Lado B
Este género que me dieron…
Es curioso como uno absorbe las exigencias sociales casi sin darse cuenta hasta que un día llegan a afectar. Estoy viviendo de un modo que antes no me atreví.
Por Lado B @ladobemx
20 de marzo, 2012
Comparte

Rosana Renau Aymamí

Es curioso como uno absorbe las exigencias sociales casi sin darse cuenta hasta que un día llegan a afectar. Estoy viviendo de un modo que antes no me atreví.

Ya sé que no soy la primera en decir esto pero soy la mujer más feliz de mi vida y, desde esta felicidad, recreo mi vida cotidiana tropezando con mi género que agazapado en una esquina me ha marcado, normado y señalado el camino.

En lo personal nunca me sentí oprimida por ser mujer, supongo que porque cada vez que decidí hacer algo nunca me detuve a pensar si era lo aceptado genéricamente hablando y nunca tuve muchos problemas por eso. (Eso no quiere decir que afirme que no existe la opresión o la desigualdad).

Siempre me gustó ser mujer –lo lamento por Freud- pero nunca sentí envidia del falo ni me enamoré de mi padre. Siempre he creído que, en más de un nivel, las mujeres tenemos más capacidades como para realizar múltiples tareas de manera simultánea, por ejemplo. Poseemos una “inteligencia” práctica que no tienen la mayoría de los hombres que deben planear, organizar, calcular, etc. antes de poner manos en acción. Es casi seguro que si lo hacen ellos será algo más profesional pero a veces es necesario que sea ahora.

En general he hecho todo lo que me he propuesto pero, -y aquí viene el meollo del discurso- acabo de darme cuenta que fui muy aventada como mujer (desde mujercita) pero siempre dentro de la organización genérica de mi mundo. Mis dos decisiones más importantes fueron tener un hijo y ser maestra (tarea bastante femenina por su componente de prolongación de la educación en lo doméstico).

No me quejo, sólo reflexiono sobre mi vida hasta hoy y no acabo de conocerme ni sorprenderme.  Reconocer al género como una construcción cultural, personalmente nos permite tomar partido respecto a cómo lo vivimos y ahora pasados los 50 empiezo a deshacerme de ese otro yo que me amortaja, me lo voy quitando como hojas de cebolla.

Hasta hace poco sentía que mi obligación era estar de pie y sostener en mis espaldas mil cosas –la casa, la familia, los amigos, los trastes, la ropa, la comida, los pagos, etc.- afortunadamente me enfermé (un catarro como muchos otros) y decidí que no me iba a poner de pie ni a cargar nada, mientras duró la fiebre fue fácil, de verdad no podía pararme, cuando se fue la fiebre empezó la lucha interna entre el no me siento bien y esa CULPA JUDEOCRISTIANA que me tatuaron tan profundamente desde el árbol genealógico ateo y comunista.  Ganó el no me siento bien y despacito se fue cambiando por el no tengo obligación y por el estoy disfrutando lo que estoy haciendo y eso es lo que voy a hacer.

Que liberación, que paz…

Mi sobrino va a ser papá y eso da una dimensión distinta al futuro pero no voy a poner a mi cebolla hojas que ya quité. La idea de ser tía abuela me gusta porque sólo me toca malcriar y disfrutar, la educación, los llantos, los cambios de pañales no son míos.

Siempre existe cierto miedo a que si decimos no la gente se va a alejar, eso no es cierto, no tengo que complacer a todo el mundo aún más si no tengo ganas. Los verdaderos amigos no se han ido por eso y si se fueran tengo cajas y cajas de memorias y proyectos con los que llenar su ausencia. Decir NO cuando es necesario es otra hojita de cebolla.

Estoy quitándole pedacitos al “debo ser”, para completar mi quiero estar. Saludos

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion