Lado B
Yolpaquillistli: el canto que se volvió un himno de esperanza
Desde que Arturo Muñoz, Carcará, conoció al colectivo Madres en Búsqueda Coatzacoalcos ya no es el mismo. Una parte de su música está entregada ya a la búsqueda de personas desaparecidas en México. La jornada en la que participó para encontrar a un niño en Veracruz detonó una canción colectiva y después un disco construido desde los sentimientos las familias. «Te hackean como creador al acercarte a las desapariciones», explica
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
02 de septiembre, 2021
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Fotos: Marlen Martínez y María Ruiz | Videos: Mariana Romero

Desde que llegó al terreno donde el grupo de familiares, policías y funcionarios se reunía para empezar la jornada de búsqueda, la mirada de Arturo era atenta. Serio, concentrado, el músico escuchaba todo con atención, como para absorber las indicaciones que salían de las mujeres que dirigían los trabajos. Todas ellas hacen parte de un colectivo de personas que hace años buscan a sus seres queridos, todos desaparecidos en sur de Veracruz.

La jornada de búsqueda era en un paraje de Coatzacoalcos, la ciudad petrolera que alguna vez fue promesa de prosperidad. Buscaban a un niño: Carlitos. Que un día se fue a la iglesia y ya no volvió a su casa. Algunas personas habían confesado a sus familiares que un vecino de mala entraña lo había asesinado y había enterrado su cuerpo en ese rancho antes de huir.

Arturo, junto con otros siete artistas convocados para esa jornada, era un testigo extraño. Nunca había estado en una búsqueda de personas desaparecidas. Mucho menos en una en la que se tuviera que rascar la tierra para sacar (o intentar al menos) un cuerpo. Estar ahí, en el campo, tomando las varillas, inspeccionando la tierra, viendo cómo trabajan los binomios caninos, entre yerbas y humedad, es una experiencia que enfrenta directamente con la existencia.

La jornada empezó por la mañana y terminó después de la hora de la comida. Arturo no se quedó mirando. Se integró al trabajo físico. Cargó y enterró las varillas en la tierra. Cortó y removió la maleza. Se llenó de hormigas.

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Ese día de finales de 2020, el músico se convirtió en buscador, entendió lo que es hurgar entre la tierra, lo que significa que un olor a podrido sea una señal de esperanza, lo que es perder la noción del tiempo y del cansancio en espera de una pista del paradero de alguien que no está.

Arturo ya no es el mismo. Desde que conoció al colectivo Madres en Búsqueda Coatzacoalcos, como parte de un proyecto creativo de la organización Técnicas Rudas sobre Narrativas de la Memoria, una parte de su música y de su lucha está entregada ya a la búsqueda de personas desaparecidas en México.

“Te hackean como creador al acercarte a las desapariciones”, dice un par de meses después.

Desde un día antes estamos en vela

Con miles de emociones

Esperanzas y anhelos

Tomamos las varillas, botas y palas

Emprendemos nuestra marcha

Prendemos gps

Prendemos wokitoquis

Seguimos caminando

Con guantes y machetes buscamos un hallazgo….

Si te preguntas: ¡por qué caminamos?

¿quiénes somos? ¿y qué buscamos?

Somos padres, madres, hijas, hijos y hermanos que buscamos 

a los que amamos.

Estractos de la canción “Búsqueda”, compuesta por en el taller de Coatzacoalcos. Noviembre 2020.

Arturo Muñoz durante la búsqueda de Carlitos / Foto: María Ruiz | Pie de Página

La búsqueda de Carlitos

Arturo Muñoz, Carcará, guitarrista, compositor y cantante, ha tenido tiempo para pensar en la experiencia de la búsqueda de Carlitos.

Conversamos en su casa de Puebla, a unos 500 kilómetros de Coatzacoalcos. Es mediodía. El sol entra por la ventana que está en un segundo piso en algún lugar del Centro Histórico de la capital poblana y el músico comparte sus reflexiones sobre la falta de empatía de la gente con las familias de las personas desaparecidas.

Lo de los desaparecidos es uno de los huecos más hondos que ha dejado en México la fallida estrategia contra los carteles de drogas que comenzó en 2007. Y antes, la guerra contra las guerrillas de los años 70. Desde la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, en septiembre de 2014, los grupos de familiares que buscan a sus ausentes, como el de Coatzacolacos, se reproducen por todo el país.

Aunque su música siempre ha reflexionado sobre los problemas sociales y ha sido usada como un vehículo para denunciar, Carcará no estaba familiarizado con el tema de las desapariciones. Quizá porque en Puebla, donde creció y vive, eso no se veía. Como si no existiera. Aunque ahora sabe que sí hay personas desaparecidas en Puebla. Y también hay grupos que se han formado para buscarlas.

Ahora también sabe que no es necesario que una persona tenga que vivir una desaparición para entenderla, para solidarizarse, para tratar de hacer algo. Porque en este país, en cualquier momento tu vida puede dar un vuelco.

“En un ratito te pueden crear un infierno”, dice Carcará, y voltea la mirada a a la ventana.

El proyecto de Narrativas de la Memoria, convocado por Técnicas Rudas, reunió a un grupo diverso de artistas —dedicados a la música, el teatro, la poesía y las artes gráficas— académicos y periodistas con el colectivo de buscadoras de Coatzacoalcos. Trataba de buscar que los creadores hicieran piezas a partir de la interacción con las familias, para visibilizar en otras formas y espacios a las personas desaparecidas.

El experimento comenzó con un taller en Puebla. Fue la primera vez que se vieron y conocieron. En esos dos días de septiembre de 2020, donde participaron dos de las mujeres del colectivo de Coatzacoalcos, Arturo lideró a uno de los dos grupos para componer una canción. Con técnicas de educación popular para niños, el músico logró que el grupo hilara frases a partir de palabras clave que representan las búsquedas.

De ahí surgió Yolpaquilistli, propuesta por la poeta náhuatl Judith Santoprieto.

El centro de esta palabra es el término yol y su raíz está en el yollotl que en náhuatl significa corazón. En la cosmovisión indígena, explica Carcará, “el corazón es el centro de la persona, su ser”. El otro término es paki, de pakilistli, que quiere decir alegría o gozo. El xi hace que toda la palabra se convierta en imperativo. La traducción literal es: «que tu corazón se alegre”, aunque en castellano diríamos que significa alegría.

Con el paso de los días, esta se convirtió en el himno del grupo. Carcará le incorporó estrofas compuestas por el otro grupo del taller, que lideró la rapera oaxaqueña Mare. Y el colectivo hizo suyo el canto. El día de la búsqueda de Carlitos, las familias la cantaban, tomando fuerza de las palabras y sonidos, recuperando la alegría ante la realidad.

Olvido la realidad

Las palabras vivas de un corazón infinito.

Imágenes y recuerdos,

momentos del tiempo que me sonríe.

Leyenda de invisible,

una vida de sueños, de esperanza…

Déjame te cuento, regálame un momento.

Déjame un momento…

Recuperar las memorias de las sonrisas que perduren en el tiempo.

Déjame te cuento.

No queremos el silencio. Sin prisas. Que las huellas no se borren con la brisa.

Déjame te cuento 

Déjame te cuento

Deja te cuento que tus pasos y mis pasos sean la guía

para vivir sin cobardía.

Alza la voz con las madres,

abuelas, hermanas y tías

Yolpaquilistli, Caminamos…

Yolpaquilistli, por la memoria

Yolpaquilistli, por el presente

Yolpaquilistli, por el mañana

Yolpaquilistli, por los sueños

Yolpaquilistli, por la noche

Olvido la realidad, las palabras vivas de un corazón infinito…

Extractos de la canción “Yolpaquilistli”, compuesta en el taller de Puebla. Septiembre 2020.

El proyecto

La segunda parada de esta historia ocurrió en un Coatzacoalcos. En esa ocasión, artistas y periodistas fueron a conocer y a trabajar en distintas actividades con todo el grupo de familiares del colectivo. Una de esas actividades fue la búsqueda de Carlitos. También hubo talleres de poesía, grabado, teatro y composición de canciones.

“Las rolas fueron muy intuitivas”, dice Carcará, mientras sostiene con una mano la guitarra y con la otra mueve la computadora para poner el audio que está masterizando.

Es 2021. Entre las múltiples oleadas de la pandemia de covid-19, él ha seguido trabajando con un proyecto que inició en esos talleres: un breve disco construido desde los sentimientos las familias, pero que se completa con las palabras de los integrantes del colectivo de Madres Buscadoras y la experiencia de creación grupal.

Aunque no todas las piezas se crearon colectivamente. De hecho, la mayoría surgió de una vivencia personal. Para Arturo, el punto de salida de esos relatos fue el día de la búsqueda de Carlitos.

Ese día se le acercó Vicente Enríquez, papá de Jhonit Enríquez Orozco, un joven desaparecido desde el 11 de mayo de 2015, para compartirle que había escrito una carta, muy larga y detallada, para su hijo, y que quería que se convirtiera en una canción.

“Estoy seguro que lo estás leyendo”, le dice Vicente a su hijo en una parte del escrito, en el que hace un recuento de varias cosas de la vida cotidiana de la familia, originaria de Oaxaca y migrada a Veracruz.

Arturo decidió dejar íntegro todo el texto en la canción al ver la fuerza de los pensamientos del padre, “Don Vicente tiene alma de poeta”, dice ahora, mientras afina los últimos detalles de producción de la pieza.

Después de eso, cuenta, otros familiares se le acercaron para pedirle que convirtiera en canciones sus pensamientos. Así comenzó a tomar forma el disco.

De las seis canciones que lo componen, dos nacieron en los talleres. Las otras son directamente palabras y pensamientos de familiares que buscan a sus desaparecidos.

Cada una de las canciones incluye al final la grabación la ficha de búsqueda de los desaparecidos, con las señas particulares y datos generales de cada persona. Esto, para que se sepa por qué se compusieron esas piezas. Y porque finalmente son canciones dedicadas a personas que siguen sin regresar a casa.

Las letras son fuertes, impactantes. La primera es La búsqueda, que fue construida por un grupo de padres del colectivo en el taller Coatzacoalcos y narra cómo las familias se preparan para una búsqueda, qué sienten un día antes, que pasa al estar ahí.

La segunda canción es una carta que Mónica Ronzón le escribió a su hermano, Agustín Javier Ronzón González, desaparecido el 24 de agosto de 2019, a los 31 años. Ella le pidió que con sus palabras hiciera una canción para publicarla en redes y darle un regalo de cumpleaños a Agustín, el día 4 de diciembre.

Al leer el escrito de Mónica, Arturo decidió otra vez no modificar nada de la letra. Se sorprendió de que el mensaje para Agustín, siendo tan breve, pudiera resumir todo el dolor y la esperanza que se sienten con la desaparición de un ser querido.

“Encontré un vídeo en la página del colectivo donde cantan en un rosario (por el primer año de la desaparición de Agustín) una canción (o salmo, u orfeón) que decía ‘más allá del sol, más allá del sol’. Lo tomé como coro, porque me pareció muy significativo e ilustra muy bien hasta dónde llegarían y han llegado Verónica, su mamá, y Mónica para encontrar a Agustín”, cuenta el músico.

La siguiente pieza no fue un acto consciente de escritura, sino una canción que Gema, la hija de José Manuel Cruz Pérez, desaparecido el 12 de mayo de 2015, en el marco del operativo “Blindaje Coatzacoalcos”, empezó a tararear mientras jugaba.

Raquel, su madre, la grabó y se la mandó a Carcará. “Esta rola es un golpe”, dice él, mientras busca en su historial de WhatsApp el audio original de Gema cantando a su papá que lo extraña y que le hace falta.

El músico agradece que Raquel le permitiera compartir la voz de su hija y los sentimientos que expresa.

De la voz de la hija de José Manuel se desprendió un bonus track con la letra original de Gema pero intervenida por Carcará, con arreglos diferentes.

La Carta para Jhonith y Yolpaquilistli completan el Álbum, que para Arturo es esperanzador. “Tiene que ser así”, dice mientras extiende los brazos, abre las manos y sonríe.

Los familiares, sigue, escriben sus reflexiones en un momento especial, pero las guardan, y no se dan cuenta que sus palabras son poesía.

Y en el caso de las canciones que se construyeron en el colectivo, éstas tienen la fuerza del dolor compartido, pero también de toda la capacidad de afrontamiento que tienen como grupo:

Yolpaquilistli es un canto que se volvió como el himno de estos encuentros, creado desde una lluvia de ideas y versos inspirados en la memoria… Todo llevó a esta pieza llena de esperanza.”

Estimado hijo espero que al recibir esta carta

te encuentres bien de salud,

como es mi mayor deseo

Quiero decirte que desde que te fuiste te hemos extrañado mucho.

La casa no es igual, sin tu presencia

Déjame decirte que ni en la colonia ya nada es igual como cuando tú estabas

Ya no está el vecino de enfrente, Don Pato

Tampoco El Pollo ya se nos adelantó al pobre Chumpipi 

Hijo, lamento decirte que tu abuelita Nine ya no está con nosotros

Ya se fue a seguir a tu abuelo

Como te digo muchas cosas han cambiado

El único que alegra la colonia por las tardes es el panadero

Con su canción de Tin tan

El panadero con el pan

El panadero con el pan

Ahora te diré como esta la familia que me imagino, es lo que más quieres saber

Tu mamá anda muy pero muy triste por ti

Siempre recordando y llorando,

 por su negrito

 por su negrooo

Yo siempre rogándole a Jehová que nos de 

la oportunidad de que otra vez

estemos juntos de nuevo,

juntos de nuevo…

Tu hermano Levith ya está en la universidad.

Tiene novia el muchacho, 

¿cómo la vez desde ahí?

Ya está grandote el muchacho

Tu hermano Said desde que te fuiste se vino de México

¿Te acuerdas que ahí trabajaba?

Pues le dije que viniera, 

me sentía muy solo y triste.

Y aquí esta

¿En qué crees que trabaja tu hermano?

Es conductor de autobús. Le enseñé a manejar 

el 003 que traigo

y rápido le agarró.

Y pos aquí andamos…

Ita todavía está esperándote

Tuvo como 10 perritos

Pero ninguno se logró

Pero quizás quieras saber de tu hermana la negra, 

como le dices, 

de Lenit…

Ella se ha convertido en una verdadera guerrera 

en tu búsqueda

Desde que te fuiste no ha parado de buscarte hasta debajo de la tierra,

del suelo.

En cárceles y hospitales y hasta en los cerezos con la esperanza 

de encontrarte.

Ya fue a México, Xalapa, Oaxaca, Puebla.

Por donde quiera

te anda buscando y dice que no va a rendirse hasta encontrarte.

Hasta encontrarte

Cuando suena la puerta blanca de la entrada 

Pienso que eres tú en la madrugada

Me levanto y me asomo a la ventana y pienso 

que vas a entrar por ella…

La ultima vez me dejaste en un taxi

Y esperaste hasta que se perdiera

Tantos recuerdos…

Por el momento es todo

Ah, pero tú también me escribes

Acuérdate de tu viejito

No se me olvida

Que tú me ibas a cuidar de viejito

No se me olvida

tú me ibas a cuidar de viejito

No se me olvida

No se me olvida

No se me olvida

No se me olvida

Extractos de la canción “Carta a Jhonith”, escrita por su padre Vicente.

Repensar el arte

Arturo tiene una sonrisa cuando habla. Es parte de un gesto ya memorizado en su rostro. Y también la esencia de su voz: cuando canta, sosteniendo la guitarra, aunque hable de injusticias, siempre tiene un eco de esperanza.

Pero cuando habla de las cartas que le compartieron familiares de desaparecidos, y del horror que enfrentan quienes tienen que dedicarse a la búsqueda de sus seres queridos, esa alegría se quiebra un poco. Es el golpe de realidad de la crisis que azota México, el país de las 2 mil fosas, el país de más de 80 mil personas desaparecidas. Cada una de ellas tiene detrás una historia, una travesía, una familia, una ausencia, un hueco.

El contacto con sus familias es algo que lo ha movido por completo. Y todo lo que creó está ahí, libre, para que cualquier lo tome, lo retome, lo comparta. Porque todo el contenido del disco está digitalmente protegido pero disponible para su libre descarga y reproducción. Arturo lleva cerca de dos meses en el proceso de grabación y producción de las canciones, junto con Gustavo Espíndola. También escribió un texto para incluirse en una suerte de booklet digital que acompañe al LP.

El arte es para eso, dice Arturo, es algo que debe servir como herramienta de cambio.

Los hartistas (“así, con h”), insisten en separar la cultura popular, insistir en el copyright, los derechos, la exclusividad. Pero Carcará lo ve una manera distinta; a veces las mismas notas musicales que ya están en una pieza pueden llegar a otra persona, alguien más las utiliza.

“Así es la música”, insiste, convencido de compartir, de soltar.

Después de este proyecto, jura, se ha recreado como artista, y ahora más que nunca piensa que el arte debe servir para la transformación de la realidad,

Por eso busca que la música se convierta en una herramienta mediática, “hasta encontrarles”, como dice el lema de las familias en búsqueda.

Las pláticas con el guitarrista urbano, que también es integrante de la banda de rock La Trola, resumen una reflexión profunda en torno al quehacer del arte y lo que ocurre con las desapariciones en México. Le preocupa cómo usar el primero para sensibilizar y hacer conciencia en la sociedad.

Porque todavía existe el estigma sobre las personas desaparecidas. Siempre está la tentación de hacerlas responsables de su propia desaparición. Como el caso de Agustín, quien fue señalado porque su familia tiene un centro nocturno en Coatzacoalcos.

“Se necesita el doble de fuerza para la exigencia de justicia”, dice Carcará.

Más allá del sol

Más allá del sol…

Hola, hermano.

Sabes que te quiero,

que te extraño

y que a diario le pido a dios 

que te cuide, porque para mí estas vivo.

No me hago a la idea de

que no estés entre nosotros.

Te amo y espero con ansias

volverte a ver.

Ver tu carita.

Ver tu sonrisa. 

Esa que siempre nos alegró la vida

Extractos de la canción “Carta a Agustín”, escrita por su hermana Mónica.

*Este trabajo es parte del proyecto de Narrativas y memorias de la desaparición en México, que coordina la organización Técnicas Rudas y en el que participa el equipo de LADO B y de la Red de Periodistas de a Pie.

*Foto principal: Marlén Martínez

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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