En Santo Domingo Xenacoj, un municipio del departamento de Sacatepéquez, una emisora radial ha ayudado a contener el impacto del coronavirus. Desde el inicio de la pandemia, Radio Naköj viene transmitiendo breves historias con mensajes didácticos sobre cómo prevenir el contagio. Una suerte de mini podcasts que explican con gracia e imaginación cómo usar una mascarilla correctamente, la importancia de lavarse las manos o incluso estrategias de trueque para afrontar la crisis económica del COVID-19.
En su naturaleza educativa, estos relatos radiales no solo juegan un rol imprescindible en la lucha contra el coronavirus, sino sobre todo frente a la escasa y deficiente información que viene del Gobierno. Desde que se registró el primer caso el 13 de marzo de este año, el presidente prohibió a los alcaldes informar a sus regiones sobre la pandemia. Toda comunicación se centraría en el Ministerio de Salud Pública, pero al cabo de unas semanas quedó demostrado que sus reportes eran por lo general limitados y que estaban llenos de vacíos. El argumento del Gobierno sonaba a una excusa improvisada: no daban información completa porque eso podía originar estigma contra los enfermos. Aunque un grupo de alcaldes desobedeció las órdenes e informó a sus pueblos de los casos detectados, en las primeras semanas el país caminaba a ciegas sobre el verdadero estado de la crisis sanitaria. En este contexto, la labor de Radio Naköj ha tenido un impacto real en las y los habitantes de la comunidad, quienes a partir de los spots y programas radiales han cambiado sus medidas de prevención.
“Somos un equipo de cinco personas que llevamos más de cien días trabajando sin parar”, explica José Sián, cofundador de la radio que se creó en 2013. Sián tiene veintinueve años, es maestro de educación primaria urbana y trabaja como comunicador en la Asociación de Abogados y Notarios Mayas. Forma parte del consejo radial junto con otras seis personas de distintos oficios y profesiones, como tres maestros, un contador o un trabajador de seguridad. Además, hay un grupo de voluntarios que se dedica a la reportería, traducción de textos y locución. Desde el pequeño estudio con murallas verdes y un escritorio, ellos se encargan de producir spots informativos, realizar Facebook Lives, y transmitir toda la información en español y kaqchikel, el idioma maya que habla más del 85% de la población de Santo Domingo Xenacoj.
A pesar de un Estado que les pone trabas, Radio Naköj lleva siete años en el aire.
A pesar de esta realidad lingüística, el Gobierno no suele comunicarse con eficacia en el idioma originario y eso genera distancia y desconocimiento en la comunidad. Por eso José Sián está convencido de que la información que ofrecen en kaqchikel ha ayudado al municipio a resistir a la pandemia. No lo hicieron solos, sino con el trabajo de otras diez organizaciones. “Desde el inicio hemos transmitido y traducido cada información oficial. También tomamos información en los medios alternativos o medios de análisis, como Nómada, Plaza Pública, Agencia Ocote, entre otras plataformas. Sacamos los análisis y comparamos con la información oficial y al final la traducimos al kaqchikel”, explica el cofundador, quien asegura que el consejo de la radio también consideró un protocolo de seguridad para los cinco comunicadores voluntarios que realizan la cobertura y las transmisiones.
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En el país, los primeros tres casos de coronavirus fueron detectados en San Pedro Sacatépequez, un municipio vecino, a nueve kilómetros de Santo Domingo Xenacoj. El virus se empezó a expandir hacia la capital y en el mismo departamento, pero tardó un par de meses en llegar a la comunidad. Durante abril y mayo el COVID-19 estuvo rondando a Xenacoj hasta que finalmente lo alcanzó a principios de junio. “En ese retraso de la epidemia, se puede decir que influyeron cuestiones geográficas y demográficas, pero estoy seguro de que también tuvo mucho que ver lo que hicimos en la radio y en las organizaciones comunitarias para contener al coronavirus”, explica José Sián. La emisora lanzó una cobertura que incluía noticias locales, seguimiento de las normativas de seguridad sanitaria y difusión de las medidas de higiene como el lavado de manos y el distanciamiento social. En su momento, también abordaron el tema de los migrantes: “Varios paisanos que fueron deportados de Estados Unidos han sido denigrados y excluidos. Por eso en la radio impulsamos su derecho a migrar y retornar a sus hogares con respeto y cuidado”, afirma. Hasta la fecha, la comunidad solo registra dieciséis casos confirmados en un territorio con más de doce mil habitantes.
En Guatemala el 43.8% de la población pertenece a pueblos indígenas. De todos ellos, más de un millón se identifica como maya kaqchikel. A pesar de esto, existe en el país una omisión del Estado para informar a las comunidades en sus propios idiomas. Es un olvido histórico que se evidencia también en los servicios de salud, la educación y todo tipo de protección social. Una investigación del 2015 del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales reveló que el gasto público para pueblos indígenas fue del 2.2 del PIB, mientras que en el caso de mestizos y ladinos fue del 6.5 por ciento del PIB.
Aunque casi la mitad de las personas guatemaltecas habla en algún idioma originario, las grandes cadenas de televisión y radio se emiten en español. Según información pública, la pauta otorgada para la transmisión de mensajes de prevención registra que el Gobierno adjudicó todo el presupuesto a los canales televisivos y consorcios radiales que transmiten en español. Y nada para las radios locales o comunitarias.
Guatemala es uno de los países de Latinoamérica con las mayores concentraciones de la propiedad de los medios de comunicación. Un monopolio en la televisión abierta y un oligopolio en las frecuencias radiales. Son pocas las radios con vocación comunitaria que poseen una frecuencia del Estado. No es casualidad entonces que durante la pandemia las políticas de comunicación hayan sido insuficientes. El Ministerio de Salud envía el material informativo a la Academia de Lenguas Mayas para que lo traduzca, pero luego no se sabe en qué medios se transmite ni el alcance de sus pautas. El Gobierno tampoco responde a los cuestionamientos sobre su estrategia comunicativa dedicada a la prevención.
Para el académico Silvio Gramajo, especializado en temas de comunicación y derecho a la información, la labor difusora del Estado no ha permitido que las poblaciones indígenas estén al tanto de la situación y eso ha influido en las medidas de seguridad. “La información es incompleta, poco certera. Se han generado procesos amplios de incertidumbre. La comunicación presidencial no es coherente con los documentos legales (hay que esperar aclaraciones los lunes, al día siguiente de la cadena nacional). Prácticamente los documentos legales se convierten en productos comunicativos y eso es poco pertinente, pues el lenguaje no ayuda”, sostiene el Gramajo.
Por eso, en los municipios alejados de los cascos urbanos, las políticas de difusión recayeron en las autoridades locales. Sin embargo, en el caso de Santo Domingo Xenacoj “la comunicación de la municipalidad ha brillado por su ausencia. Ese papel lo ha tomado la radio”, asegura Sián. Pero no ha sido sencillo obtener los reportes oficiales para transmitirlos a la población kaqchikel. El cofundador de Radio Naköj afirma que el Ministerio de Salud, ente rector de la emergencia, nunca se comunicó con ellos. Solo recibieron alguna información a través de consultores del Ministerio de Educación y la Secretaría contra la Violencia, la Explotación y Trata de Personas (SVET). Con el único fin de mantener a la comunidad informada, la radio ha dedicado gran parte de su esfuerzo a difundir las medidas gubernamentales y municipales. Sin pretenderlo, se ha convertido en el portavoz más eficaz de las autoridades.
Sián explica que, aparte de la transmisión radial desde el estudio, también hacen coberturas en vivo. “Se entrevista a las personas sobre cuáles son sus necesidades, a las personas mayores se les pregunta en kaqchikel y se traduce al español. Por ejemplo, si hay un nuevo protocolo en el mercado municipal, hacemos un reportaje en vivo para que cada una de las comunidades esté informada. Si ocurrió algo importante que los bomberos o el puesto de salud estén dando a conocer, lo damos en español y en kaqchikel”. Sumado a esto, la radio ha diseñado estrategias para enfrentar la crisis económica y alimentaria, entre ellas la promoción del ancestral trueque: “Si no tenemos dinero, es posible intercambiar maíz por frijol, por ejemplo”, explica Sián. Otra práctica que la emisora viene recomendando es generar una soberanía alimentaria: es decir, instruir sobre la creación de huertos familiares con plantas medicinales y hortalizas.
Sonia Margarita Sián Chile es maestra de educación bilingüe y trabaja en la traducción e interpretación de los contenidos en Radio Naköj. Ella destaca la alianza que se ha formado con otras organizaciones comunitarias como los bomberos, el personal de salud y la policía nacional civil. Junto con ellos se ha podido apoyar a las familias más necesitadas haciéndoles llegar alimentos durante la cuarentena. Esta campaña consiste en obtener “camiones y picops llenos de verduras y víveres” que los mismos voluntarios de la radio se reparten a diversos hogares de las zonas más alejadas del casco urbano. Asimismo, suelen pedir a su audiencia donaciones de equipos de seguridad para los bomberos y el personal del único centro de salud del pueblo. Y gran parte de los vecinos, asegura la maestra y traductora, no duda en colaborar.
Radio Naköj opera como decenas de emisoras en Guatemala: sin ser reconocida legalmente por el Estado. Esto quiere decir que no cuenta con la licencia de la Superintendencia de Telecomunicaciones que otorga los permisos a partir de subastas públicas, una licitación en la que el costo final de una frecuencia se define por las ofertas de cada participante. Las asociaciones de radios comunitarias insisten en reclamar que tanto el Gobierno como las radios privadas las criminalizan: aseguran que se les persigue por el delito de uso ilegal de frecuencias radioeléctricas. Desde las emisoras tradicionales, se transmiten campañas en contra de las “radios piratas”. “Regular los medios comunitarios ha sido muy complicado”, explica Sián. “Venimos peleando casi veinte años desde que se firmaron los Acuerdos de Paz. Peleamos para que los medios tengan su cultura y sus propios idiomas, nos amparamos en los estándares del derecho internacional y en la libertad de expresión”, sentencia Sián.
No hay certeza de cuántas radios comunitarias funcionan en Guatemala. Algunas emisoras han logrado regularizar su situación, pero muchas de ellas operan en una especie de clandestinidad. Hay también radios, sin vocación comunitaria y con fines comerciales, que transmiten sin licencia. Para Silvio Gramajo, el primer problema reside en que el Estado no ha previsto una política para resguardar las emisoras como un bien público, sino solo como un objeto de negocio. Por otra parte, señala, “existe una complicidad entre el sector político y los dueños de las frecuencias comerciales para no abrir este espacio a las radios comunitarias, porque eso significaría menor inversión publicitaria para los privados”. Por lo tanto, concluye Gramajo, las autoridades deciden arbitrariamente a quién se lo dan y a quién no.
En 2016, la Comisión Internacional de Derechos Humanos expuso que: “Desde el año 2000 y en reiteradas oportunidades, la Relatoría Especial de la CIDH ha recomendado a Guatemala adoptar un marco jurídico más justo e incluyente para la radiodifusión que pueda garantizar condiciones equitativas de acceso y de uso de las licencias, especialmente en los pueblos indígenas del país que históricamente han permanecido excluidos de la posibilidad de acceder y gestionar medios de comunicación”. La misma Corte pidió al Congreso del país aprobar la iniciativa de Ley 40-87, pero eso aún no sucede. “Para nosotros no es solo un papel. Significa algo mucho más allá: el derecho a la libertad de expresión y el derecho a poseer nuestros propios medios”, sostiene Sián.
Esta desprotección legal ha originado que Radio Naköj sufriera amenazas e intimidaciones el año pasado. Vehículos desconocidos solían rondar el local e individuos preguntaban por el presidente del consejo. Estos hechos coincidieron con la advertencia de que el Ministerio Público les había abierto una investigación. Ante esto, el consejo de la radio convocó a una asamblea con distintas organizaciones sociales y pusieron una denuncia ante la Procuraduría de Derechos Humanos solicitando que se investigara su caso. Asimismo, activaron todo tipo de alianzas, locales, nacionales e internacionales. Pero luego de varios meses, cuenta Sián, no han vuelto a tener ninguna otra información. Él presume que el origen de estas represalias es el trabajo periodístico y fiscalizador de la radio: al fin y al cabo, la información crítica y veraz siempre acaba incomodando al poder.
A pesar de estas persecuciones y de la falta de fondos económicos, la radio ha logrado mantenerse a flote gracias al constante esfuerzo de sus voluntarios. Pero también por una suerte de hermandad que existe con las demás emisoras comunitarias. “Los compañeros de otras radios nos comparten sus experiencias y eso nos ayuda a fortalecer nuestro trabajo”, cuenta Sián. Con la pandemia, todas ellas han afianzado el vínculo que los une desde hace décadas: crean redes de información —con los medios que comparten uno de los veinticuatro idiomas locales—, se imparten capacitaciones entre ellos e intercambian experiencias a partir de las cuales se generan alianzas colaborativas.
La popularidad de Radio Naköj es muy grande en la comunidad. Aunque les dificulta medir su alcance, José Sián calcula que tienen unos tres mil o cuatro mil oyentes en Xenacoj, un tercio de toda la población, quienes suelen escuchar la radio en sus casas, en el campo y en las plantas de maquilas —un sistema de manufactura para exportación que no paga aranceles y que es la principal fuente de empleo en la zona—. En los últimos años, la radio se ha vuelto tan necesaria en la vida del pueblo que hoy es la principal fuente de información para sus habitantes. Por eso no llama la atención que animen al equipo con frases de aliento o pidiendo que sigan operando más allá de las adversidades. “Incluso algunos pobladores donan productos o recaudan dinero para que la radio siga funcionado”, cuenta Sonia Margarita Sián Chile. Les han donado pintura para el local, un dispensador de agua purificada, alimentos para sus talleres de capacitación, inciensos, mascarillas y hasta ropa usada, que venden para obtener dinero y pagar la luz o el alquiler del local. A pesar de un Estado que solo les pone trabas, el reconocimiento de la gente es para ellos la mejor recompensa y la prueba más evidente de que la información veraz y en su mismo idioma puede causar un impacto en los demás.
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Esta nota fue originalmente publicada en Salud con Lupa de Perú, y es republicada como parte de la Red De Periodismo Humano.
*Foto de portada: Un equipo de personas voluntarias transmite en idioma kaqchikel spots informativos sobre cómo prevenir el contagio por COVID-19/ Foto: Willie de León
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