Lado B
"El Caballo", un policía a puño limpio
Un agente de seguridad que en tiempos de guerra enfrenta la delincuencia sin más armas que sus manos
Por Lado B @ladobemx
03 de noviembre, 2011
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  • El Caballo llegó patinando las llantas de su camioneta, dejó la puerta abierta como suele hacerlo. Y firme, bravucón, como una estrella de rock, definió el peligro que acechaba: “Si no se van de aquí se los va a cargar la chingada, las presas están hasta su reputa madre de agua”.
  • Cree en magia, brujas y pendejadas que se aparecen en despoblado. Habla como corsario alcoholizado: jamás ha usado un arma; dirige a 42 policías, usa tenis New Balance color café y dice tener 26 hijos con 25 mujeres. Punto.

Fotos Joel Barrera

Quitzé Fernández

@quitzefernandez

PARRAS DE LA FUENTE, COAH.- Es un ser humano con apodo de animal, sonrisa amplia, 1.97 de estatura y 132 kilos de peso, nos habría de contar alguien que trata de entender al hombre que alguna vez fue Joaquín Antonio Cortez Zavala, Director de la Policía Municipal, a quien todos conocen como El Caballo: “¿Cómo llegué al cargo?, pues llegué de chingaderas güey”

Este Caballo cree en magia, brujas y pendejadas que se aparecen en despoblado. Habla como corsario alcoholizado: jamás ha usado un arma; dirige a 42 policías, usa tenis New Balance color café y dice tener 26 hijos con 25 mujeres. Punto.

Supimos de su existencia una tarde de julio de 2010, cuando dos presas desbordadas estaban por inundar las comunidades 20 de Noviembre, Tizoc, La Vega, Piedra Blanca, Trincheras y Loma Bonita.

El Caballo llegó patinando las llantas de su camioneta, dejó la puerta abierta como suele hacerlo. Y firme, bravucón, como una estrella de rock, caminó en medio de la gente que preguntaba Caballo por aquí, Caballo por allá. En unas cuantas palabras definió el peligro que acechaba: “Si no se van de aquí se los va a cargar la chingada, las presas están hasta su reputa madre de agua”.

Ante la negativa de varios pobladores, ordenó con su voz encañonada y aguardientosa las instrucciones a Édgar Omar Pineda Ruiz, su segundo a bordo: “Si no se suben trépalos a huevo, esto está cabrón”.

Supimos que teníamos que entrevistarlo; faltaba una chispa que detonara, un chorro de agua mineral a la cuba. Y burbujear.

Caballo tiene 39 años (pero parece de 50), playera de fuera, pantalón de mezclilla. Camina desfachatado con las manos al aire y toma Don Pedro con coca cola y agua mineral cada que la ocasión lo amerita en El Bicho, un congal de su propiedad, perdón, un bar… un bar.

Su llegada a la Policía Municipal fue casual: “Nunca he pedido trabajo ni nada. Y menos de este pedo”.

Era el mes de junio de 2010, la administración de Evaristo Madero necesitaba un hombre que dirigiera la Policía Municipal; un hombre que borrara a los habitantes la imagen militar que dejó el General Carlos Bibiano Villa Castillo, quien se hacía acompañar a todas partes por una escolta de 5 militares.

El Caballo tenía problemas graves, más bien cabrones, la cuenta de agua de El Bicho había ascendido a 20 mil pesos. Buscaba hablar con Evaristo, lo conocía desde hace años porque ayudaba a convencer a la gente de los pueblos que están en la carretera libre a Torreón a votar por él. Quería un pequeño descuento, cobrarse un favor.

Sucede que Caballo conocía muchos hombres y mujeres porque administraba negocios en Paila, como cervecerías o salones de baile, así fue toda su vida desde muy joven: siempre de noche, con música estridente, agarrándose a golpes con borrachines necios y pidiendo copas dobles con cara de triple mientras escuchaba cumbias sabrosas o baladas norteñas en madrugadas rojas.

Esa mañana se topó a Evaristo Madero en Presidencia Municipal, y rápido, como suele dirigirse un alcalde que está armando su administración, le explicó: “Te espero en mi oficina a las 7:30”.

Cuando salió de Presidencia se topó a Álvaro Morales, Secretario del Ayuntamiento. Quien dijo: “¿Ya estás listo? Nomás no vengas en short”.

Caballo tiró a loco a Álvaro Morales, sólo le urgía arreglar lo de la cuenta del agua. No había más preocupación en su mente. Tal vez curarse una resaca, mantener algún hijo: surtir de alcohol un expendio.

Al otro día, sin short, llegó a la oficina del alcalde a las 9:00 de la mañana. Evaristo Madero entró:

–“¿Qué ya estás listo? ¿Ya te dieron nombramiento? Eres el nuevo Director de Policía Municipal.

Sorprendido, Caballo reaccionó:

–¿Me quieres ayudar o me quieres matar?

Evaristo confió que buscaba alguien que le ayudara con la gente de las comunidades, amenazadas por la delincuencia y crimen organizado:

“Tenía miedo, anteriormente se decía que esto estaba cabrón. Escuchas las noticias y te cagas de miedo”.

Pero accedió. Aunque asegura que no le gusta la policía. Lo dejará algún día.

A puño limpio

Decidimos entrevistarlo una madrugada de diciembre. En la radio frecuencia de la Policía Municipal alertaban sobre unos hombres armados y encapuchados robando negocios. Andábamos en Parras de la Fuente por casualidad, como quien anda en un camino y encuentra a un amigo.

En aquella ocasión el destino fue preciso, subimos de copilotos al lado de Caballo, quien comandaba el operativo por las calles del municipio al frente de siete patrullas que peinaban la zona. En la parte trasera de la camioneta un agente con arma larga.

–¿Y su pistola?, pregunté.

–Yo no uso esas mamadas, nunca he disparado un arma.

Hubo un silencio. Y Caballo manejando a más de 100 por las calles, maldiciendo, trazando rutas, adivinando brechas. Finalmente  no encontraron a los encapuchados, que en realidad se trataba de adolescentes rateros que fueron pillados días después. La cita se dio hasta enero.

“El alcalde me dio vara para que los muchachos hagan servicio comunitario”.

Tras las rejas, o hablando con alguien que está esposado en un poste, más bien parece un padre regañón que aconseja:

“En lugar de que cumplan aquí encerrados, me los llevo a que le chinguen. Nos ha funcionado güey, chingo mi madre, no hemos tenido índices de desmadres. Nuestro pinche problema son los tóxicos, el puto thiner y resistol”.

De hecho en Parras de la Fuente, según cifras de la Policía Municipal, el principal problemas son los pleitos de pandillas. En muertes violentes sólo se han registrado dos en 2010 y lo que va de 2011 perpetradas por la misma persona.

Pero necesitaba un segundo a bordo para emprender la aventura al frente de la Policía, de inmediato buscó a Édgar Omar Pineda, quien era comandante de Cruz Roja. Caballo estaba en desacuerdo con los anteriores jefes de Policía:

“¿Es justo que venga gente de fuera a robar, a cogerse nuestras viejas, a tomarse nuestro vino, a pisotear el derecho de los parrenses?”.

Édgar Omar no quería ser parte de la corporación, finalmente dijo que sí. Ninguno de los dos usa armas, no traen escoltas ni choferes.

“Yo estoy en contra de las armas, a puros vergazos me agarro con los rateros. Me encantan los putazos de corazón”.

En Parras se habla de un Caballo que se ha enfrentado hasta con cuatro muchachos y los ha hecho ver su suerte a patadas, a chingazos.

A punta de maldiciones

Es noticia que Caballo sea uno de los pocos jefes de Policía que no son militares, ni tiene ordenamiento policial ni acabó una carrera universitaria, ni usa uniformes, botas, radios, esposas, toletes, cintos matones y claves extrañas.

Lo suyo son las mujeres, la bohemia: luces de neón; un viejo celular y sus tenis, siempre sus tenis.

Cuando le entregaron las instalaciones de la Policía Municipal, el militar que le dio la llave preguntó:

–¿Ya conoce las instalaciones?

–Pues nomás de aquí para allá, señalando el área de celdas:

“Nadie pensó que íbamos a poder. El militar nomás se me quedaba viendo, como diciendo ‘Pinche loco’, pero ahí están los resultados. Cero quejas a la corporación”.

Sin preguntar, Caballo dice que no le gusta la policía, pero su fórmula ha sido la de siempre: hablar con la gente, considera que este es un rollo social: “Para el pueblo no se necesita tanto pedo. No puedes robar, no puedes chingar. No puedes maltratar a nadie”.

Para los operativos, la logística siempre recurre a Édgar Omar Pineda, bueno, para todo recurre a Pineda, como en aquella reunión previa al 15 de Septiembre, cuando se vieron con federales para dejar en claro los operativos de uso de cohetones y pólvora, camino a Saltillo Pineda aconsejó: “Caballo no vayas a decir groserías”.

Caballo recuerda: “Era junta con federales, la mayoría era puro teniente. Tenía cagado de risa al que tenía a mi lado. También son hombres”.

Platicando con Policías Municipales coinciden en el buen trato con su jefe, a quienes respetan y lo llaman como es: un caballo.

“El hecho que me lleve bien no quiere decir que me pisoteen. Les hemos dado el trato civil que necesitaban, antes los humillaban”.

Fantástico y mujeriego

Caballo es un rockstar, en sus charlas aparece la magia. En los clubes nocturnos tiene más fama que Kalimba: “Toda mi pinche vida he andado de puto y cogelón ¿Qué le vamos a hacer?”.

Nació y creció en Parras, se fue un rato a Agualeguas, Nuevo León y regresó para no irse. Su madre murió cuando tenía tres años de edad, prefiere no hablar mucho de sus padres, sólo que fue criado por mujeres en aquel municipio lleno de encantos y creencias.

Su hijo mayor tiene 22 años, dice tener 26 con 25 mujeres. Vive con dos hijos pequeños cerca del centro de la ciudad. Muchas mujeres, cumpleaños, navidades, días de las madres: “Mis mujeres no se pueden ver entre sí, antes no había quien te dijera ‘Ponte condón’. Antes era aborto con ruda y tequila”.

A estas alturas, tras varios encuentros y sentados en la mesa de un restaurante ya no somos Quitzé ni Joel, reportero o fotógrafo. Somos Güey para Caballo, siempre lo hemos sido. Todos lo son desde el momento en que se cruzan en su galopar.

Pide una orden de arrachera, cebollas asadas y guacamole picante al mesero: “Tráete una copa de Don Pedro, agua, coca… ¡Pero bien cargada güey!”.

Divaga que ha de estar con madre casarse con alguien y durar toda la vida, pero es mejor tener varias mujeres: “Se da solo, no porque seas padrote o estés bonito, es porque estás sólo y te buscan”.

–¿Esta es una copa doble? En el barrio esto lo veo como algo normal. Entonces trae una triple.

Caballo recuerda que en la adolescencia lo mejor era andar de cabrón, él circulaba por las brechas manejando taxis en compañía de Merejo y El Cuadrado, unos entrañables amigos dueños del volante. Una madrugada vio a una mujer con cuerpo de ave, fea, de cara bestial.

Explica, se prende, imita su andar: “Mira cabrón, hasta me pongo chinito ¡Hija de su puta madre! Te juro que la atropellé y cuando bajé del carro no estaba”.

Alguna vez no muy lejana también vio a un hombre con vestimenta antigua dentro de una casona fría. Tuvieron que limpiarlo con yerbas y menjunjes para sacarle el susto.

–Pero… ¿Cómo haces para tener tantas mujeres?, pregunto aún sin entender.

–Pues necesito echarles un palo para que lo comprueben, no creo que quieran.

Sí, es un rockstar con apodo de animal que dirige a la policía. Tal vez nunca lo entienda.

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Autor Lado B
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