Lado B
Esto no es una carta
Ni una crónica de la presentación de El libro uruguayo de los muertos, de Bellatin
Por Lado B @ladobemx
13 de julio, 2012
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Mely Arellano

@melyarel 

De todos los días que no te he extrañado, hoy te extrañé menos. Fuiste un fantasma en esa pequeña sala llena de retratos de tantísima gente rete importante. Casi toda muerta.

Estábamos varios que conoces. No hay pierde. En esta ciudad, a estos “eventos” siempre van los mismos. La novedad, quizás, fue la maestra Alba, ¿la recuerdas? Cabello negro, alta, ojos claros. Ella llegó atraída por el título: El libro uruguayo de los muertos. Y en algún momento sostuvo un diálogo con el autor.

Pero espera. Me estoy adelantando. Estábamos ahí porque se presentó el libro de Mario Bellatin. Lo hizo Yussel Dardón. Al inicio estaba muy nervioso. Comenzó –con toda intención me atrevo a decir- negándose (dijo que la tecnología “no se hizo mucho” para él) y negando la presentación (dijo que era un apunte, una sugerencia).

Luego habló de una complicidad lector-autor, una coautoría, de la obra como un caleidoscopio, del libro: una carta del personaje Mario Bellatin, una refracción de la realidad. Te daré los detalles que (sé) te interesan. Mientras Yussel bien portado decía todo eso, Mario Bellatin lo miraba, sosteniéndose la cara con la mano, la izquierda por supuesto. Sobre la mesa, una copa de vino, una botella de agua, una libretita abierta, quizás Moleskine y una pluma, alguna fina, de escritor famoso.

Y sí, es cierto, el de Yussel fue un apunte de 3 o 4 minutos. Al final preguntó algo y Bellatin dio una respuesta larguísima con esa voz medio gangosa sin un acento definido, pero con ritmo neurótico, y sintaxis obsesiva que, la verdad, me recordó a ti. Un discurso en el que se construía, se desescribía, se cuestionaba y se contestaba interrumpido de pronto por torpezas del tipo “raciona-raciona-racionamiento-razonamiento” y la risa consecuente.

-Escribo para olvidar –(se) explica, insiste, avanza, y montado en el andamio de su propia lógica discursiva abunda sobre su necesidad complaciente hacia el lector, ese que es uno y muchos, todos, cada uno, varios a la vez, en distinto momento y humor. Y cita a Yussel (dos veces), reflexiona, baja la voz, mira al público, sonríe. La copa de vino sigue intacta.

-Este libro no es una carta –dice aunque luego dirá lo contrario, o algo parecido a lo contrario que después negará al mismo tiempo que niega a su hija, la que no tiene, la que tuvo en una película pero ya no, nunca más. Dice.

Y en algún momento se puso simpático, divertido. Como Sada, ¿recuerdas? Y cuenta que Margo Glantz en una presentación leyó algo muy parecido a un ensayo (brillantísimo) sobre Heráclito pensando en otro Heráclito que no era el Heráclito del libro, del Libro uruguayo de los muertos, pues ese Heráclito es su vecino, a quien fácilmente se le encuentra en Facebook. Risas.

Habían pasado ya 30 minutos. Entonces tomó un sorbo de vino. Ahí fue, finalmente, cuando tu fantasma se hizo presente. No te creas, no como hubieras querido al estilo dramático de Catalina Creel, fue una mención, impersonal hasta eso, de Yussel.

Pero a él, a Bellatin, lo que le importó en realidad fue el efecto del recurso de personajes intercambiables –basados en personajes que existen, pero que no son- en Yussel, el lector.

Y poquito después, apenas hubo dicho que escribe con el imaginario de un niño de 10 años y criticado el instagram, Alba le pregunta por el título del libro y de pronto ya están hablando de las tardesdedomingo de los lunes en la mañana en Montevideo y la nostalgia de lo no vivido. Y por ahí una chica, aquella que se robaba cucharas ¿te acuerdas?, le dice a Bellatin que Alba fue tu maestra.

Y tu fantasma baila sobre la mesa donde todavía está la copa de vino a la que Bellatin ya le dio un segundo sorbo pero no le dará ni uno más.

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