusitas, escotes, pero al final dije: “¡Al diablo, no me gusta!”. Hasta intenté ese comportamiento socialmente aceptado de niña pero al final dije igual: “¡Al diablo, no me gusta!”.

Foto: Raúl Bravo.

No me siento cómoda con mi cuerpo. He pensado en iniciar un tratamiento de hormonas. El masculinizar mi cuerpo es estar más acorde a cómo pienso, a cómo siento, a cómo me desenvuelvo en la sociedad: como chico. Hay algo en mí que me lo está pidiendo, que me lo pide desde hace muchos años, pero había decidido ignorarlo.

Cuando se lo dije a mi papá y a mi mamá pensé que me moría, pero lo tomaron bien. En realidad no quiero una cirugía reconstructiva. Estoy a gusto con mis órganos sexuales, pero voy al gimnasio y no me gusta el cuerpo que veo.

A veces cuando me dicen joven hasta me siento grande. Y cuando me dicen señorita no me gusta, no me siento cómoda. Me acostumbré a hablar en femenino, pero es algo que eventualmente puede cambiar porque mi identidad es de opinión  pública pero no de dominio público, y la gente tendrá que respetar si quiero ser él o ella.

*Se omite el nombre a petición del entrevistado

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EN EL CUERPO EQUIVOCADO

Se le llama disforia de género o trastorno de identidad de género cuando una persona no está a gusto, no siente pertenecer al género biológico o el género asignado desde el nacimiento, sino que se identifica con el opuesto.

Se desconocen las razones. Algunas hipótesis sugieren que in utero hubo una alteración hormonal que interviene en el desarrollo del encéfalo del cerebro del bebé, pero nada está corroborado.

La disforia de género es más frecuente en mujeres que en hombres, en una proporción de 10 a 1. En términos generales se llama mujer transgénero cuando un hombre quiere ser mujer, y hombre transgénero cuando una mujer quiere ser hombre, las siglas que los identifican son MAF (male to female, es decir: de hombre a mujer) y FAM (female to male, es decir: de mujer a hombre).

Cuando el proceso transgénero se completa con la cirugía de reasignación de sexo y el tratamiento hormonal, entonces hablamos de una persona (hombre o mujer) transexual.

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ANDREW

Andrew tiene 21 años y un cuerpo de envidia. Lo sabe y lo presume. La rutina del gimnasio revela su efecto a simple vista y oculta lo que hay debajo de sus pectorales de calendario: glándulas mamarias.

Foto: Raúl Bravo

Desde hace dos años vive totalmente como hombre y empezó con el tratamiento hormonal hace tres meses y medio. Tiene muy claro su objetivo y está dispuesto a pagar el precio: dieta, mínima ingesta de alcohol, cero tabaco, mucho ejercicio, una inyección de testosterona cada 21 días, y tratamiento psicológico y médico estricto. Eventualmente, además, un par de cirugías.

Desde hace dos años empezó a referirse a sí mismo en masculino, a asumirse como lo que siente que es: un hombre heterosexual.

-Nunca he estado en una relación lésbica porque siempre quise el papel de hombre, siempre. Supuestamente en una relación de lesbianas no debería existir eso, sino cada quien tener el género femenino. Pero en mi caso era diferente, yo siempre quería ser la parte activa.

El rostro lampiño y aniñado de Andrew concuerda poco con el torso musculoso que ha conseguido en unos cuantos meses de gimnasio, pero poco a poco irá transformándose. Sus rasgos se endurecerán, le saldrá barba, desaparecerá el periodo menstrual y su voz se hará cada vez más grave. Para “crear conciencia” sobre los hombres trans, documenta los cambios y sube las fotos a una página que creó en Facebook.

En los dos primeros meses experimentó un aumento de la libido que superó estoicamente sin contacto sexual. No tenía novia. Ahora que ya tiene una, se enfrenta a un dilema.

-Estoy saliendo con una nueva chava, pero tengo un problema, me encanta por femenina y por ser mujer, pero es lesbiana. Me dijo: “Te veo como un hombre y eres el único hombre que me gusta”, pero sí ha hecho ciertos comentarios que no sé cómo tomarlos… No le gustan los penes. Entonces siempre hemos discutido sobre eso: el pene.

El asunto no es menor para alguien que siempre usa una prótesis fálica y planea hacerse la cirugía para que sea permanente, pese al riesgo implícito de perder la sensibilidad.

-Aunque toda la construcción que he hecho como un hombre, la he hecho muy aparte de no tener un pene, de no haber nacido con uno, es un punto muy vulnerable. Mi ex novia siempre lo estaba tocando y me hacía sentir hombre.

Foto: Raúl Bravo

La otra cirugía que tiene pendiente es una ginecomastia, es un procedimiento que se hace a los hombres que desarrollaron glándulas mamarias. Él es candidato debido a que no se le desarrolló el busto, gracias a la gimnasia que practicaba desde los 7 años.

Siempre supo que era una niña diferente, pero no sabía que existía la homosexualidad sino hasta los 13 o 14 años, cuando vio en la calle a dos mujeres besándose.

-En la escuela me sentía una niña fea, quería ser como un hombre, pero sabía que nunca lo podría ser. Entonces no me sentía bien conmigo. Me sentía muy infeliz.

A los 15 años conoció a una mujer de 29 por internet, y comenzaron una relación virtual. Después de un tiempo ella lo visitó, y tuvo su primera relación sexual.

Al entrar a la preparatoria inició una etapa en la que decidió volverse más femenino en su manera de vestir, y comenzó a usar maquillaje. Se sentía bien, pero no “suficientemente delgado para verme bien, empecé a hacer ejercicio de más, a no comer, a vomitar comida y así estuve como un año. Llegué a pesar 30, 32 kilos”.

Andrew habla con prisa, como si todo lo que está contando lo hubiera memorizado para un examen. Sólo cuando menciona a su mamá hay otro tono, uno más lento,

-Tengo una entrevista que le hice a mi mamá y que subí a mi Face, donde cuenta que ella ya se había dado cuenta cuando yo era pequeño que algo estaba mal conmigo. Mi mamá… No sé si suene muy cursi pero, para mí, mi mamá es la mejor del mundo, me apoya muchísimo y me habla como quiero que me hablen.

A mediano plazo se ve usando su nombre legalmente, pues ya ha iniciado el proceso para ello; a largo plazo se ve trabajando en Rusia, casado y con hijos.

-Sé que voy a tener un hijo, un niño, pero no sé cómo lo vaya a tener. Prefiero que sea varón, porque las niñas son mucho relajo.

-¿Lo dices por experiencia?

-Algo así…

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UN VIAJE CON ESCALAS

No todos y todas completan el proceso. Hay quienes por cuestiones económicas o porque se sienten a gusto con su cuerpo sólo usan las hormonas y viven una vida adoptada al género al que pertenecen. El protocolo, sin embargo, es terminar el proceso con la cirugía de reasignación de sexo.

Cuando se hace la cirugía de reasignación de sexo, quitando las gónadas propias del sexo biológico, el tratamiento con hormonas se modifica, pues disminuye la necesidad de éstas para el mantenimiento del sexo que han elegido.

El tratamiento hormonal, sin embargo, es permanente, porque incluso cuando ya se realizó la reasignación de sexo y se han extirpado los ovarios o los testículos, las hormonas remplazan algunas de sus funciones relacionadas con procesos diferentes a los sexuales, como el mantenimiento de la salud ósea, por ejemplo.

De otro modo, si alguien de 30 años se quita los testículos o los ovarios, y se asume como un hombre o una mujer, cualquiera que sea el caso, pero no recibe hormonas de remplazo, eventualmente puede tener osteoporosis.

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“La transexualidad es un proceso de autoevaluación y hay quien decide quedarse en alguna estación del viaje”. Agnes Torres.

BETO

Mi vida ha sido difícil, pero estoy agradecido por lo que está sucediendo. Han sido cosas buenas. Dentro de todo lo malo ha resultado siempre algo bueno.

Foto: Raúl Bravo.

Todo empezó cuando me encontré con una prima en la calle y me dijo que la acompañara a ver a una de sus amigas. Su amiga era una chica trans, pero yo no tenía idea. Platiqué con ella y le conté mi vida, entonces supe en qué consiste la transexualidad masculina. Y ahí me definí como chico transexual.

Antes de eso yo me consideraba lesbiana.

Mi familia es tradicional. Mis dos hermanos y mi hermana son mayores, soy el menor. Tengo 22 años. Hablar con ellos en algún momento fue muy difícil, me evadían.

Mi gusto por las mujeres ha sido desde que tengo memoria, veía imágenes o personajes de la tele o de las novelas y decía: “Ay Dios, está guapa”.

Era muy frustrante para mí tener que usar vestido o el uniforme. Pero me tenía que aguantar, incluso los maestros y mis compañeros de la escuela me hacían burla. Me decían marimacha. Sobre todo cuando empecé a tomar más mi papel masculino, como en 4º año de primaria.

Por eso desde antes aprendí a defenderme. Siempre le entré a los trancazos.

En 1º de secundaria me expulsaron, me echaron la culpa de haber golpeado a un compañero. Al principio mis papás me regañaron muy feo. Y después pasaron cosas que no debieron haber sucedido.

Mis papás me golpeaban bastante, había violencia intrafamiliar. Los denuncié en el DIF y me mandaron a Casa de Ángeles. No es un lugar bueno. Te tienes que defender como gato boca arriba porque son crueles los niños, algunos te atacan y depende de ti defenderte. Pero yo no me iba a dejar. Era bastante violento.

Foto: Raúl Bravo.

Estuve unos dos meses hasta que decidí regresar con mi familia. Después de un año me decepcioné y como a los 2 o 3 años volvimos a lo mismo. Finalmente mi mamá se divorció y se fue a Sonora. Nosotros nos quedamos con mi papá. Mi familia se separó. Yo me quedaba solo en la casa y me deprimía.

Cuando les dije a mis papás que era un hombre transexual, se armó la discusión. No lo tomaron a mal pero se quedaron impactados. Mi papá estaba distante porque tenía una ideología machista y pensaba que iba en contra de las leyes de Dios.

Fue mi prima quien me ayudó, fue un pilar. Y en parte su amiga, la chica trans, que ahora es mi novia.

Desde hace un año y medio inicié con la terapia de remplazo hormonal. También me gustaría hacerme la reconstrucción genital, la mastectomía y la histerectomía. Sí quisiera tener una prótesis de pene, pero me da miedo perder la sensibilidad. Como quiera, ahora soy más seguro de mí mismo, me siento pleno, pero todavía no al cien por ciento como me quisiera.

Ya nunca volví a la escuela y ahorita no tengo el recurso para hacerlo. Entonces trabajo y soy activista. Mi naturalidad es ser escritor, acabo de terminar mi autobiografía, el primer volumen, el segundo va a salir después. Es como un diario y la idea es publicarlo para ayudar a otros chicos. Mientras tanto me dedico a oficios. Regularmente me voy de albañil. No sé dónde aprendí. Algunas cosas me las enseñó mi papá, las otras con el tiempo.

Ahora sí me apoya mi familia. Vivo con mi papá. Y mi mamá se regresó. A ella, desde que yo era chiquito, le decían que me cuidara, que viera mis actitudes, que eso no era de mujeres: jugar futbol, corretearnos. Mi mamá decía “que se divierta”, aunque siempre sospechó.

Por el momento no pienso cambiar mi nombre o mis papeles. Cuando me piden la credencial del IFE nada más ven la foto, ya no ven el nombre ni los datos, y dicen “pásale”.

***

EL INICIO

Desde la infancia o la adolescencia, las personas detectan su disforia de género: sienten que están en un cuerpo en el que no deberían estar. Muchas veces por las convenciones sociales y los estereotipos no lo asumen hasta la adultez temprana.

El tratamiento hormonal, además de causar cambios físicos también modifica las emociones.

***

CHRISTIAN

La cita es en un restaurante. Al llegar hay tres personas. Dos son hombres. Sé que uno era mujer pero es difícil saber cuál. Lo descubro hasta que, para iniciar la entrevista, nos dejan solos. Es Christian. Lleva 4 años con el tratamiento hormonal.

Es bajito, bien parecido y robusto. Tiene 27 años. Es diseñador gráfico.

A veces, confiesa, se le olvida que nació siendo mujer. Su masculinidad ya es tan parte de él, que mira lejanos aquellos días.

-Desde que tengo memoria me asumía como masculino. Siempre andaba con shorts, playera y tenis. El choque fue en la primaria: “tenía que usar una falda”, “tenía que…” muchas cosas.

La mejor manera de lidiar con esa realidad era crear otros escenarios, y entonces imaginaba que era un extraterrestre perdido en un planeta que le era ajeno.

Su carácter introvertido y tímido le evitó ataques y críticas de sus compañeros. Incluso en la secundaria, cuando su apariencia era más bien andrógina, salvó el acoso.

-La gente pensaba “¿es niño, es niña?”. Siempre me vi un poquito más masculino, pero había esa duda de la gente “mmm, ¿qué eres?”.

-¿Te molestaba eso?

-Era un poco incómodo, porque no me sentía tan seguro para decir “soy él y no quiero que me trates en femenino”, pero tampoco me gustaba que me dijeran “la niña”. Las dos cosas eran molestas.

Su vida cambió en la prepa, cuando conoció a una persona que se sentía igual que él. Se convirtieron en mejores amigas. Fue ella, que después cambiaría su nombre por el de Erick, quien descubrió en internet que era posible hacer un cambio de género.

-No sabíamos que existía una denominación para nosotros, nos asumíamos como mujeres lesbianas. Pero los dos parecíamos niños. Hasta que él se metió un día a una página de internet y me dijo: “Vi algo que te va a cambiar la vida”. No le creí hasta que vi las fotos de chicos que ya estaban cambiados con el tratamiento, con operaciones. Me emocioné muchísimo aunque pensé que eso no pasaba en México, porque todos eran de Estados Unidos, españoles, canadienses.

A partir de entonces se asumió como Christian y, años después, logró cambiar su nombre en el acta de nacimiento pero no el género. Sin embargo, en su identificación oficial, por un grato error, hay una equis sobre la H.

Pero regresemos en el tiempo. Cuando estaba a punto de salir de la universidad le pidió, le rogó a los directivos que lo nombraran así, Christian, cuando pasara al estrado a recoger su diploma. Lo consiguió. Su papá, el único que para entonces no sabía a ciencia cierta lo que estaba pasando con su hija, se enojó aunque el perdón llegó pronto, en un mensaje que decía: “Tú vas a ser mi hijo y te amo”.

Después de iniciado el tratamiento le siguieron las cirugías. Primero fue la mastectomía, para quitarse el busto y las glándulas mamarias; luego la histerectomía, para retirarle el útero.

-Nosotros como transexuales queremos ser “súper hombres”, “súper mujeres”. Aparte de vernos bien queremos ser exitosos. Y es que, imagínate, es algo que siempre quisiste y no tenías, una vez que lo tienes es “¡wow!, hay que aprovechar”.

Christian comenzó a tener novias heterosexuales y todo iba relativamente bien, salvo por un asunto: el pene. Con la hormonación, su clítoris creció hasta convertirse en un pequeño miembro que consigue erecciones sólo perceptibles al tacto. La frustración era para sus parejas y para él mismo: deseaba que lo amaran tal y como era.

Comenzó a salir con un amigo homosexual y, después de algún tiempo, simplemente se enamoraron.

-Tal vez suene exagerado pero desde que inicié el tratamiento ha sido como volver a nacer, como tener una vida nueva. Ahora sí quiero hacer cosas. Antes no quería que nadie me viera, me hablara, me daba pánico, me angustiaba muchísimo conocer gente. Ahora ya no me importa, ahora sí quiero conocer gente, ahora sí todo… Estos 4 años han sido lo mejor.

***

GÉNERO A LA MEDIDA

En la Clínica Condesa hay un área especializada en transgénero. Reversible entrevistó a la endocrinóloga Nitzia López, quien nos explicó el procedimiento médico.

-Todos los pacientes que vienen por primera vez pasan por una evaluación psicológica, para saber que no hay una enfermedad mental que pudiera estarlos confundiendo. Se hace también una evaluación bioquímica para determinar que las hormonas no les causarán algún problema. También checamos cómo están de salud, en grasas, triglicéridos, azúcar, que pudieran incapacitarnos para darles las hormonas. El proceso de evaluación psicológica, física y bioquímica de los pacientes puede tardar entre 3 y 6 meses, antes de empezar a darles un tratamiento hormonal. A los hombres que quieren ser mujeres les damos hormonas femeninas (estrógeno), y a las mujeres que quieren ser hombres, hormonas masculinas (testosterona).

-¿El tratamiento es igual para todos o varía?

-Varía dependiendo de la edad y el estado de salud de la persona. Una vez que están en tratamiento hormonal, se recomienda esperar un años antes de alguna cirugía.

-¿Hay alguna edad a la que ya no se puede aplicar el tratamiento?

-Una edad límite para recibir hormonas podría ser arriba de los 60. Para el inicio deben tener al menos 18 años.

-¿Es agresivo?

-Por eso hacemos una evaluación inicial descartando que existan problemas que se deban atender antes de iniciar con las hormonas, porque estas elevan el azúcar, la grasa en la sangre, la presión arterial, favorecen el incremento de peso y, en casos muy graves que por el momento nosotros no hemos registrado, pueden llegar a tapar o alterar vasos de la sangre.

-¿Qué persona no sería candidata?

-Alguien que tenga los triglicéridos muy altos o con presión alta descontrolada, con diabetes descontrolada, aunque una vez controlando los parámetros y confirmando que no haya repercusión metabólica o cardiovascular se revaloraría el caso.

-¿Por qué importante la supervisión médica?

-Muchos pacientes que llegan usan hormonas por recomendación de amistades, o de algún médico pero sin un seguimiento adecuado. Entonces si tienen el azúcar alta, se va a elevar más, igual pasa con los triglicéridos. El objetivo es prevenir enfermedades, por eso los vigilamos con dosis estables de hormonas.

En la Clínica Condesa han atendido ya 595 casos de disforia de género, el servicio es gratuito y aunque es exclusivo para los habitantes de la ciudad de México, dan asesoría y consulta sin costo a solicitantes de otros estados.

La Clínica Condesa es única en su tipo en el país.

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